'El barrio de la bici'
Navas, Mancebo y Lastras recuerdan sus comienzos junto a Sastre en El Barraco
Una hamburguesa y alguna que otra botella de champa?a esperaban a Carlos Sastre el s¨¢bado en el hotel del CSC en Orle¨¢ns. Y ¨¦l, con una camiseta roja, la cara fresca y un malet¨ªn, recorr¨ªa los pasillos como si nada, como si la fiesta no fuese con ¨¦l, como si no fuera ¨¦l quien acababa de ganar un Tour con 33 a?os. "Complimenti", le felicitaron los del Lampre. "Congratulations!", le grit¨® desde una mesa del comedor un grupo de gente con su foto estampada en la camiseta y la leyenda "simply, the best" ("sencillamente, el mejor"). Y ¨¦l, menudito, con su aire maduro y lejano, iba apretando fuerte las manos como si aquello le sobrepasara. Cualquiera en su lugar quiz¨¢s habr¨ªa acabado subido a una mesa, gritando y bailando para celebrar el sue?o de una vida. Pero no. El que acab¨® y¨¦ndose con una botella de Rioja -prometiendo a cambio un dorsal- fue su compa?ero Frank Schleck.
Navas: "Carlos se enganch¨® a los ocho a?os. Su padre hab¨ªa creado una escuela"
Mancebo: "Corr¨ªas y luego te sentabas en la plaza del pueblo a tomar un bocadillo"
Lastras: "Cuando nos entren¨¢bamos en los puertos, nos dejaba a a?os luz"
Especial del Tour de Francia |
El ¨²nico lujo que se concedi¨® el ganador del Tour fue una copa de champa?a y una bolsa de gominolas, la primera que se com¨ªa en un mes. "Siempre ha sido muy goloso. Cuando ¨¦ramos peque?os, le ve¨ªas sentado en el asiento de atr¨¢s del coche comiendo pipas y gominolas sin parar", recuerda David Navas, que comparti¨® tardes y tardes de bromas y entrenamientos con Sastre, Francisco Mancebo y Pablo Lastras en El Barraco, donde V¨ªctor, el padre de Carlos, cre¨® una escuela de ciclismo. "Era una forma de aprender jugando y de viajar, que en esa ¨¦poca no se hac¨ªa. Nos met¨ªamos seis chavales en el coche e ir a Salamanca era como dar la vuelta al mundo. Corr¨ªas y luego te sentabas en la plaza del pueblo a tomar un bocadillo", cuenta Mancebo.
Los chiquillos dedicaban los s¨¢bados por la tarde a entrenarse en el circuito del pueblo, conocido como el barrio de la bici: 800 metros de calles para arriba y para abajo al lado de la iglesia. "Carlos empez¨® muy pronto. Con ocho a?os ya estaba enganchado porque quer¨ªa estar con su padre. A nosotros nos iba m¨¢s el f¨²tbol y nos apuntamos a la escuela un par de a?os despu¨¦s", dice Navas, que luego pasar¨ªa al equipo amateur del Banesto con Mancebo, Lastras y Sastre. ?ste fue el ¨²nico que no pas¨® a profesional en el equipo de Jos¨¦ Miguel Ech¨¢varri el mismo a?o que sus compa?eros y el resentimiento -parece no haberle abandonado- le empuj¨® hacia el ONCE, de Manolo Saiz.
Navas recuerda los a?os en El Barraco como una escuela de la vida: "D¨¢bamos vueltas por el circuito sin parar y nos llevamos unas buenas hostias. V¨ªctor nos ense?aba a ir sin manos, a ir dando relevos y a cambiar la cacharra de la bicicleta". "Aquello era como el colegio de fin de semana. Nos junt¨¢bamos unos 20 chavales en casa de V¨ªctor y all¨ª est¨¢bamos de charla todos los s¨¢bados por la tarde", explica Lastras.
En ese ambiente dicharachero creci¨® Sastre, viendo las gestas de ?ngel Arroyo por la tele a principios de los 80, primero ganando la Vuelta (1982) y luego subiendo al podio en el Tour (1983). En el pueblo le esperaban Sastre y la pandilla. "Que he visto a ?ngel por la calle. Debe de estar en casa", se pasaban de boca en boca. E iban a ella como un tiro, buscando una foto, un aut¨®grafo o una gorra de regalo. "Lo ve¨ªas por la tele y dec¨ªas 'ostras, pero si ayer estaba aqu¨ª", bromea Navas.
Arroyo era la imagen del ciclismo con la que crecieron. Arroyo, el que tard¨® un d¨ªa entero en recoger su primera bicicleta de verdad cuando era un adolescente. "En el camino de vuelta a casa, por la noche, me par¨® la Guardia Civil. No quer¨ªan dejarme seguir. Acab¨¦ reventado durmiendo en casa de un amigo", bromea. Arroyo, con sus manos arrugadas, su estilo campechano y su sonrisa contagiosa, se coron¨® en las monta?as sagradas del Tour: el Puy de D?me y la Joux Plane. "Todos le quer¨ªamos imitar. Pero s¨®lo Sastre lo consegu¨ªa. Ya en la ¨¦poca junior, cuando nos entren¨¢bamos en los puertos, nos dejaba a a?os luz", relata Lastras, quien dice que su secreto es haber sido disciplinado sin obsesionarse.
Todos recuerdan a Sastre como un chavalillo divertido y bromista. "Era lo que es [Alejandro] Valverde ahora: un vacil¨®n y un graciosillo", dice Navas. "Con los a?os ha ido cambiando. Se ha vuelto m¨¢s casero y siempre nos dice que a ver cu¨¢ndo maduramos y nos dejamos de parrilladas y fiestas. De peque?o, era distinto. Nos hac¨ªa putadillas cada dos por tres y se inventaba cualquier mentirijilla para irse pronto", contin¨²a. "El estr¨¦s de la competici¨®n te cambia mucho", apunta Lastras. Y parece que Sastre lleva mucho acumulado. Primero en el Banesto y luego en el ONCE, del que se fue enfadado con Saiz cuando ¨¦ste le oblig¨® a quedarse con Joseba Beloki en 2001 en el puerto de Envalira en la Vuelta. Cuando recal¨® en el CSC por consejo de Laurent Jalabert, tampoco le entregaron los galones de l¨ªder. Este a?o decidi¨® arranc¨¢rselos a Frank Schleck subiendo el Alpe d'Huez. Consider¨® que era la ¨²nica forma de cumplir su sue?o con 33 a?os.
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