"Para ser feliz hay que ser austero"
Toni Nadal fue un ni?o internado en un colegio de Palma, donde el director, amigo de sus padres, le dec¨ªa: "En esta vida hay que aprender a conjugar el verbo aguantarse. Yo me aguanto, t¨² te aguantas y ¨¦l...". Aguant¨® Toni lo suyo, tenis de d¨ªa y clases de Historia y Derecho de noche, y por ese camino de estudios inacabados termin¨® siendo la mirada de acero que dirige a Rafael Nadal, su sobrino, tetracampe¨®n de Roland Garros y este a?o rey de Wimbledon.
"Y eso es lo que no hace la gente hoy en d¨ªa", dice el t¨¦cnico. "Aguantarse. Todo son pegas. Sin darle un concepto religioso, la gente es menos sacrificada. Eso es lo que he intentado transmitirle a Rafael. Le digo: 'Aunque a ti te vayan las cosas muy bien, aunque tengas dinero y ¨¦xito, tendr¨¢s que aguantarte, porque habr¨¢ cosas que no podr¨¢s controlar. Morir¨¢ un familiar. Te dejar¨¢ la novia. Y te tendr¨¢s que aguantar'. Eso se tiene que entrenar, lo mismo que en el tenis el drive. Es fundamental para ser m¨¢s feliz y mejor persona".
Cada torneo es su ocasi¨®n para visitar museos. Pero su sobrino se escaquea
Detr¨¢s de Rafa Nadal -que anoche venci¨® al ecuatoriano Nicol¨¢s Lapentti en cuartos de final del torneo de Cincinnati- y todos sus silenciosos rituales para controlar los tiempos del partido y elegir los mejores caminos hacia la victoria est¨¢n Toni Nadal y su visi¨®n espartana de la vida. Detr¨¢s del t¨¦cnico, sin embargo, tambi¨¦n laten el hombre interesado por la historia de Roma y de la II Guerra Mundial; las reflexiones escandalizadas sobre las figuras de Speer y Von Ribbentrop en la Alemania nazi y el gusto por el arte. Cada torneo, cada viaje guiando la carrera del n¨²mero dos, es una posibilidad para Uncle Toni, que le dicen los anglosajones. El t¨¦cnico visita el MOMA en Nueva York, disfruta del Louvre en Par¨ªs, y siempre vuelve a sus queridos pintores impresionistas en el Mus¨¦e d'Orsay. All¨ª, mientras se pierde entre lienzos de C¨¦zanne, quiz¨¢s antes de detenerse ante su admirado Le Bal au Moulin de la Galette de Renoir, Nadal, el t¨ªo, sigue macerando su discurso, que es el de la exigencia constante, y que ha transmitido a su sobrino desde los d¨ªas en los que ¨¦ste era un ni?o convencido de que su t¨ªo pod¨ªa hacer llover o convertirle en invisible. Nadal, el zurdo que debi¨® elegir entre la pesca, el f¨²tbol y el tenis, se libr¨® de museos. Del resto, no. El mallorqu¨ªn naci¨® con el cuerpo de un atleta. Aprendi¨® y sigue aprendiendo los golpes de un maestro. Y ayer, hoy y siempre mantuvo un relativismo vital y una insatisfacci¨®n permanente, transformada en deseo de mejora, que es la marca indeleble de una vida pasada en compa?¨ªa de su entrenador.
"No he sido estricto con ¨¦l s¨®lo porque crea que eso es lo que da la posibilidad del ¨¦xito", argumenta su t¨ªo, que tiene tres hijos. "Maradona, Romario, Ronaldinho, distintos tenistas... no tuvieron un comportamiento estricto. No soy tan tonto como para creer que por esta actitud Rafa est¨¢ arriba, pero me gusta como enfoque vital. Esto es un juego. Creerse alguien por jugar al tenis ser¨ªa tan est¨²pido como creerse alguien por jugar bien al escondite".
Nadal, el tenista, rechaz¨® ocupar un hotel de lujo en uno de sus primeros viajes a Australia. Se encontr¨® una carta con todos los fallos cometidos nada m¨¢s conquistar su primer grande. Y aprendi¨® qu¨¦ es lo que debe comer un deportista cuando perdi¨® un partido entripado de cruasanes con nocilla. Detr¨¢s de cada uno de esos movimientos, formando a la persona y al deportista, siempre estuvieron Toni, sus c¨®mplices gestos, su cari?o indisimulado y sus audibles silencios. En su ausencia, los pecados. Nunca rompi¨® el campe¨®n una raqueta de tenis. Y, sin embargo, observa su t¨ªo, ya lleva varios mandos de consola destrozados.
"Me gustaba que Rafael fuera austero", explica el t¨¦cnico. "Pasamos muchas horas juntos y fui un tipo duro con ¨¦l. No le qued¨® m¨¢s remedio que adaptarse a mi forma de ver la vida.Ya desde los tiempos de los fil¨®sofos griegos se cuestionaba de d¨®nde ven¨ªa la felicidad y si se llegaba a ella por el trabajo o el placer. Los estoicos o los hedonistas", observa Toni, siempre amable. "Yo creo que a la felicidad se llega antes por el trabajo y la disciplina. Es lo que quisiera de mis hijos. Es mejor para lo sociedad que no tuvieran apetencia de todo. Abusamos de lo material. Es en lo que intento encauzarles. Eso no significa tener una actitud dictatorial, pero en esta sociedad parece que est¨¦ mal vista la disciplina. Y la disciplina, como el respeto, es necesaria".
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