Eutanasia, Iglesia, libertad
Al doctor Luis Montes
No creo que la aprobaci¨®n de una ley de eutanasia voluntaria, similar a las que ya rigen en Holanda, B¨¦lgica o Luxemburgo, hiciera perder las pr¨®ximas elecciones generales al Partido Socialista. Al contrario. Un 80% de los espa?oles, seg¨²n una reciente encuesta de Metroscopia, est¨¢ a favor del derecho a la eutanasia activa para los enfermos incurables. Lo cual significa que si todos los partidos pol¨ªticos permitieran que sus diputados votaran en este tema con libertad de conciencia, la mayor¨ªa ser¨ªa aplastante.
Conviene insistir en algo muy obvio: la eutanasia voluntaria es un derecho humano, un derecho humano de la primera generaci¨®n de derechos humanos, un derecho de libertad. Es un derecho, no un deber. Pero ya se sabe que el Gobierno socialista no quiere multiplicar sus frentes de batalla con la Iglesia cat¨®lica. Y ah¨ª es donde pueden ser ¨²tiles algunas consideraciones. En primer lugar, conviene recordar que buena parte de los cat¨®licos est¨¢ a favor del derecho a la eutanasia y en contra de las consignas del Vaticano. Como en tantas otras cuestiones (pi¨¦nsese en el tema del control de la natalidad, sin ir m¨¢s lejos). En segundo lugar, cabe preguntar: ?por qu¨¦ la Iglesia cat¨®lica -al menos la oficial- se opone tan ferozmente a la eutanasia? La respuesta parece clara: porque si se generaliza la pr¨¢ctica de la eutanasia voluntaria, si se desdramatiza el acto de morir, la Iglesia pierde poder. La Iglesia siempre ha fomentado una teolog¨ªa del terror a la muerte, reserv¨¢ndose para ella el control de las postrimer¨ªas. En consecuencia, la Iglesia tolera mal la secularizaci¨®n desdramatizada del morir que supone la eutanasia. (Probablemente, los hombres de la Iglesia "proyectan" su propio terror a la muerte y tratan de exorcizar su ansiedad -y en el fondo su increencia- aferr¨¢ndose fan¨¢ticamente a la doctrina oficial. Las verdades absolutas "protegen").
Una mayor¨ªa de espa?oles cree que morir dignamente es un derecho humano
La alternativa es entre una muerte r¨¢pida y dulce y otra lenta y dolorosa
A?adamos, de pasada, que la Iglesia siempre ha sido prisionera de su pretendido monopolio teol¨®gico de la verdad, lo cual la ha conducido a inmiscuirse en cuestiones que no le competen. As¨ª, por ejemplo, ya san Ambrosio, en el siglo IV, se opon¨ªa a los preceptos de la medicina por ser contrarios a la "ciencia celestial" y al poder de la plegaria. Lo mismo pensaba, siglos m¨¢s tarde, el arrebatado san Bernardo de Claraval. Y hasta el siglo XVI estuvo condenada por la autoridad eclesi¨¢stica la disecci¨®n de cad¨¢veres y el estudio de la anatom¨ªa. Y ya a finales del siglo XVIII, el magisterio de las iglesias cristianas se opuso a la vacuna antivari¨®lica porque entend¨ªa que la viruela era un castigo divino, y el hombre no deb¨ªa sustraerse a ese castigo. (Con la misma l¨®gica se prohibi¨® desviar elcurso de los r¨ªos porque ello significaba "corregir la obra de Dios"). Y en el XIX las mismas iglesias se opusieron a la utilizaci¨®n de la anestesia en los partos. Y actualmente se oponen a la investigaci¨®n con c¨¦lulas madre, a la planificaci¨®n familiar, al uso del preservativo para combatir el sida, etc¨¦tera.
Y no olvidemos, claro est¨¢, que hasta hace cuatro d¨ªas la Iglesia condenaba la libertad de conciencia, la libertad de ense?anza, la libertad de reuni¨®n, la democracia, el socialismo, el sindicalismo, el liberalismo y los derechos humanos. Lo de la lucha contra la eutanasia no es, por tanto, m¨¢s que un nuevo episodio dentro de esta costumbre milenaria que tiene la Iglesia de intentar conservar su poder inmiscuy¨¦ndose en asuntos que no le incumben.
