Miedo a la costumbre
Primero las huellas, los desalojos y la quema de poblados. Ahora el ej¨¦rcito italiano patrullar¨¢ las calles para detener, si procede, inmigrantesilegales (as¨ª, todo junto).
Aunque esto ahora nos perturbe, en un a?o nos habremos acostumbrado y costar¨¢ m¨¢s superar nuestro umbral de asombro. Querremos m¨¢s para escandalizarnos en nuestro sill¨®n. Necesitaremos m¨¢s. Como con Guant¨¢namo. No bastar¨¢ con que veamos puestos de control, b¨²nkeres y trincheras en calles y plazas que meses despu¨¦s podr¨ªan convertirse en improvisados pat¨ªbulos. Siempre necesitaremos m¨¢s.
El caso es que millones de ciudadanos libres de un pa¨ªs civilizado, como el nuestro, han votado al personaje responsable de estas estrategias que, como otras en otros pa¨ªses, como el nuestro, persiguen garantizar, tal como las conocemos, esa calidad de vida y seguridad burguesas que me permiten a m¨ª escribir estas l¨ªneas y a usted leerlas. El miedo. Como en esa reciente pel¨ªcula de M. Night Shyamalan, El incidente (The happening). Es una t¨ªpica de cat¨¢strofes, salvo porque en ¨¦sta el terror es invisible, inodoro, incierto e incontrolable, y eso lo hace m¨¢s inquietante.
Porque, aunque a los inmigrantesilegales les podemos reconocer por sus facciones y colores peculiares, por los olores extra?os que cuelgan de sus chiringuitos, y podemos tomar sus huellas y detenerlos hasta 18 meses si no han hecho nada, siempre quedar¨¢ una incertidumbre. Siempre un resquicio para el miedo. Un resquicio que justifique ir m¨¢s all¨¢. Un resquicio que lo justifique todo. Todo a lo que nos acostumbremos.
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