El complejo po¨¦tico-militar
Radovan Karadzic, el l¨ªder serbobosnio responsable de la terrible limpieza ¨¦tnica en la guerra de la antigua Yugoslavia, est¨¢, por fin, detenido. Ahora es el momento de alejarse un poco y examinar la otra faceta de su personalidad: psiquiatra de profesi¨®n, no s¨®lo era un jefe pol¨ªtico y militar implacable y despiadado, sino tambi¨¦n un poeta. Y no debemos despreciar su poes¨ªa ni considerarla rid¨ªcula; merece una lectura detallada, porque ofrece la clave para entender c¨®mo funciona la limpieza ¨¦tnica. He aqu¨ª los primeros versos de un poema sin t¨ªtulo que se identifica por su dedicatoria, "... Para Izlet Sarajlic": "Convert¨ªos a mi nueva fe, muchedumbre. / Os ofrezco lo que nadie ha ofrecido antes. / Os ofrezco inclemencia y vino. / El que no tenga pan se alimentar¨¢ con la luz de mi sol. / Pueblo, nada est¨¢ prohibido en mi fe. / Se ama y se bebe. / Y se mira al Sol todo lo que uno quiera. / Y este dios no os proh¨ªbe nada. / Oh, obedeced mi llamada, hermanos, pueblo, muchedumbre".
Los poetas yugoslavos sembraron la semilla de un nacionalismo agresivo en los a?os setenta y ochenta
Religi¨®n y militancia ¨¦tnica act¨²an como causas sagradas que desatan la violencia
Estos versos describen una constelaci¨®n precisa: el llamamiento obsceno y brutal a suspender todas las prohibiciones y disfrutar de una org¨ªa permanente destructiva. El nombre que da Freud a ese dios que "no os proh¨ªbe nada" es el superego, y ese concepto es crucial para entender la suspensi¨®n de las prohibiciones morales en la violencia ¨¦tnica actual. Aqu¨ª hay que dar la vuelta al clich¨¦ de que la identificaci¨®n ¨¦tnica apasionada restablece un firme sistema de valores y creencias en la confusa inseguridad de la sociedad mundial laica de hoy: el fundamentalismo ¨¦tnico se apoya en un secreto, apenas disimulado, "?Pod¨¦is!". La sociedad posmoderna y reflexiva actual, aparentemente hedonista y permisiva, es parad¨®jicamente la que est¨¢ cada vez m¨¢s saturada de normas y reglas que supuestamente est¨¢n orientadas a nuestro bienestar (restricciones a la hora de fumar y comer, normas contra el acoso sexual...), de modo que la referencia a una identificaci¨®n ¨¦tnica apasionada, en vez de contenernos, sirve de llamamiento liberador: "?Pod¨¦is!". Pod¨¦is infringir las estrictas normas de la convivencia pac¨ªfica en una sociedad tolerante y liberal, pod¨¦is beber y comer lo que quer¨¢is, asumir costumbres patriarcales que la correcci¨®n pol¨ªtica liberal proh¨ªbe, incluso odiar, luchar, matar y violar... Sin reconocer plenamente este efecto pseudoliberador del nacionalismo actual, estamos condenados a no poder comprender su verdadera din¨¢mica. He aqu¨ª c¨®mo describe Aleksandar Tijanic, un destacado periodista serbio que, durante un breve periodo, lleg¨® a ser ministro de informaci¨®n y medios p¨²blicos de Milosevic, "la extra?a simbiosis entre Milosevic y los serbios":
"Milosevic resulta apropiadopara los serbios. Durante su gobierno, los serbios abolieron las horas de trabajo. Nadie hace nada. Permiti¨® que florecieran el mercado negro y el contrabando. Se puede aparecer en la televisi¨®n estatal e insultar a Blair, Clinton, o cualquier otro de los 'dignatarios mundiales'. Adem¨¢s, Milosevic nos otorg¨® el derecho a llevar armas. Nos dio derecho a resolver todos nuestros problemas con armas. Nos dio tambi¨¦n el derecho a conducir coches robados. Milosevic convirti¨® la vida diaria de los serbios en una gran fiesta y nos permiti¨® sentirnos como estudiantes de bachillerato en un viaje de fin de curso; es decir, que nada, pero verdaderamente nada de lo que hac¨ªamos se castigaba".
