'Troilo y Cresida': esmeril para los h¨¦roes
Troilo y Cresida es una obra maestra escas¨ªsisamente representada. En los ¨²ltimos a?os s¨®lo la he visto dos veces: en el National, dirigida por Trevor Nunn, y, cosa ins¨®lita, en el Pav¨®n, templo de los cl¨¢sicos espa?oles, a cargo de Francisco Vidal. Dos montajes estupendos, por cierto. De hecho, la funci¨®n no lleg¨® ni a pisar el Globe en su ¨¦poca, como si Shakespeare temiera que su p¨²blico habitual rechazase un plato tan amargo. La escribi¨® el mismo a?o que Hamlet, y quiz¨¢s la desintegraci¨®n moral de la corte de Elsinor impregn¨® su demoledora visi¨®n de la antigua Grecia. No hay carcajada m¨¢s feroz en todo su teatro. El tono, que oscila entre la comedia negra y el drama sat¨ªrico, es de una modernidad apabullante. Y la estructura epis¨®dica y, sobre todo, el enfoque. Para retratar la guerra de Troya, Shakespeare no centra su mirada en Helena y Paris, que apenas tienen un par de escenas, sino que, contra toda expectativa, convierte en protagonistas a dos absolutos secundarios: Troilo, hermano peque?o del legendario raptor, y Cresida, hija del traidor Calcas, empujados a la cama por P¨¢ndaro, un viejo alcahuete sifil¨ªtico, t¨ªo de la muchacha. Esa demolici¨®n del amor rom¨¢ntico es muy similar a la realizada por Rojas en La Celestina, aunque el ¨¢cido ingl¨¦s tambi¨¦n busca corroer las estatuas de los h¨¦roes. Troilo y Cresida parece, de entrada, su anti-Romeo y Julieta. La presunta historia pasional entre miembros de clanes rivales pod¨ªa haber acabado en tragedia y desemboca en una vulgaridad tan ¨¢spera como ver¨ªdica. Troilo desea a Cresida ¨²nicamente porque ella se le resiste. No hay arrebato, no hay transfiguraci¨®n. La ret¨®rica termina cuando el gal¨¢n se levanta de la cama y la presa deja de ser interesante para ¨¦l: s¨®lo volver¨¢ a serlo cuando la intercambien por un prisionero troyano y se convierta en deseable para los griegos. Cresida, por su parte, es una moza eminentemente pr¨¢ctica. En el campamento enemigo no tarda en descubrir que van a violarla en hilera, por lo que decide entregarse a Diomedes para que la proteja: mejor puta de uno que puta de todos. A partir de ese n¨²cleo descre¨ªdo, Shakespeare va a restregar su esmeril por la entera nomenclatura de la Il¨ªada. Tersites, el rabioso y purulento buf¨®n, resume la causa de la "guerra florida" en una simple frase: "Y todo esto por una puta y un cornudo". Helena y Paris viven en su globo, indiferentes a la torrentera de sangre que ha provocado su romance. Agamen¨®n, N¨¦stor y Ajax compiten en estupidez y testosterona. El "sabio Ulises" es un pol¨ªtico nato, un manipulador capaz de improvisar un discurso sobre la ingratitud del olvido para acicatear el enfrentamiento entre H¨¦ctor (un caballero medieval, v¨ªctima de su propio anacronismo) y el pomposo y cobarde Aquiles. No hay "combates singulares": contraviniendo toda normativa ¨¦pica, el primero muere asesinado por los sicarios del segundo, que se atribuir¨¢ la siniestra victoria. Y esto es s¨®lo un breve resumen del material.
Realizan una proeza que rara vez suele funcionar: act¨²an a seis metros y parece que sus cuerpos (y sus almas) estuvieran a escasos cent¨ªmetros
Declan Donnellan, al frente de Cheek By Jowl, ha vuelto a dar una lecci¨®n magistral en el Grec, en Almagro, en el Matadero. Texto completo, energ¨ªa constante, escenograf¨ªa limpia y ¨²til: un pasillo desnudo, con los m¨ªnimos elementos de utiler¨ªa. Quiz¨¢s, para mi gusto, subraya en exceso algunos elementos caricaturescos. Helena y Paris son unos pijifashion que dialogan mostrando su mejor perfil a las c¨¢maras de la prensa rosa; Ulises babea ante Cresida como un perro ¨¢vido de sexo y pretende chantajear a Aquiles con unas innecesarias fotos ¨ªntimas de su relaci¨®n con Patroclo. Tiene m¨¢s sentido travestir a Tersites (en otros montajes convertido en punk o arlequ¨ªn electrificado) como si fuera Lily Savage, la drag queen estelar de la escena inglesa, para que cante las verdades a sus superiores, y no chirr¨ªa en absoluto el baile gay de bienvenida a H¨¦ctor, tan bello e inquietante como la escena final del Sal¨® de Pasolini. Hay un cierto remascamiento de la dicci¨®n durante la primera parte, como si a ratos estuvieran dictando el verso, pero esa sensaci¨®n desaparece por completo en la segunda, engrasad¨ªsima y con una coreograf¨ªa b¨¦lica como pocas veces se ha visto en un escenario, culminada por la terrible escena de la muerte de H¨¦ctor, que desaparece, atravesado por una cruz de espadas, entre las fauces de un testudo. Del espl¨¦ndido reparto destacan Richard Cant (Tersites), David Caves (H¨¦ctor), Laurence Spellman (Ajax), el veterano David Collings (un P¨¢ndaro con el perfil de Mountolive en El cuarteto de Alejandr¨ªa) y, por encima de todos, los jovenc¨ªsimos y extraordinarios Alex Waldmann (Troilo) y Lucy Briggs-Owen (Cresida). Si tuviera que escoger una sola escena me quedar¨ªa con el momento de la seducci¨®n, donde llevan a cabo una proeza que rara vez suele funcionar: act¨²an a seis metros de distancia y parece que sus cuerpos (y sus almas) estuvieran a escasos cent¨ªmetros. Todo en ellos, de la mirada hasta la punta de los dedos, lanza el mensaje de una urgencia avasalladora que no tardar¨¢ en cumplirse, que se est¨¢ cumpliendo en el env¨ªo mismo. Luego brota, claro est¨¢, la pregunta clave: ?por qu¨¦, siendo tan j¨®venes, son tan condenadamente buenos? Las posibles respuestas desbordar¨ªan este espacio. Sintetizo algunas: se han formado en un medio propicio para el crecimiento, con escuelas del calibre de la RADA, de LAMDA o The Drama Centre; han saltado a una palestra donde prima la excelencia, y la multitud de producciones depara un constante entrenamiento y genera una gran competitividad, entendida en el mejor sentido, el de la emulaci¨®n constante: si el nivel medio es alto, tu nivel tambi¨¦n subir¨¢, por ¨®smosis. Y, por ¨²ltimo, est¨¢n en manos de Declan Donnellan, uno de los mejores directores del mundo que, como Peter Brook, no da nunca por terminado un montaje y sigue ensayando y modificando el trabajo despu¨¦s de cada funci¨®n y a trav¨¦s de giras por medio mundo: el teatro entendido como aventura y como viaje, a a?os luz de los usuales "tente mientras cobro". (Lectura recomendada: su breviario El actor y la diana, en Fundamentos).
Troilo y Cresida. Las Naves del Espa?ol-Matadero Madrid. Hasta el 26 de julio.
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