Usos y costumbres
Hace m¨¢s de 15 a?os que la magnanimidad de Jes¨²s Polanco me permiti¨® el acceso a estas p¨¢ginas, y creo que s¨®lo en una ocasi¨®n falt¨¦ a la cita semanal, por un percance quir¨²rgico. Cumplo con mi compromiso lo mejor que s¨¦ y que puedo, trayendo a cuento peque?os secretos de esta ciudad, la observaci¨®n de sus cambios y, muy a menudo, el recuerdo de las cosas pasadas a lo largo de una vida muy larga.
No son de mi incumbencia las evaluaciones pol¨ªticas cotidianas, que para eso est¨¢ bien surtido el peri¨®dico, pero, a veces, siento un extra?o hervor de la sangre ante sucesos que tengo por ocurridos de otra manera, y, por una vez, como un torero viejo y gordo, me embuto en el terno de luces y salto al ruedo, probablemente para hacer el rid¨ªculo. Por ejemplo, me fastidia la persistencia en un error que nos ha estado martilleando estos d¨ªas pasados: el tubo de la risa, porque no es el t¨²nel, ni lo fue jam¨¢s. Parece como si se tratara de un suceso ocurrido en la velada corte del Gran Tamerl¨¢n, pero tuvo lugar en los a?os de la Segunda Rep¨²blica, cuando quedamos vivos unos cuantos, y es historia tan reciente que no excusa su desconocimiento. Era ministro socialista de Fomento Indalecio Prieto, y quiso poner en pr¨¢ctica una idea excelente y provechosa para Madrid: hacer un t¨²nel que conectara los nudos ferroviarios de Chamart¨ªn y de Atocha, aprovechando el trazado de la Castellana-Recoletos-el Prado, idea que ya se ha hecho realidad hace m¨¢s de 20 a?os. Trat¨¦ de ello aqu¨ª el pasado 14 de julio, y pido perd¨®n por la insistencia.
A mi entender, Paul Preston sabe poqu¨ªsimo del tu¨¦tano que forma la historia reciente de Espa?a
Hay un empecinamiento, desde diferentes esquinas, por mantener interpretaciones falsas
Las derechas, en la oposici¨®n, lo tomaron a chacota y bautizaron el proyecto, despectivamente, como el tubo de la risa: una diversi¨®n de feria, tan popular entonces como los caballitos del tiovivo o la noria. Se trataba de un tubo de unos tres metros de di¨¢metro por cinco o seis de largo que giraba sobre su eje. Unos empleados ¨¢giles entraban por un extremo, caminaban contra la marcha y sal¨ªan airosamente por el otro lado. Hab¨ªa premio para quien intentara lo que tan f¨¢cil parec¨ªa. Pero rar¨ªsima vez lo consegu¨ªan y eran despedidos tras haber rebotado ignominiosamente contra las paredes curvas, debidamente guateadas. Eso fue el tubo de la risa, y, ciertamente, los espectadores se mondaban al ver los apuros y porrazos que recib¨ªan los muchos inconscientes que all¨ª se aventuraban. No es correcto, pues, que le llamen t¨²nel, nunca lo fue ni ten¨ªa sentido.
Un generoso lector, don Jos¨¦ Fern¨¢ndez Cormerzana, me escribe al peri¨®dico identific¨¢ndose con la versi¨®n e incluso sugiriendo otro tema, que tambi¨¦n me irrita, de enorme difusi¨®n y empleo por quienes no deber¨ªan hacerlo: la incorrecta y extendida necedad de decir que algo ha hecho aguas, ignorando que eso quiere decir orinar y que en singular (los duros enfrentamientos diplom¨¢ticos han "hecho agua...") es el s¨ªmil n¨¢utico correcto que se refiere al nav¨ªo que se hunde por embarcar excesiva cantidad de mar. Pues siguen dici¨¦ndolo; seg¨²n mi amable comunicante, hasta el eximio y gran novelista Vargas Llosa, en un art¨ªculo sobre Fujimori, y extendido entre pol¨ªticos, periodistas y escritores. Son peque?as cosas que se corresponden con mi peque?ez.
Otros¨ª. Conozco desde hace mucho tiempo a Luis Mar¨ªa Anson, aunque nuestro trato haya sido superficial, y le tengo por hombre ilustrado que demostr¨® su val¨ªa como director de Abc levant¨¢ndolo de la completa ruina, all¨¢ por los a?os setenta. Su competencia y m¨¦ritos no pueden ponerse en duda, aunque tiene un flanco muy tierno, que se empe?a en convertir en una lanza de combate: el monarquismo, el don juanismo, mejor dicho. All¨¢ cada uno con sus filias y amores, pero no est¨¢ bien patear a la verdad. Y es lo que ha hecho, otra vez, la semana pasada, en el cuadernillo dominical de un peri¨®dico de Madrid. Elogia estent¨®reamente a un mediocre profesor ingl¨¦s que, en lugar de dedicarse a la actividad inmobiliaria, lo ha hecho con la historia reciente de Espa?a, con buenos frutos econ¨®micos y parecida temperatura moral.
Se muestra el acad¨¦mico Anson identificado con Paul Preston, convertido en mentor de historiadores, aunque, a mi entender, sabe poqu¨ªsimo del tu¨¦tano que forma la historia reciente de Espa?a. Se limita a coincidir con los antiguos vencidos y en mantener oportunos errores partidistas.
Coincide el obstinado pol¨ªgrafo ingl¨¦s en unir la suerte de don Juan de Borb¨®n a la de Franco, aunque ¨¦ste -sean cuales fueren sus verdaderos fallos hist¨®ricos- nada tuvo que ver con el origen del asunto. Al rey Alfonso XIII le descoron¨® la Rep¨²blica, tras unas pintorescas elecciones municipales. Y en una ley constituyente se le despoj¨® de la ciudadan¨ªa y de "la paz jur¨ªdica", confiscando los bienes reales, no privativos del monarca. Franco, durante el primer a?o de la contienda, le devolvi¨® el patrimonio y el tratamiento de Alteza Real.
Se remite Anson a la figura de don Pedro Sainz Rodr¨ªguez, con quien compart¨ª muchos almuerzos en casa del abogado Luis Zarraluqui. Recuerdo muy bien c¨®mo la fraternal amistad y mala intenci¨®n de sus amigos, el marqu¨¦s de Desio, Ca?abate y otros, le recordaban que no dimiti¨® de la cartera de Educaci¨®n, en el primer Gabinete de la guerra, sino que fue destituido, ante su incredulidad. El ministerio estaba en Vitoria y, a mitad de camino de Burgos y del Consejo de Ministros, se lo advirtieron: "Te han echado, Pedro", que confirm¨®, al llegar, en el BOE.
Hay un empecinamiento, desde diferentes esquinas, por mantener interpretaciones falsas que ata?en a la Historia de Espa?a y que forman la opini¨®n de las nuevas generaciones. Por favor, Preston y sus seguidores est¨¢n escribiendo sobre ese periodo inexactitudes, las m¨¢s de las veces, intencionadas.
Lamentable que un esp¨ªritu cr¨ªtico como el de Anson se haya reblandecido hasta ese punto. El d¨ªa que se le acabe el chollo, Preston intentar¨¢ convencer a los portugueses de que perdieron la batalla de Aljubarrota, por dif¨ªcil que parezca el empe?o. Claro que husmear entre los archivos es m¨¢s f¨¢cil que inventarse a Harry Potter.
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