La guillotina de los poetas
Aunque s¨®lo vivi¨® 24 a?os, Georg B¨¹chner nos dej¨® una obra fulgurante. El autor de Woyzeck y de Lenz -dos obras del siglo XX y del XXI escritas en el primer tercio del XIX- s¨®lo hab¨ªa visto publicada al morir, y mal publicada, La muerte de Danton y seguramente no era consciente del legado monumental que dejaba. Le quedaba todo por hacer al B¨¹chner real que mor¨ªa de tifus en plena juventud; "nuestro B¨¹chner", en cambio, en uno de esos extra?os saltos de la conciencia que aqu¨ª resulta ejemplar, lo habr¨ªa hecho todo, y las conjeturas sobre un B¨¹chner m¨¢s longevo no empeque?ecen la validez del que ya tenemos, que es entero y verdadero, autor de una obra cerrada, aunque fragmentaria, y v¨¢lida en s¨ª misma. ?Es real la validez cerrada de esa obra o es una invenci¨®n nuestra? ?Marc¨® la literatura el plazo vital de Georg B¨¹chner, de modo que, cumplida aquella, se cumpl¨ªa tambi¨¦n su vida, como si las Parcas hubieran medido el tiempo del libro por hacer y le hubieran impuesto a la vida de su autor esa medida? ?Mata la literatura?
El integrismo ¨¦tnico se fundar¨ªa en un "Pod¨¦is" que permitir¨ªa transgredir la coexistencia pac¨ªfica
El B¨¹chner adolescente conoc¨ªa el valor del sacrificio de la propia vida y lo defendi¨® en La muerte heroica de los cuatrocientos ciudadanos de Pforzheim. Admirador de la Revoluci¨®n francesa y de sus logros, militante radical de la lucha contra los privilegios y la tiran¨ªa, apela en esa obrita ante los alemanes al ejemplo de la Reforma -primer acto de esa lucha, de la que la Revoluci¨®n ser¨ªa el segundo- y proclama, como conclusi¨®n del sacrificio heroico de los ciudadanos del t¨ªtulo: "No murieron, pues, por su propia fe, ni tan siquiera por ellos mismos, sino que derramaron su sangre por la posteridad. No cabe sacrificar la vida por idea m¨¢s sublime que ¨¦sta: la redenci¨®n del mundo". A?os m¨¢s tarde, sin embargo, en una carta fechada en marzo de 1834 y dirigida a su novia, mostrar¨¢ su desenga?o ante esa capacidad redentora del h¨¦roe: "He estado estudiando la historia de la Revoluci¨®n. Me he sentido como aplastado por el atroz fatalismo de la historia. (...) No tengo la menor intenci¨®n de inclinarme ante las figuras y los fanfarrones de la historia. Tengo los ojos habituados a la sangre. Pero no soy una hoja de guillotina". Y a?ade m¨¢s adelante, con palabras que, con alguna variaci¨®n, poni¨¦ndolas en boca de Danton, incluir¨¢ en La muerte de Danton, escrita unos meses m¨¢s tarde: "Es preciso es una de las maldiciones con que ha sido bautizado el hombre. La frase 'es preciso que haya esc¨¢ndalo, pero ?ay de aqu¨¦l por quien el esc¨¢ndalo venga!' es tremenda. ?Qu¨¦ es lo que miente, asesina, roba en nosotros?" En toda su obra posterior palpitar¨¢ esta ¨²ltima pregunta.
En un art¨ªculo reciente, Karadzic et le complexe po¨¦tico-militaire, Slavoj Zizek aventura una idea interesante, aunque todav¨ªa poco fundamentada. La literatura, en efecto, mata, y no s¨®lo a sus autores. Partiendo de un poema de Karadzic, en el que se leen cosas como ¨¦stas: "Multitud, mi fe no proscribe nada / (...) Y este dios no te proh¨ªbe nada / ?Oh multitud, pueblo de hermanos, escucha mi llamada", Zizek mantiene que ese "no se proh¨ªbe nada" es fundamental para comprender la suspensi¨®n de las prohibiciones morales caracter¨ªstica de la actual violencia ¨¦tnica. El integrismo ¨¦tnico se fundar¨ªa en un "Pod¨¦is" que permitir¨ªa transgredir las reglas de la coexistencia pac¨ªfica en una sociedad tolerante y liberal y, en nombre de unas costumbres patriarcales prohibidas por la correcci¨®n pol¨ªtica liberal, permitir¨ªa odiar, combatir, matar y violar. Y ese sue?o de los agentes de la limpieza ¨¦tnica lo habr¨ªan formulado los poetas durante d¨¦cadas de trabajo previo, de manera que "la limpieza ¨¦tnica en Bosnia ser¨ªa la continuaci¨®n de una forma de poes¨ªa por otros medios". Como si respondiera a la pregunta de B¨¹chner, Zizek argumenta que a la mayor¨ªa de la gente le resulta dif¨ªcil superar su repugnancia a torturar o a matar a otro ser humano. Para conseguirlo, se necesita una causa sagrada, religiosa o ¨¦tnica. ?Y ser¨¢n los poetas sus instigadores, sus hojas de guillotina?
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