Nosotros los liberales
La historia de las palabras es fundamental a la hora de saber de qu¨¦ hablamos. Mucho m¨¢s si lo hacemos del t¨¦rmino liberal. Hoy, todo el orbe pol¨ªtico se califica como tal, en detrimento del sentido profundo de ese concepto, que ni es un¨ªvoco ni significa lo mismo en la tradici¨®n anglosajona o en la continental europea. As¨ª pues, voy a la b¨²squeda de la tradici¨®n espa?ola, y encuentro en el Tesoro de la Lengua Castellana de Sebasti¨¢n de Covarrubias (1611) la siguiente definici¨®n de liberal: "Generoso, bizarro y que, sin fin particular ni tocar en el extremo de prodigalidad, graciosamente da y socorre; no s¨®lo a los menesterosos, sino a los que no lo son tanto, haci¨¦ndoles todo bien".
A Espa?a le convendr¨ªa disponer de un espacio pol¨ªtico verdaderamente liberal
Entra?ables palabras que concurren al sentido cervantino de la liberalidad expuesto por don Miguel en las Novelas ejemplares o El Quijote, y que identifica al liberal como la persona en la que se encarna la liberalidad; esto es, el desprendimiento, la generosidad, la inclinaci¨®n a dar a las personas lo que tiene y la toma de partido a favor de la libertad. Recu¨¦rdese al respecto el maravilloso verso de Cervantes: "Y he de llevar mi libertad en peso / sobre los propios hombros de mi gusto". Pues se es liberal, precisamente, por esto: por gusto, por la imposibilidad vital y racional de ser otra cosa.
Bien lo expusiera Gregorio Mara?¨®n en sus Ensayos liberales cuando escrib¨ªa: "Ser liberales es, precisamente, estas dos cosas: primero, estar dispuesto a entenderse con el que piensa de otro modo; segundo, no admitir jam¨¢s que el fin justifica los medios, sino que, por el contrario, son los medios los que justifican el fin. El liberalismo es, pues, una conducta y, por tanto, mucho m¨¢s que una pol¨ªtica. Y, como tal conducta, no requiere profesiones de fe, sino ejercerla de un modo natural, sin exhibirla ni ostentarla. Se debe ser liberal sin darse cuenta, como se es limpio o como por instinto, nos resistimos a mentir".
En C¨¢diz, en la Constituci¨®n de 1812, se insiste en la misma idea de Covarrubias y Cervantes. El liberal es el amante de la liberalidad, la dadivosidad, el desinter¨¦s, el despego, el desprendimiento, la esplendidez, la guapeza, incluso la hidalgu¨ªa, largueza, rumbo y tron¨ªo. As¨ª pues, en espa?ol, el liberalismo es sin¨®nimo de la cualidad propia del liberal; es decir, del conjunto de ideas y conductas que amparan y defienden entra?ablemente la libertad social e individual. Podr¨ªamos ensayar una definici¨®n del liberalismo diciendo que no es sino la organizaci¨®n social de la libertad de todos.
Nada m¨¢s lejos, pues, del esp¨ªritu liberal que el dogmatismo partidario, incluido, claro, el de los liberal-leninistas (en magn¨ªfica expresi¨®n de Rubert de Vent¨®s) o los neoconservadores al uso, que reducen este t¨¦rmino a una expresi¨®n exclusiva de mercantilismo anarco-conservador y a la socorrida teor¨ªa del Estado m¨ªnimo y de la privatizaci¨®n del derecho y de las instituciones democr¨¢ticas representativas.
En Espa?a, hoy d¨ªa, no existe un partido liberal. Ignoro si tal opci¨®n, aquella que prima al individuo y a la sociedad civil frente al Estado, podr¨¢ tener cabida en nuestro futuro institucional. No, desde luego, con nuestra actual ley electoral (que, a mi juicio, cabe mejorar reform¨¢ndola por consenso y con alcance universal). Ahora bien, lo que s¨ª cabe afirmar es lo siguiente: el PP no es un partido liberal, habiendo, como hay, liberales en el PP; el PSOE no es un partido liberal, habiendo, como hay, social-liberales en la izquierda espa?ola..., y no tenemos tercera opci¨®n.
?De qu¨¦ opci¨®n hablo? Del necesario centro democr¨¢tico y liberal. Una opci¨®n de esa naturaleza estabilizar¨ªa nuestro sistema parlamentario; influir¨ªa de forma decisiva en nuestra pol¨ªtica general, y ayudar¨ªa a vertebrar m¨¢s y mejor la realidad espa?ola. Sin ataque alguno a los nacionalismos democr¨¢ticos, donde tambi¨¦n, claro es, hay liberales (y tradiciones liberales, como por ejemplo el fuerismo liberal vasco o gran parte del nacionalismo democr¨¢tico catal¨¢n); practicando con ellos el di¨¢logo y la b¨²squeda de acuerdos y consensos generales en el seno del Estado de derecho y dentro del marco que establece la Constituci¨®n.
Ese espacio liberal, que busque conjugar lo mejor del pensamiento de Stuart Mill, Condorcet o I. Berlin, es absolutamente necesario en Espa?a. Un liberalismo profundamente democr¨¢tico, que cree en la libertad del mercado, por supuesto, pero siempre dentro de la ley, el derecho y el Estado. Un liberalismo institucionalista, que combina la libertad soberana del individuo con su plasmaci¨®n concreta en las instituciones democr¨¢ticas que la amparan, justifican y avalan. Un liberalismo europe¨ªsta, que no reniega de la relaci¨®n Uni¨®n Europea-Estados Unidos, pero no proclama el modelo americano como el futuro del modelo social, econ¨®mico, pol¨ªtico y jur¨ªdico europeo. Un liberalismo que apuesta por la globalizaci¨®n humanizadora para todas las sociedades del planeta, que tienen derecho, lo mismo que las nuestras, a la libertad y a la democracia. Y que lo haga fomentando los foros internacionales que amparan el derecho y la legalidad internacionales. En suma, un liberalismo humanista por cuyo futuro conviene trabajar desde ahora mismo en Espa?a.
Joaqu¨ªn Calomarde, ex diputado al Congreso, es catedr¨¢tico y escritor.
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