Crear conciencia
Esta "pasi¨®n en tres actos", como la subtitula su autor, Abraham B. Yehosh¨²a, lo es simb¨®licamente porque, en realidad, lo que mueve al relato de Una mujer en Jerusal¨¦n y a su protagonista, el jefe de recursos humanos de una panificadora israel¨ª, es la creaci¨®n de una conciencia. Una conciencia que, sin duda, requiere un golpe de pasi¨®n para abrirse y granar.
La historia es sencilla: el propietario de la empresa panificadora sufre un brote de mala conciencia al descubrir que una de las v¨ªctimas de un atentado en Jerusal¨¦n es una empleada de la limpieza de su f¨¢brica. Nadie ha reclamado su cuerpo hasta que un art¨ªculo en un peri¨®dico sensacionalista acusa de "falta de humanidad" a esa empresa que en siete d¨ªas no ha echado de menos a su empleada. El propietario encarga al director de recursos humanos que investigue de inmediato, repare el da?o causado y, sobre todo, repare el buen nombre de la empresa. El director de recursos humanos se pone en marcha y esta historia es el relato de la evoluci¨®n del asunto y de la evoluci¨®n del director mismo, un hombre divorciado y con una hija a la que s¨®lo ve cuando le corresponde, que se ha trasladado a vivir de nuevo con su madre mientras decide qu¨¦ hacer con su vida.
Una mujer en Jerusal¨¦n
Abraham B. Yehosh¨²a
Traducci¨®n de Sonia de Pedro
Anagrama. Barcelona, 2008
294 p¨¢ginas. 17 euros
La mujer en Jerusal¨¦n se divide en tres partes: la primera retrata al director y su circunstancia mientras va desvelando el misterio en torno a la mujer fallecida. Ah¨ª es donde Yehosh¨²a fija el personaje que es hasta ese momento. La segunda, una vez medio desvelado el misterio de la desconocida, cuenta la evoluci¨®n del asunto, que se va agrandando en la misma medida que la preocupaci¨®n del propietario de la panificadora, hasta el punto de que el director de recursos debe de abandonar toda otra ocupaci¨®n para dedicarse a dar buen fin al problema. La tercera muestra -en forma real y simb¨®lica de un viaje- c¨®mo lleva a cabo el director la misi¨®n encomendada y lo que descubre a trav¨¦s de su esfuerzo por dar sepultura al cad¨¢ver de la mujer.
S¨®lo conoceremos el nombre de la mujer; los dem¨¢s son referencias: el propietario, la secretaria, la madre, el director, el periodista... En un primer momento, el odio del director se centra en el periodista, conocido como "la v¨ªbora", y su fot¨®grafo; pero a medida que el relato avanza su atenci¨®n se desplaza hacia la mujer y, desde ese momento, crece el inter¨¦s por "el otro", por esa mujer a la que entrevist¨® personalmente para contratarla y que, sin embargo, era invisible para ¨¦l. Todos coinciden en que ella pose¨ªa una extra?a belleza y esto le sume en el estupor, pero esa belleza -no s¨®lo f¨ªsica- se abre paso poco a poco en su cabeza y de tal curiosidad surge el inter¨¦s por la persona; el problema del "otro" es el de ponerse en su lugar; hasta que uno no cumple ese requisito, el otro -la otra- es invisible. Para la percepci¨®n del otro es necesario que el director cambie: ¨¦se es el meollo del libro, el cambio.
Yehosh¨²a se vale de dos estratagemas literarias excelentes: de una parte, esta sencilla historia tiene un ¨²ltimo punto de comedia por dos razones; porque el dramatismo est¨¢ siempre muy contenido y porque, de consuno, la realidad de lo que ocurre se muestra aparece con una especie de naturalidad cotidiana que, paso a paso, contrasta vivamente con la dimensi¨®n real del conflicto y el desprop¨®sito que acaba siendo resultado de la investigaci¨®n: el director no s¨®lo es implicado por su jefe y se implica a rega?adientes sino que acaba tomando la iniciativa de nada menos que devolver el cad¨¢ver a su pa¨ªs de origen en una aventura abracadabrante en la que le acompa?an el hijo de la mujer, el c¨®nsul de Israel en ese pa¨ªs del Este que no se nombra, el periodista y el fot¨®grafo... Todo ello en pleno invierno y en condiciones realmente penosas. Y no se diga ya la sorpresa que aguarda al final y que corona la novela.
La otra estratagema es un puro artificio literario: peri¨®dicamente, unos textos en cursiva toman (o sustituyen a) la voz narradora para relatar desde el exterior del protagonista lo que est¨¢ sucediendo. Son subrayados, en realidad, voces externas que, de pronto, miran y cuentan desde fuera lo que estamos viendo dentro del drama. Y en el ¨²ltimo texto en cursiva, la voz a la que toca hablar "desde fuera" incluye las palabras del protagonista mismo, que al fin ha asumido el lugar del "otro" en su conciencia y ya puede verse a s¨ª mismo y a los dem¨¢s en un mismo plano de realidad: un efecto expresivo brillante y convincente. ?sta es la hermosa historia de la creaci¨®n de una conciencia en un mundo que pretende ocultar su valor bajo una capa de hast¨ªo o cinismo. Y contada con la sencillez que otorga la sabidur¨ªa.
Uno de los grandes
Abraham B. Yehosh¨²a vio publicado su primer libro en Espa?a en 1988 por Alfaguara. Se titulaba Un divorcio tard¨ªo y aunque pas¨® sin pena ni gloria es una novela excepcional que narra la vuelta a Israel, para cumplir su divorcio, de un hombre de sesenta y tantos a?os que espera un hijo de una mujer ajena a la familia y al pa¨ªs; una crisis grupal contada por medio de un soberbio mosaico de voces familiares en el Jerusal¨¦n contempor¨¢neo.
La familia y el matrimonio son dos asuntos permanentes en la narrativa de Yehosh¨²a ("el v¨ªnculo con los hijos y con los padres es de por vida; el matrimonio puede romperse en un d¨ªa"). Y junto a ese problema, el del Israel de hoy, situado en el centro de una violencia interminable y al que Yehosh¨²a cree que s¨®lo se puede arreglar con un verdadero acuerdo de paz con los palestinos. "Las situaciones de conflicto son propicias para la creaci¨®n", dice. Ambos conflictos -la familia, Israel- se entremezclan con verdadera maestr¨ªa en su obra. Hoy la narrativa israel¨ª posee una fuerza creativa indiscutible y Yehosh¨²a es uno de los grandes. Tres novelas m¨¢s han sido traducidas al espa?ol: El se?or Mani, en Anaya & Mario Muchnik; Viaje al fin del milenio, en Siruela, y La novia liberada, en Anagrama.
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