¡®Foie¡¯ en tiempos de crisis
Leo el peri¨®dico lleno de crisis econ¨®mica en su tinta negra y se me cae el alma a los pies. Y se me queda hecha un asco porque estoy en un bar y est¨¢ el suelo lleno de c¨¢scaras de gambas. Qu¨¦ gastron¨®mica paradoja. Por alg¨²n extra?o motivo las crisis alfombran de gambas los bares. Debe ser cosa de la desesperaci¨®n. Que los bares sigan llenos y alfombrados de crust¨¢ceos no significa que la crisis no exista, como piensan algunos optimistas. Al contrario. Aqu¨ª es que somos muy nuestros. Es o¨ªr las trompetas del Apocalipsis y, venga, al bar. Y ya que estamos all¨ª, ni?o, una de gambas, decimos quemando nuestro ¨²ltimo cartucho.
Pero la realidad se impone y en casa nos espera la despensa vac¨ªa. Y tenemos invitados. Y as¨ª no hay quien se luzca. O al menos eso parece, porque para eso est¨¢ Falsarius, para proponerte un plato de lo m¨¢s mol¨®n construido con los restos del naufragio de la desierta nevera. Que nos embarguen piso y coche, que se trague el cajero la in¨²til tarjeta hipercreditada, que le vayan dando al Eur¨ªbor, que hoy comemos como pr¨ªncipes. O mejor, que a do?a Letizia la veo yo como enjuta y encanijada. Esta chica me come fatal.
Ingredientes
- 1 medall¨®n de mousse de pato de los que vienen envasados al vac¨ªo (no "foie-gras" del bueno que se nos volatiliza el efecto ahorro. En muchos supermercados envasan el pat¨¦ ellos mismos y sale muy bien de precio)
- 1 bote peque?o de salsa de ar¨¢ndanos (hay varias marcas)
- 1 copa de vino de Pedro Xim¨¦nez
- Cebollino
Instrucciones
No puede ser más sencilla. Cogemos el medallón de mousse (si vemos que es muy grueso lo cortamos horizontalmente en dos mitades y así parece más, que se note que somos impostores) y con unas gotas de aceite lo hacemos un poco en la sartén, dejando que se caliente y que coja tostadillo.
Lo reservamos en un plato y en la misma sartén (con los restos incluidos) echamos otras dos gotas de aceite y una cucharada de salsa de arándanos.
Removemos y cuando esté bien caliente, le atizamos un lingotazo del Pedro Ximénez. Removemos con una cuchara de madera y observaremos que, por una sorprendente alquimia, el alcohol se va evaporando y aquello se convierte en una especie de apetitosa salsa.
Pronto tendrá un aspecto lujurioso, así que antes de pasarnos y que parezca alquitrán, retiramos la sartén del fuego y echamos el líquido sobre el paté. Adornamos con un par de cebollinos y a triunfar.
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