"Mi mujer la tolera si no pasa del garaje"
El polic¨ªa David Rodr¨ªguez ha reunido m¨¢s de 5.000 piezas relacionadas con su profesi¨®n
David Rodr¨ªguez Mart¨ªnez se hizo polic¨ªa local de Rub¨ª a los 22 a?os. Tiene 41 y hace 13 comenz¨® una colecci¨®n de objetos relacionados con su profesi¨®n. Desde entonces ha reunido m¨¢s de 5.000 piezas, b¨¢sicamente escudos y placas de 210 pa¨ªses, incluyendo islas y colonias. "S¨®lo me faltan 10 archipi¨¦lagos remotos para tenerlos todos", explica el coleccionista mientras exhibe varias cajas con insignias pendientes de enmarcar. Con todo, es capaz de precisar que tiene 3.662 escudos de cualquier rinc¨®n del planeta y que 414, por ejemplo, proceden de Estados Unidos. Otros 487 son de ciudades espa?olas y entre las rarezas figuran los escudos de la polic¨ªa de las 27 provincias de Indonesia. "Lo tengo todo inventariado, porque si no ser¨ªa imposible hacer memoria".
Lo que m¨¢s sorprende de una colecci¨®n as¨ª es que no haya ninguna porra y tan s¨®lo una pistola
Una colecci¨®n as¨ª s¨®lo es posible si se dispone de espacio. En su caso, una vivienda unifamiliar. "Mi esposa no quiere saber nada. Me tolera la colecci¨®n, pero siempre que no pase del garaje. Yo me cuido de conservar las piezas y del mantenimiento". Los 70 metros cuadrados de la planta baja quedaron peque?os hace tiempo. En las paredes no sobra un solo hueco para colocar un cuadro m¨¢s con escudos. "Este es precioso y no tiene precio. Es de la polic¨ªa territorial del S¨¢hara, poco antes de la Marcha Verde", explica orgulloso mientras lo descuelga de la pared. "Y mira ¨¦ste, qu¨¦ guapo. Son los escudos conmemorativos de todos los cuerpos que participaron en el 11-S. Me cost¨® mucho encontrar en Internet el fondo del cuadro con las Torres Gemelas". Como buen coleccionista, ¨¦l mismo se dise?a y habilita los marcos para exhibir sus piezas a partir de maderas recicladas.
La parte central del garaje la sigue empleando para guardar su veh¨ªculo, pero los laterales tampoco dan ya para un nuevo armario en el que guardar alguna nueva gorra, boina o casco que se sume a los m¨¢s de 400 que inundan la estancia. Una de las m¨¢s curiosas es un casco de los antidisturbios de la extinta Yugoslavia y tambi¨¦n exhibe orgulloso gorras de la polic¨ªa del Nepal, Ir¨¢n, Turqu¨ªa, Tailandia y Gibraltar. Gorras de trabajo, de verano, de invierno o de gala. Algunas tan parecidas que le pueden confundir hasta a ¨¦l mismo. "Mira estas dos. ?A qu¨¦ parecen iguales?, pues no lo son. Una es de Suecia y otra de Dinamarca". Son dos gorras de plato en blanco, negro y dorado, en las que s¨®lo var¨ªa el escudo.
En otra sala de 30 metros cuadrados contigua al garaje se amontonan toda suerte de percheros con uniformes. "Los tengo as¨ª porque ya no me caben m¨¢s maniqu¨ªes", se justifica. Junto a las paredes del garaje se agolpan algunos de esos uniformes m¨¢s significativos, como el que lucieron los agentes de la Volkspolizei (Polic¨ªa del pueblo) de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana. Y un uniforme de gala de la polic¨ªa municipal de Sabadell de 1894. Y otro de la Divisi¨®n Azul que un combatiente no devolvi¨® a Alemania.
El garaje-museo tambi¨¦n acoge los m¨¢s variados objetos: desde un brazalete de la polic¨ªa de Irak hasta unos silbatos de la polic¨ªa belga y rusa, con sus respectivos escudos y m¨¢s de un centenar de veh¨ªculos policiales en miniatura. Sorprende que en una colecci¨®n as¨ª s¨®lo haya una pistola y ninguna porra. "No me gustan nada", dice sin m¨¢s explicaciones. "Mi debilidad son las unidades caninas". Los cuadros apilados en el suelo lo verifican, pero all¨ª tambi¨¦n se apilan insignias de las unidades de caballer¨ªa, ciclistas, de soporte a¨¦reo, polic¨ªas tribales, polic¨ªas abor¨ªgenes, unidades antidroga, CSI, polic¨ªas portuarias y polic¨ªas penitenciarias.
El coleccionista forma parte de la primera promoci¨®n de polic¨ªas locales que pasaron por la Escuela de Polic¨ªa de Catalu?a en Mollet. All¨ª intercambi¨® escudos con los compa?eros de otras localidades y los acab¨® enmarcando, sin m¨¢s pretensiones. Pasaron los meses y cuando ingres¨® en el cuerpo solicit¨® escudos a compa?eros de otras polic¨ªas, tambi¨¦n sin ning¨²n objetivo. Hasta que en 1997 acudi¨® a un encuentro de coleccionistas en Sant Vicen? dels Horts. "All¨ª se me despert¨® la bestia cuando vi el primer escudo de la polic¨ªa de Houston", reconoce. Al poco se afili¨® a la IPA y a la PICA, dos asociaciones internacionales de polic¨ªas coleccionistas.
Eso le ha permitido viajar por todo el mundo en reuniones, conferencias y torneos de f¨²tbol que han servido para nutrir su colecci¨®n. Ahora es conocida su afici¨®n y no hay semana que no le lleguen objetos nuevos, especialmente tras el verano. Nunca sale de vacaciones sin una mochila con unas docenas de escudos para intercambiar. Sabe que la colecci¨®n no puede crecer por falta de espacio y se lamenta del escaso inter¨¦s que han mostrado las administraciones. "Cualquier ayuntamiento de otra comunidad estar¨ªa encantado en habilitar un local y convertir esta colecci¨®n en un museo".
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