Europa en el limbo
Visit¨¦ Europa por primera vez en 1950. Las heridas de la II Guerra Mundial eran visibles. Ciudades destruidas. Poblaciones empobrecidas. Tarjetas de racionamiento. Todo lo resumi¨®, con una est¨¦tica del m¨¢s l¨²cido terror, Max Ernst en su pintura Europa despu¨¦s de la lluvia, expuesta en una galer¨ªa de la Place Vend?me de Par¨ªs. All¨ª, el otro gran genio del surrealismo (Luis Bu?uel era su par) convert¨ªa la cat¨¢strofe europea en un paisaje desolado de roca cadav¨¦rica iluminada apenas por el sol de un eclipse.
Si Max Ernst daba la respuesta est¨¦tica a la guerra, tres estadistas buscaban la respuesta pol¨ªtica. Francia y Alemania iniciaron las guerras de 1870, 1914 y 1939. Establecer un pacto de la concordia entre ambas naciones parec¨ªa -y era- el presupuesto de la paz. El canciller franc¨¦s, Robert Schuman, el canciller alem¨¢n, Konrad Adenauer y el gran internacionalista franc¨¦s Jean Monet construyeron una alianza de cooperaci¨®n franco-germana que ha sido garante de la paz europea durante casi seis d¨¦cadas. Pero Alemania estaba partida por la mitad debido a la pol¨ªtica estalinista de crear una zona de seguridad para la URSS, del r¨ªo Elba a la frontera ruso-polaca. La Cortina de Hierro aisl¨® a media Alemania y todo el Este europeo se priv¨®, asimismo, de la recuperaci¨®n econ¨®mica auspiciada por el Plan Marshall, originalmente propuesto tanto al Occidente como al Oriente europeos.
Vuelvo a Europa y contemplo un baj¨®n econ¨®mico y muchos errores pol¨ªticos
?Hasta qu¨¦ punto se ha da?ado la relaci¨®n franco-alemana?
El Plan Marshall, es cierto, no era inocente. Al finalizar la guerra, Estados Unidos ten¨ªa un tr¨ªo de estadistas (el presidente Harry Truman y los secretarios de Estado George Marshall y Dean Acheson) que miraban lejos y entend¨ªan dos cosas: que la recuperaci¨®n econ¨®mica de Europa era la mayor barrera contra la expansi¨®n sovi¨¦tica y que Estados Unidos demandaba una econom¨ªa europea resucitada para ampliar y fortalecer el propio mercado norteamericano.
Que los pa¨ªses del Occidente europeo, recuper¨¢ndose econ¨®micamente, afirmar¨ªan cada vez m¨¢s su independencia pol¨ªtica, era previsible. Que los del Oriente quedasen sujetos al Kremlin, tambi¨¦n lo era, como lo demostraron los intentos de democratizaci¨®n del socialismo en Hungr¨ªa y Checoslovaquia. Que el sistema entero se traduc¨ªa en baja producci¨®n, bajo consumo y excesivo gasto militar, auguraba, como lo vio al cabo Mija¨ªl Gorbachov, el desplome del mismo.
La comunidad europea sali¨® fortalecida del fin de la guerra fr¨ªa. Pero si se acab¨® la neta confrontaci¨®n ideol¨®gica capitalismo-comunismo mediante un sistema mixto de capitalismo con amplias garant¨ªas sociales, surgieron a llenar el vac¨ªo ideol¨®gico diferencias ¨¦tnicas, religiosas, nacionales, y un imprevisto: la migraci¨®n de las antiguas colonias africanas a las viejas metr¨®polis europeas.
