En cualquier fiesta
1Sin jam¨¢s haberlo visto, Ingrid Bergman le escribi¨® desde Norteam¨¦rica: "Se?or Roberto Rossellini, si necesita usted una actriz sueca que habla muy bien el ingl¨¦s, que no ha olvidado su alem¨¢n, que chapurrea el franc¨¦s, y que en italiano s¨®lo conoce ti amo, estoy dispuesta a acudir y hacer un filme con usted".
2Hay una frase atribuida a ?tienne de Beaumont, pero que yo recog¨ª del doble CD del recopilatorio de La Mode; dice: "Las fiestas se dan sobre todo para aquellos a los que no se invita". Es cierto. Las fiestas, como la poes¨ªa, atraen por lo que tienen de ausencia, por los silencios. Se organizan con el deseo puesto en quien te gustar¨ªa que estuviera y sabes que es imposible que est¨¦. Por eso toda fiesta tiene sus invitados secretos, por eso las fiestas impactantes son aquellas en las que el contexto y decorado nada tienen que ver con los asistentes: la escenificaci¨®n de una fantas¨ªa secreta. El otro d¨ªa, en una fiesta
Adoro la tele. Sobre todo, los anuncios. Suelo tenerla encendida todo el d¨ªa, sin sonido; es como la ventanilla de un tren, un paisaje que veo sin mirar. S¨®lo me siento y subo el volumen cuando hay anuncios
[verano, cielo descubierto, jardines y un patio], comenc¨¦ a pensar que todos hab¨ªamos llevado a nuestros invitados imposibles, nuestros fantasmas, que disfrutaban de una fiesta paralela, all¨ª, entre nosotros [siempre se termina la bebida demasiado pronto. ?Ad¨®nde ha ido? Siempre pones una canci¨®n y a la mitad comienza a sonar otra. Siempre te fijas en alguien y cuando vas a buscarlo ha desaparecido]. Entonces se me acerca un tipo al que cre¨ª Ray Loriga; se identific¨® como Rilke
[en efecto, pens¨¦ en el asombroso parecido entre el novelista y el poeta]; nos estrechamos la mano. Tras unos momentos de silencio me dice: "He determinado el peso Internet calculando la suma del peso de todos los electrones que circulan por la Red, y sale exactamente 49 gramos". Eso nos llev¨® a una copa. Me cont¨® que hab¨ªa nacido en 1851, y que de peque?o su madre le hab¨ªa obligado a vestirse de ni?a hasta los cinco a?os por no haber superado la muerte de una hija. Hablamos tambi¨¦n de lo extra?os que son los gemelos, le coment¨¦ algo del 11-S , le dije que admiraba su poes¨ªa, y a mi pregunta de con qui¨¦n hab¨ªa venido a la fiesta, apurando el gin-tonic respondi¨®: "Con Bin Laden". "Ah", dije, "as¨ª que eres la fantas¨ªa de otra fantas¨ªa". "Eso es, eso es", respondi¨®, y volv¨ª a preguntar: "Y t¨², a su vez, ?has tra¨ªdo alguna fantas¨ªa?", e hizo un giro r¨¢pido con la copa vac¨ªa para se?alarme y responder: "A ti". Nos servimos otra, sonaba al fondo Sexy boy, de Air. "Creo que el d¨ªa que Internet se haga tan grande que su peso supere al de la Tierra, el planeta ascender¨¢ a objeto virtual en s¨ª mismo, ¨¦se es el apocalipsis al que se refieren los textos sagrados", coment¨® con aplomo en la tercera. Asent¨ª preocupado. Despu¨¦s se fue. Amanec¨ªa. De camino a casa pens¨¦ que en las fiestas siempre amanece demasiado temprano, pero que eso ya no es culpa de los invitados invisibles, sino de los millones de e-mails, que aceleran todos los movimientos del planeta.
