?Ser o no ser un Goya, o un Anguissola?
Cisma entre los amantes del arte: de un d¨ªa al otro, se decreta que uno de los goyas m¨¢s conocidos, El coloso, no es de Goya. La gota que derrama el vaso de las sospechas ("las siluetas no est¨¢n delineadas", "los rayos X muestran un esbozo de la figura principal en posici¨®n distinta", "parece un pastiche" -rebatibles, aunque ya se ver¨¢ la argumentaci¨®n que publiquen-) fue el descubrimiento de dos iniciales, A y J, que coinciden con las del nombre de Asensio Juli¨¢, disc¨ªpulo y asistente de Goya, a quien ¨¦ste pint¨® escribiendo a su lado "mi amigo". Seg¨²n algunos expertos, no hay ning¨²n descubrimiento, las supuestas iniciales en la tela son un n¨²mero que se ha identificado tiempo atr¨¢s y que corresponde al que el cuadro ten¨ªa en el inventario del legado de la mujer de Goya, muerta en 1812, donde se le nombra como Un gigante, un ¨®leo sobre tela que pasa a ser propiedad del hijo, Javier, quien lo vende a Pedro Fern¨¢ndez Dur¨¢n, y que el 2 de septiembre de 1930 lo lega al Museo del Prado.
Las obras de Anguissola se adjudicaron a Zurbar¨¢n, Moro, Tiziano, El Greco, Bronzino, Van Dyck o posiblemente Leonardo
Las interpretaciones sobre El coloso son variopintas y a menudo contradictorias, todas enriquecen la pintura. Si se fija la nueva atribuci¨®n, ¨¦sta no debiera quitar sentido(s) a El coloso -ni gloria, ni fama-. Tampoco lastimar¨ªa ni ayudar¨ªa a Goya, ni lo afinar¨ªa, como afirma Juliet Wilson Bareau en EL PA?S, porque la verdad es que no hace falta sacarle punta a este artista. No es el caso de otras muchas atribuciones tambaleantes (o francamente erradas). Hay algunas que realmente pueden definir, borrar o distorsionar a un artista.
Para muestra, un bot¨®n: Sofonisba Anguissola (Cremona, 1532-N¨¢poles, 1625), muy querida en su tiempo (la admiraron Miguel ?ngel y Van Dyck, la apreci¨® Vassari, su obra form¨® parte de las m¨¢s calificadas colecciones -como la del romano Fulvio Orsini que pasar¨ªa a los Farnese, en su inventario hay cuatro sofonisbas, acompa?ados de tizianos y leonardos-), y que a su muerte pas¨® al olvido. Sus obras se adjudicaron a Zurbar¨¢n, Moro, Tiziano, S¨¢nchez Coello, Bronzino, Moroni, Greco, seg¨²n Herbert Cook incluso a Van Dyck y posiblemente a Leonardo.
Cuando en 1559 lleg¨® a la corte de Felipe II como dama de la reina Isabel de Valois, Sofonisba Anguissola ya ten¨ªa obra, hab¨ªa pintado c¨¦lebres escenas dom¨¦sticas, algunos memorables retratos de humanistas o colegas, y autorretratos, como har¨ªa el resto de su vida. Durante su estancia en la corte filipina, reformul¨® su oficio, lo enriqueci¨® con las exigencias del retrato palaciego, la diplomacia requerida y la influencia de otros artistas -Moro, Tiziano, los flamencos que conformaban la espl¨¦ndida colecci¨®n de pintura que hab¨ªa tra¨ªdo consigo Mar¨ªa de Hungr¨ªa a Madrid-. As¨ª llegara a pintar un lienzo que se consider¨® la quintaesencia de la pintura espa?ola, El retrato de la ni?a con el enano (en la colecci¨®n del marqu¨¦s de Gri?¨®n), Sofonisba conserv¨® siempre un no s¨¦ qu¨¦ italiano.
Por su papel en la casa de la reina, Sofonisba Anguissola no firm¨® los lienzos que pint¨® para la corte. El retrato de la ni?a con el enano fue atribuido, como otras pinturas de la Anguissola, a S¨¢nchez Coello, su contempor¨¢neo, quien estuvo a cargo de decenas de reproducciones de sus retratos, pues Sofonisba no tuvo taller. Un caso de atribuci¨®n que sigue en debate es el de la pintura conocida como La dama del armi?o, o Infanta Catalina Micaela, o Jer¨®nima de las Cuevas, o La hija del Greco dependiendo de qui¨¦n mente el retrato. La pintura est¨¢ en Glasgow, en la Pollock House. Hasta hoy, unos convencidos afirman que es de El Greco, otros dan la autor¨ªa a Sofonisba Anguissola.
