La corbata del samur¨¢i
Existen pocas sociedades tan respetuosas con las formas, ritos y usos sociales como la japonesa. Al mismo tiempo, dispone de la tecnolog¨ªa m¨¢s avanzada del mundo. Combinando sabiamente tradici¨®n con investigaci¨®n, decidieron, hace cuatro a?os, estudiar el efecto de la indumentaria sobre el bienestar de las personas y la posibilidad de cambiar los h¨¢bitos externos como f¨®rmula para reducir emisiones contaminantes y conseguir un ahorro apreciable en la factura del aire acondicionado.
La idea, sencilla y perfectamente asequible, se puso en marcha por el entonces primer ministro Junichiro Koizumi despu¨¦s de tener en sus manos los estudios del Ministerio de Medio Ambiente. Las conclusiones obtenidas son irrebatibles: la corbata aumenta la sensaci¨®n cal¨®rica en dos grados. Decidi¨® aumentar la temperatura hasta 24 grados en los sistemas de aire acondicionado de los edificios oficiales. En consecuencia, el funcionario se puede despojar de la corbata y regular la longitud de las mangas a la altura que estime conveniente.
Jap¨®n ya prescindi¨® de esta prenda masculina para ahorrar energ¨ªa
La medida procede de un dandi seductor con un cierto parecido a Richard Gere y un sugestivo impacto en las mujeres. Impecablemente vestido con h¨¢bitos occidentales, siempre llam¨® la atenci¨®n por sus vistosas y atrevidas corbatas. Adem¨¢s de su elegancia personal, demostr¨® estar dotado de gran inteligencia y capacidad de comunicaci¨®n. Nada impuso, todo lo consigui¨® con persuasi¨®n, perseverancia y habilidad.
Convencido de su magnetismo sobre las mujeres, se dirigi¨® a ellas para ganarse su complicidad y el apoyo a la medida. La estratagema dial¨¦ctica fue imaginativa y brillante. Las convenci¨® de las incomodidades de las bajas temperaturas en las oficinas y puestos de trabajo. Ellas, y no los hombres, eran las verdaderas v¨ªctimas de la varonil corbata. El mensaje no s¨¦ si es exacto, pero s¨ª diab¨®licamente ingenioso: "Las mujeres no llevan corbata y, en general, visten de forma m¨¢s ligera que los hombres. Muchas tienen que pensar muy bien cada d¨ªa qu¨¦ se van a poner para no coger un resfriado en el tren o en el lugar de trabajo". Traslad¨® su propuesta a la parte que no llevaba corbata, saliendo al paso de cualquier objeci¨®n que pudiera acusarle de pensar solamente en el bienestar de los hombres.
Una vez m¨¢s, algunos de nuestros conciudadanos han dado muestra de su irracionalidad y simpleza, criticando la medida con chascarrillos de brocha gorda o utilizando an¨¦cdotas superficiales, sin entrar en el fondo y objetivos de la propuesta. No hab¨ªa necesidad de convertir el sincorbatismo, como en su momento el sinsombrerismo, en una cuesti¨®n pol¨ªtica con resabios del pasado.
?Es tan insensato y disparatado ahorrar gasto energ¨¦tico en los edificios p¨²blicos y en los privados? ?Se resentir¨¢ la calidad de la vida social porque se trabaje sin corbata cuando la temperatura supere los 30 o 35 grados? ?Perderemos nuestras se?as de identidad? Por desgracia, la imagen de la espa?olada ha sido el traje de volantes, el sombrero cordob¨¦s y los trajes de torero que llevan una min¨²scula corbata para que no estorbe durante la lidia. Muchas veces ha servido para hacer salvadores torniquetes de urgencia. Cuando alguna persona se desmaya en la calle, cualquier transe¨²nte que acude en su auxilio decide aflojarle la corbata. La sabidur¨ªa popular est¨¢ por encima de las gracietas de los tertulianos de casino.
Es cierto que no se pueden descartar impactos directos sobre la venta de corbatas que espero sean f¨¢cilmente asumibles y reconvertibles. Sugiero desinteresadamente la posibilidad de introducir prendas tan ¨²tiles y bien pensadas como las guayaberas de nuestros colegas caribe?os o camisas elegantes de m¨¢s alto precio que compensen las p¨¦rdidas de los fabricantes de corbatas.
Los ingleses, tambi¨¦n apegados a la estricta etiqueta muy propia de su g¨¦lida temperatura y de la suave brisa veraniega, cuando llegaron a sus colonias de Asia y ?frica, se despojaron de sus sombreros de copa, los cambiaron por el salacof e inventaron los shorts. Conscientes del escaso atractivo de las tibias masculinas, cubrieron p¨²dicamente sus imperfecciones con unos calcetines altos que completaban un conjunto elegante perfectamente adaptado al medio.
Pensando en t¨¦rminos econ¨®micos tan en boga, no dudo que aumentar¨¢ la productividad y se reducir¨¢n las tensiones que ocasiona un cuello oprimido por un nudo. Al mismo tiempo, se reducir¨ªan los graves trastornos y variadas dolencias, cient¨ªficamente demostrados, que ocasiona el aire acondicionado. Por supuesto, establecida la temperatura del aire acondicionado a 24 grados, nadie est¨¢ obligado a despojarse de la corbata o cambiar sus h¨¢bitos indumentarios. Es muy libre de ir a su gusto, con prendas convencionales e incluso, si lo desea, con capa espa?ola.
Somos un pa¨ªs anacr¨®nico, nadie ha discutido la regulaci¨®n de las calefacciones, seguramente porque nadie la cumple como sucede con la ley del tabaco. Nos cuesta despegarnos de nuestras taras y andrajos costumbristas.
En Jap¨®n, pa¨ªs de los samur¨¢is, guerreros r¨ªgidamente uniformados, celosos custodios de su ancestral indumentaria, se han quitado la corbata. Siguen en el grupo de los ocho pa¨ªses m¨¢s poderosos del mundo. Han demostrado que la tradici¨®n y el buen sentido son perfectamente compatibles.
Jos¨¦ Antonio Mart¨ªn Pall¨ªn es magistrado em¨¦rito del Tribunal Supremo.
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