3 Llegu¨¦ a casa y no me acost¨¦. Encend¨ª la tele. Adoro la tele. Sobre todo los anuncios. Suelo tenerla encendida todo el d¨ªa, con el volumen a 0, es como la ventanilla de un tren, un paisaje que veo sin mirar, me hace compa?¨ªa. S¨®lo me siento y subo el volumen cuando hay anuncios. Creo que la relaci¨®n de cada cual con la tele es la de dos rectas paralelas: nunca se cortan; por muchos esfuerzos que hagas, nunca llegas a vivir en la tele, ni ella en ti, pero dar¨ªas un brazo porque eso ocurriera. S¨®lo en la publicidad se puede dar por unos instantes ese trasvase entre mundos paralelos, porque la publicidad es real, el objeto existe, al final vas al supermercado y compras lo anunciado. Por eso comprar produce tanto placer. Sin quitarme la corbata ni los zapatos, y a¨²n con el recuerdo muy presente de Rilke, me hice un caf¨¦ y llen¨¦ la bandeja de magdalenas, esas de envase individual de celof¨¢n. Las siete de la ma?ana, estaba a¨²n el telediario de TVE Canal 24 Horas, lo emiten toda la noche en loop. La presentadora, Raquel Mart¨ªnez, gesticulaba en la pantalla. Me encanta c¨®mo gesticula Raquel Mart¨ªnez, me ha acompa?ado muchas noches de nada que hacer, me recuerda a Ingrid Bergman. Adem¨¢s de la tele, otra manera de paliar la soledad es dejar cada noche la mesa desordenada: cuando te levantas te da la sensaci¨®n de que en casa hay alguien m¨¢s. Supongo que una casa tambi¨¦n se monta para vivir bajo el mismo techo que otro habitante simulado. Pero la manera de sentirte m¨¢s solo, el error fatal, es comprar un sof¨¢ de dos plazas, porque necesariamente alude a la presencia de otra persona. Mi sof¨¢ no es de dos plazas. Llegaron los anuncios. La fregona m¨¢gica. El desatascador multifunci¨®n. Un indicador de sociedad realmente evolucionada es la invenci¨®n de objetos in¨²tiles. Hace a?os, mi hobby consist¨ªa en hacer guiones de anuncios, los hac¨ªa para nada, claro est¨¢, para m¨ª, como otros leen novelas, para imaginar que alg¨²n d¨ªa yo ascender¨ªa a un ser tan evolucionado como el tiempo que me ha tocado vivir. Por ejemplo:
"Despu¨¦s de comer, chaparr¨®n de luz sobre Mallorca. El modista dormita en la habitaci¨®n del fondo mientras en la mano del pintor, sentado en el porche, rotan uno en torno a otro dos huesos de aceituna. Hasta que atardece, y Balenciaga se levanta, se frota los ojos, y le dice a Joan Mir¨®: '?Sabes, Joan?, t¨² tienes suerte. Para hacer una obra maestra te bastas t¨²; yo necesito m¨¢s de quinientas personas'.
Se sirven vino. Por turno bostezan.
[Para Intel; microprocesadores]".
4?Y los desechos, vasos, latas, colillas y palabras de los invitados fantasma a las fiestas? ?A qu¨¦ contenedor van?
Sin jam¨¢s haberlo visto, Ingrid Bergman le escribi¨® desde Norteam¨¦rica: "Se?or Roberto Rossellini, si necesita usted una actriz sueca que habla muy bien el ingl¨¦s, que no ha olvidado su alem¨¢n, que chapurrea el franc¨¦s, y que en italiano solo conoce ti amo, estoy dispuesta a acudir y hacer un filme con usted".
Esa carta fue durante a?os mi invitada fantasma a las fiestas. La guard¨¦ durante mucho tiempo, incluso cuando ya hab¨ªa dejado de serlo. Despu¨¦s, en una mudanza, la tir¨¦. Habr¨¢ muchas vidas, pero la basura es la misma para todas. De ah¨ª el inter¨¦s del reciclaje, siempre parece que trae consigo algo a?adido, algo que se parece mucho a la magia, pero que no es magia: lo que de imaginado le sobra al d¨ªa. -
Agust¨ªn Fern¨¢ndez Mallo es autor de la novela Nocilla Experience y del poemario Carne de p¨ªxel
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