La dama del armi?o no viste armi?o, sino piel de lince. El an¨¢lisis que la especialista Carmen Bernis hizo de su vestido consigui¨® fechar con exactitud el retrato e hizo posible compararlo con otros de El Greco del mismo periodo (retrato de Dama con flor) y ver, como apunta la cr¨ªtica de arte Mar¨ªa Kusche, que "es inmensamente m¨¢s suelta y pastosa que la del retrato de Glasgow..., no existe ninguno de los detalles minuciosos que se ven en La dama del armi?o". La cara de la mujer es id¨¦ntica a la de la infanta Catalina Micaela en otros retratos realizados por Anguissola, y muy parecida a la de la ni?a de El retrato de la ni?a con el enano, que es (como la ha identificado Mar¨ªa Kusche) Margarita de Saboya, hija de Catalina Micaela (una ni?a con rasgos casi adultos, como si la artista, que fue muy cercana a la infanta desde su nacimiento, pintara en su hija m¨¢s que otra cosa el parecido con la adulta).
Las similitudes entre otros anguissolas y esta pintura no radican s¨®lo en la modelo: otros retratos de Sofonisba, sobre todo los de su madurez, se le parecen sobremanera, en la composici¨®n y en la realizaci¨®n. Algunos de los bi¨®grafos y estudiosos de El Greco tienen d¨¦cadas de haber escrito que no conf¨ªan en dicha atribuci¨®n (Pita Andrade, en 1981, "negando algunos que sea de El Greco"; Jos¨¦ Gudiol, en 1982; Fernando Mar¨ªas, en 1997, entre otros). Es verdad que en el inventario de 1621 de El Greco se menciona Un retrato de mujer bosquejado -pero no parece responder a nuestra bella detallada-.
Es tan sencillo seguirle la pista a El coloso de Goya como dif¨ªcil rastrear las andanzas de las pinturas de Sofonisba Anguissola. Podemos imaginar algunas viajando en la carga que Jos¨¦ Bonaparte sac¨® de Espa?a, los tesoros saqueados al Palacio Real que fueron robados en el trayecto y que arribaron por casualidad a las manos del duque de Wellington, quien tuvo la intenci¨®n de devolverlos, pero el ministro de Espa?a en Inglaterra rechaz¨® su oferta, regal¨¢ndole el "bot¨ªn". De cierto podemos afirmar algunas cosas: un par de las pinturas de Sofonisba entraron al Ermitage con otras espa?olas, donde a¨²n permanecen. Llegan ah¨ª de la mano del banquero Coesvelt, de Amsterdam, quien vivi¨® en Espa?a durante la guerra de Independencia y supo aprovechar las aguas revueltas para hacerse con la colecci¨®n que vende a Alejandro I de Rusia.
Por lo menos dos obras m¨¢s de Sofonisba corrieron otra aventura azarosa. Formaron parte de la galer¨ªa espa?ola de Luis Felipe en el Louvre de Par¨ªs, adonde llegaron ya atribuidas a otros pintores: Retrato de una joven dama, que pas¨® por ser del Moro, de Bronzino y de S¨¢nchez Coello (¨²nica pintura de Sofonisba Anguissola en exhibici¨®n permanente en Madrid, en el Museo L¨¢zaro Galdiano, y, antes de regresar la autor¨ªa a su leg¨ªtima hacedora), y La dama del armi?o, que cosech¨® enorme admiraci¨®n. Valga agregar que las falsas atribuciones en la galer¨ªa espa?ola de Luis Felipe fueron muy comentadas en su ¨¦poca, aunque no las de Sofonisba. La galer¨ªa espa?ola termin¨® su corta vida cuando el rey Luis Felipe fue depuesto, diez a?os despu¨¦s, y se le restituy¨® su colecci¨®n ("est¨²pidamente", calificar¨ªa Baudelaire). El destronado la llev¨® consigo a Inglaterra, y a su muerte se subast¨® en Londres.