En Espa?a, la Ley General de Sanidad de 1986 (siendo ministro Ernest Lluch) reconoce ya los "derechos del enfermo" y preconiza la pr¨¢ctica del "consentimiento informado". (Esta normativa fue actualizada en noviembre de 2002 con una Ley de Autonom¨ªa del Paciente). Por otra parte, desde noviembre de l995, tenemos un nuevo C¨®digo Penal en el que de hecho se despenaliza la eutanasia pasiva y se rebajan sustancialmente las penas a quienes ayuden a morir a otra persona, por la petici¨®n expresa de ¨¦sta, en el caso de que la v¨ªctima sufriera una enfermedad grave que condujera necesariamente a su muerte, o que produjera "graves padecimientos permanentes y dif¨ªciles de soportar" (art¨ªculo 143).
Ahora bien, una nueva ley deber¨ªa contemplar no s¨®lo la despenalizaci¨®n de la eutanasia pasiva sino la de la activa. Y no s¨®lo el caso de los enfermos terminales, sino tambi¨¦n el de los cr¨®nicos. Recordemos que el m¨¢s c¨¦lebre y l¨²cido caso de defensa del derecho a la eutanasia fue en Espa?a el de un enfermo cr¨®nico y no terminal. Me refiero al tetrapl¨¦jico gallego Ram¨®n Sampedro, de cuyo suicidio (m¨¦dicamente no asistido) se cumplieron hace poco 10 a?os.
Ello es que la Ley de Autonom¨ªa del Paciente, conducida hasta su l¨ªmite, aboca al derecho de cada persona a decidir libre y racionalmente cuando quiere terminar con su vida, se encuentre o no en situaci¨®n de enfermedad terminal. No es un tema nuevo. Ya el viejo emperador Marco Aurelio escribi¨® que "una de las funciones m¨¢s nobles de la raz¨®n es la de saber cu¨¢ndo ha llegado el momento de abandonar este mundo". Y Montaigne: "Cuanto m¨¢s voluntaria la muerte, m¨¢s bella". Tambi¨¦n en la famosa Utop¨ªa de Tom¨¢s Moro -un hombre, no se olvide, canonizado por la Iglesia cat¨®lica- hab¨ªa un lugar para la eutanasia.
El caso es que conviene entender de una vez -en contra de las voces demag¨®gicas que plantean la cuesti¨®n en blanco y negro- que, en las situaciones de eutanasia activa, la alternativa no es entre vida y muerte, sino entre dos clases de muerte: una r¨¢pida y dulce, y otra lenta y degradante. Por otra parte, all¨ª donde hay transparencia informativa -casos de B¨¦lgica y Holanda- es donde menos abusos se producen. No hay ninguna evidencia de que en Holanda hayan aumentado las eutanasias involuntarias; m¨¢s bien al contrario. (De hecho, en Holanda est¨¢ completamente protegida la vida: hay penas de hasta 12 a?os de c¨¢rcel para quien practique la eutanasia sin el consentimiento del enfermo). Lo que s¨ª existe en Holanda es una total transparencia informativa y much¨ªsimos m¨¢s controles legales que en otros pa¨ªses -donde s¨ª es habitual la eutanasia clandestina-.
Por todo lo expuesto, a uno le parece laudable que en el ¨²ltimo congreso del PSOE se haya aprobado al fin un texto titulado Derecho a una muerte digna, en el que, aparte de recomendar los cuidados paliativos (bienvenidos sean), se propugna un debate sobre la regulaci¨®n legal del "derecho de los pacientes afectados por determinadas enfermedades terminales o invalidantes a obtener ayuda para poner fin a su vida". (Subrayo lo de invalidantes porque deja la puerta abierta a los casos, antes mencionados, de enfermos cr¨®nicos). En fin, est¨¢ claro, a mi juicio, que la sociedad espa?ola est¨¢ madura para una ley de eutanasia voluntaria, y que la propia Iglesia cat¨®lica no perder¨ªa nada reconsiderando sus presupuestos teol¨®gicos. La Iglesia deber¨ªa comprender que oponerse a la eutanasia voluntaria equivale a estar en contra de la libertad y en favor de la tortura.
Salvador P¨¢niker es fil¨®sofo y presidente de la Asociaci¨®n Derecho a Morir Dignamente.
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