Si evoco este trasfondo es s¨®lo para admitir que la pujanza econ¨®mica de Europa parec¨ªa tolerar estos desaf¨ªos internos y externos. Lo que hoy se pone en duda no es ya el desaf¨ªo externo, sino la catarata de males internos. Ausente de Europa desde hace seis meses, me alarma elcambio que percibo en este verano de 2008. El aumento del precio de la gasolina a 145 d¨®lares por barril amenaza la cultura del autom¨®vil e impone restricciones a la circulaci¨®n. El centro de Londres le es vedado al autom¨®vil privado para favorecer el transporte colectivo. Par¨ªs se convierte en un vel¨®dromo de motonetas y motocicletas. Al precio del combustible se a?ade ahora el de la alimentaci¨®n, comentado hace meses en estos art¨ªculos como una posibilidad que hoy es un hecho: el precio del alimento en Europa ha ascendido en un 40% en el ¨²ltimo cuarto y la escasez amenaza a numerosos productos. Los valores inmobiliarios descienden (en un 20% s¨®lo en Inglaterra) pero los intereses bancarios ascienden. El empleo sufre una merma dolorosa. S¨®lo en Espa?a, las excelentes reformas sociales del Gobierno de Zapatero (derechos de la familia, igualdad sexual, modernizaci¨®n civil) resultan insuficientes para darle la cara a las exigencias de la productividad, el crecimiento y la competitividad en crisis. Abordando estos temas, Zapatero pierde popularidad, pero acaso obliga a Espa?a a ver la realidad: la bonanza se ha detenido, las vacas flacas han llegado, la realidad econ¨®mica debe ser vista con tanta imaginaci¨®n como, hasta ahora, la realidad social. El valor pol¨ªtico se mide en la adversidad tanto o m¨¢s que en la fortuna.
A?¨¢dase a este brusco descenso econ¨®mico una serie de graves fallas pol¨ªticas. En su intento de actividad indisciplinada, el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, va dejando una serie de iniciativas incumplidas y otras que sustituyen lo indeseado con lo imposible. La uni¨®n mediterr¨¢nea propuesta por Sarkozy ten¨ªa que irritar profundamente a Alemania, excluida del Mare Nostrum en tanto que le daba a Turqu¨ªa un postre ins¨ªpido a cambio de la exclusi¨®n de Ankara del gran banquete europeo. El proyecto mediterr¨¢neo se ha desangrado para quedar como un documento de buenas intenciones. ?Hasta qu¨¦ punto se ha da?ado, tambi¨¦n, la relaci¨®n franco-germana, piedra angular del edificio europeo?
El ingreso a la Uni¨®n Europea de los pa¨ªses menos desarrollados del Este -y a¨²n de los m¨¢s pr¨®speros- crea aplazamientos, desniveles y fricciones, entre ellas las de la migraci¨®n Este-Oeste, que, aunada a la migraci¨®n de ?frica a Europa, da lugar a tensiones que ponen a prueba numerosos datos de la integraci¨®n europea. El primero, la capacidad o incapacidad de integrar al trabajador africano a la econom¨ªa del Norte. Enseguida, la manera de regular la corriente migratoria cumpliendo la ley pero sin violar los derechos humanos de los migrantes. Tercero, la incapacidad de las econom¨ªas africanas para retener a sus propios trabajadores y la debilidad de los programas africanos de construcci¨®n nacional. Y cuarto, la falta de protecci¨®n al trabajo y la presencia de reg¨ªmenes autoritarios o de desorden pol¨ªtico en partes de ?frica: de la dictadura de Mugabe en Zimbabue al hambre fatal de Darfur.
Silvio Berlusconi, el buf¨®n de la pol¨ªtica italiana, se permite lamentar la ausencia de grandes figuras en el tablero europeo. Creo que el problema no son los l¨ªderes: el problema son los problemas y en el mundo globalizado lo que sucede en Europa se repite, en grados mayores o menores, en otras partes. La migraci¨®n laboral. El precio de los combustibles. El precio de la alimentaci¨®n. Los intereses en ascenso. Los valores inmobiliarios a la baja. La crisis financiera. Y el espectro l¨ªvido de la inflaci¨®n.
Carlos Fuentes es escritor.
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