A mi parecer, tambi¨¦n El Greco sale mal parado por la atribuci¨®n de La dama del armi?o. El Greco tiene indudables virtudes propias y una personalidad inconfundible. Al forzarlo a la comparaci¨®n con esta pieza le han hecho tragar a su prestigio comentarios no siempre halagadores, como uno, absurdo, repetido por varios: El Greco distorsiona voluntariamente sus figuras y colores, para marcar distancia con Tiziano y hacerse de un estilo propio. Hubo quien afirm¨® que si no lo hiciera, hubiera sido un gran pintor..., ?como lo comprueba La dama del armi?o!
Pero no todo han sido p¨¦rdidas para El Greco con esta atribuci¨®n, recibi¨® grandes elogios por esta espec¨ªfica pintura: "Ejecuci¨®n cuidadosa de una delicada introspecci¨®n psicol¨®gica...", "entiende la psicolog¨ªa de las mujeres", "llamarle chef-d'ouvre no es exageraci¨®n..., no ha habido una penetraci¨®n m¨¢s profunda que la presente en esta peque?a pintura en el enigma de la belleza femenina, jam¨¢s un pincel ha mostrado la noci¨®n de una manera m¨¢s exquisita...". El ingl¨¦s Stirling Maxwell (1818-1878), quien poseyera La dama del armi?o, dijo: "Vel¨¢zquez nunca lo sobrepas¨®". Este coleccionista, amante del arte espa?ol, tuvo ocho grecos provenientes de la galer¨ªa Luis Felipe del Louvre: ser¨ªa imprescindible rastrear cu¨¢l o cu¨¢les otros son falsas atribuciones. Y, como dice Herbert Cook, tambi¨¦n habr¨ªa que buscar a Sofonisba en las colecciones espa?olas (quien cita a Argote de Molina, una menci¨®n, de 1582, de un retrato de Isabel de Valois en el Pardo, ?tal vez la que se exhibe en la exposici¨®n del Prado Retrato del Renacimiento con la atribuci¨®n a Sofonisba -aunque en la p¨¢gina web del museo se la atribuya a Juan Pantoja de la Cruz-).
Un detalle m¨¢s en esta reuni¨®n de celebraciones de La dama del armi?o es que C¨¦zanne hizo una copia muy libre (bas¨¢ndose a su vez en una copia, no tan libre), y llam¨® a El Greco "creador del arte moderno". Valga recordarlo para preguntarnos: ?cu¨¢l fue la huella de Sofonisba Anguissola en otros artistas? ?Por qu¨¦ se la borr¨®? ?Irrit¨® al esp¨ªritu del XVIII y el XIX la memoria de una mujer exitosa, arist¨®crata, astuta, quien, desoyendo consejos y brinc¨¢ndose formulismos sociales, se cas¨® a los cincuenta a?os con un hombre a quien le doblaba la edad, Orazio Lomellini, capit¨¢n del barco genov¨¦s que la sac¨® de Sicilia despu¨¦s de su primera viudez? -?perdi¨® al primer marido a manos de los piratas?-. ?O su desaparici¨®n comenz¨® m¨¢s temprano porque su amistad con Felipe II le hab¨ªa ganado envidias y rencores que quisieron cobrar factura a la muerte de la artista?
?O esa melancol¨ªa que deambula en sus lienzos le jug¨® la mala pasada, causando un im¨¢n desviado (amarlos, ?pero como si no fueran de ella, como si el gusto pasara por un proceso de despojo tambi¨¦n melanc¨®lico)?
?O es que Sofonisba Anguissola desapareci¨® "naturalmente", devorada por artistas m¨¢s apetecibles?
El hecho es que pelear atribuciones puede no ser un deporte banal sino algo realmente significativo. Es necesario rebatirlas o reconsiderarlas cuando construyen la imagen de alg¨²n artista, o m¨¢s todav¨ªa, la historia de la pintura. Y se comprender¨¢ m¨¢s la naturaleza misma del arte, un gigante o coloso que a menudo, ?al¨¢s!, nos da la espalda, no dej¨¢ndonos verle el rostro.
Carmen Boullosa (Ciudad de M¨¦xico, 1954) acaba de publicar la novela La virgen y el viol¨ªn (Siruela) sobre la vida de Sofonisba Anguissola
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