Homenaje
Pensaba hablarles hoy de Arnaldo Otegi, ese imposible Lucien de Rubempr¨¦ - y no tardar¨¦ en explicarles el porqu¨¦ de ese "imposible"; lo har¨¦, se lo prometo -, y en esas estaba cuando me he encontrado con una entrevista que le hac¨ªa Genoveva Gataminza en este peri¨®dico a Jos¨¦ Antonio Echenique, director de la Quincena donostiarra. No he dudado en dejar a un lado a la perla hueca, sobre todo porque Echenique me parece un personaje mucho m¨¢s fecundo, no voy a decir m¨¢s positivo, t¨¦rmino ¨¦ste cuyas connotaciones morales quedan fuera de lugar en lo que trato de decir. De la moralidad de Echenique, de su moralidad p¨²blica -que es la que me afecta y la que puedo conocer- hablar¨¦ m¨¢s adelante; vayamos primero con otros parabienes. En primer lugar, me alegro mucho de que se encuentre mejor - tambi¨¦n yo conozco la cama pensativa, y no dir¨¦ m¨¢s- y le deseo un total restablecimiento, aunque lamento no poder aconsejarle ning¨²n remedio, salvo el de hacer de la cama un fertilizador de alg¨²n tipo de rutina obligada y olvidarse del p¨²blico. Los achaques, y la espera, tienen su fuente de vigor y hay que tratar de dar con ella; al fin y al cabo, la vida la construimos todos sobre un achaque, el que nos vence a todos y con el que nacemos todos - sobre genes y memes tenemos que bailar la danza del vientre, cada cual la suya, y eso es lo que importa-.
Las razones que expone Echenique para irse me parecen un ejemplo de moralidad p¨²blica
Echenique ha dirigido la Quincena durante las tres ¨²ltimas d¨¦cadas y la ha convertido en un festival reconocido internacionalmente. Tal vez sea el menor de los grandes festivales europeos de verano. Menor, sobre todo, por su presupuesto, circunstancia que impone servidumbres no s¨®lo econ¨®micas, y a las que Echenique se refiere con claridad en su entrevista. ?En qu¨¦ niveles se halla, por cierto, el mecenazgo privado en este pa¨ªs que va tan ibarretxequetebi¨¦n y con ese PIB hors cat¨¦gorie? La Quincena, nos dice Echenique, depende demasiado de la autofinanciaci¨®n por taquilla, lo que hace que los programadores est¨¦n muy hipotecados por los gustos del p¨²blico. Dado que ¨¦stos son muy conversadores, la programaci¨®n se resiente y se aleja de la contemporaneidad, ancl¨¢ndose en un repertorio c¨®modo y algo anquilosado. Y bien, ?no se trata, en definitiva, de dar gusto al p¨²blico y de que sea ¨¦ste adem¨¢s quien pague sus debilidades? Si es as¨ª como debe ser, el festival donostiarra ser¨ªa en ese sentido ejemplar y no convendr¨ªa modificarlo un punto. Sospecho, sin embargo, que Echenique tiene una visi¨®n m¨¢s ambiciosa de lo que ha de ser un festival -en lo que coincido con ¨¦l-, un organismo vivo al servicio de la expresi¨®n musical y capaz de sorprender y de generar un p¨²blico renovado y exigente. Apela, como ejemplo de ese esp¨ªritu renovador, al legado de Oteiza y a la inclusi¨®n en sus obras te¨®ricas de referencias a las vanguardias musicales del pasado siglo. Confieso tener mis reticencias respecto al Oteiza te¨®rico y a su af¨¢n de conciliar vanguardia y retroaranismo, empe?o que se sald¨® en mi opini¨®n con un triunfo del segundo y con la conversi¨®n de la vanguardia entre nosotros en un fen¨®meno triste, mon¨®tono, puritano y dogm¨¢tico, opini¨®n que mantengo desde que lo le¨ª con veinte a?os. Pero provoc¨® una sacudida, y comprendo que pueda servir de referente para no tener que pedir casi disculpas por programar a ?Olivier Messiaen!
?Le ha llegado a Echenique la hora del relevo? ?l opina que s¨ª, "por respeto al festival, al p¨²blico y por higiene mental", si bien deja entrever que es tambi¨¦n por la urgencia de una renovaci¨®n del festival que ¨¦l ve necesaria, m¨¢s necesaria de lo que el festival mismo le puede permitir. Y nos anuncia su despedida sin pataletas ni traumatismos, proponiendo una transici¨®n en la que se dispone a colaborar. Nadie le pide que se vaya, m¨¢s bien lo contrario, y por las razones que expone y por la gentileza en la forma de despedirse en una ¨¦poca en la que todo el mundo tiende a perpetuarse, salvo por infidelidad pecuniaria, su actitud me parece un ejemplo de moralidad p¨²blica. S¨®lo deseo que entre sus razones no figuren las an¨ªmicas. Y espero a esa Tetralog¨ªa.
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