?D¨®nde se concibi¨® inicialmente este sue?o de una org¨ªa destructiva? Aqu¨ª nos aguarda una sorpresa desagradable: el sue?o de la limpieza ¨¦tnica lo formularon, hace muchos a?os, los poetas. En su Fenomenolog¨ªa del esp¨ªritu, Hegel menciona "el silencioso tejido del esp¨ªritu": la labor subterr¨¢nea que va cambiando las coordinadas ideol¨®gicas, de forma invisible, en su mayor¨ªa, hasta que de pronto estalla y sorprende a todo el mundo. Es lo que ocurri¨® en Yugoslavia durante los a?os setenta y ochenta, de forma que, cuando las cosas estallaron a finales de los ochenta, ya era demasiado tarde, el viejo consenso ideol¨®gico estaba totalmente podrido y se desintegr¨® por s¨ª solo. En los a?os setenta y ochenta, Yugoslavia era como el personaje de dibujos animados que llega al borde de un precipicio y contin¨²a andando por el aire; s¨®lo se cae cuando mira hacia abajo y se da cuenta de que no tiene tierra firme bajo sus pies. Milosevic fue el primero que nos oblig¨® a mirar hacia abajo, hacia el precipicio... Si la definici¨®n corriente de guerra es la de "una continuaci¨®n de la pol¨ªtica por otros medios", entonces podemos decir que el hecho de que Karadzic sea poeta no es una mera coincidencia gratuita: la limpieza ¨¦tnica en Bosnia fue la continuaci¨®n de una (especie de) poes¨ªa por otros medios.
Plat¨®n ha visto da?ada su reputaci¨®n porque dijo que hab¨ªa que expulsar a los poetas de la ciudad; un consejo bastante sensato, a juzgar por esta experiencia post-yugoslava en la que los peligrosos sue?os de los poetas prepararon el camino para la limpieza ¨¦tnica. Es verdad que Milosevic "manipul¨®" las pasiones nacionalistas, pero fueron los poetas los que le proporcionaron la materia que se prestaba a la manipulaci¨®n. Ellos -los poetas sinceros, no los pol¨ªticos corruptos- estuvieron en el origen de todo cuando, en los a?os setenta y primeros ochenta, empezaron a sembrar las semillas de un nacionalismo agresivo no s¨®lo en Serbia, sino tambi¨¦n en otras rep¨²blicas yugoslavas. En vez del complejo industrial-militar, en la post-Yugoslavia nos encontramos con el complejo po¨¦tico-militar, personificado en las dos figuras de Radovan Karadzic y Ratko Mladic.
Para evitar creer que el complejo po¨¦tico-militar es una especialidad de los Balcanes, habr¨ªa que mencionar por lo menos a Hassan Ngeze, el Karadzic de Ruanda, que, en su peri¨®dico Kangura, difund¨ªa de forma sistem¨¢tica el odio contra los tutsis y hac¨ªa llamamientos al genocidio. Y es demasiado facil¨®n despreciar a Karadzic y compa?¨ªa y decir que son malos poetas: otras naciones ex yugoslavas (y la propia Serbia) tuvieron poetas y escritores reconocidos como "grandes" y "aut¨¦nticos" que tambi¨¦n se involucraron de lleno en proyectos nacionalistas. ?Y qu¨¦ decir del austriaco Peter Handke, un cl¨¢sico de la literatura contempor¨¢nea europea, que asisti¨® de forma muy sentida al funeral de Slobodan Milosevic?
El predominio de la violencia de justificaci¨®n religiosa (o ¨¦tnica) puede explicarse por el hecho de que vivimos en una era que se considera a s¨ª misma post-ideol¨®gica. Como ya no es posible movilizar grandes causas p¨²blicas en defensa de la violencia de masas, es decir, la guerra, como nuestra ideolog¨ªa hegem¨®nica nos invita a disfrutar de la vida y realizarnos, a la mayor¨ªa le resulta dif¨ªcil superar su repugnancia a torturar y matar a otro ser humano. Las personas, en general, se atienen de forma espont¨¢nea a unos principios morales y matar a otra persona les resulta profundamente traum¨¢tico. Por eso, para lograr que lo hagan, es necesario hacer referencia a una Causa superior que haga que las peque?as preocupaciones por el hecho de matar parezcan una nimiedad. La religi¨®n y la pertenencia ¨¦tnica desempe?an ese papel a la perfecci¨®n. Por supuesto, hay casos de ateos patol¨®gicos que son capaces de cometer asesinatos de masas por placer, simplemente porque s¨ª, pero son excepciones. La mayor¨ªa necesita que anestesien su sensibilidad elemental ante el sufrimiento de otros. Y para eso hace falta una causa sagrada.
Slavoj Zizek es fil¨®sofo esloveno y autor, entre otros libros, de Irak. La tetera prestada. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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