Triunfo del toro moderno
La muerte del segundo de la tarde fue de toro bravo. Su larga agon¨ªa encandil¨® al p¨²blico, que pidi¨® con fuerza la vuelta al ruedo como premio a un toro de bandera. Tanto es as¨ª, que si lo indultan nadie hubiera protestado. Fue una pena, porque pocos toros salen hoy a una plaza con la calidad de ese segundo, Avisp¨®n de nombre y de 510 kilos de peso.
Acudi¨® con movilidad al capote de Manzanares, empuj¨® y derrib¨® en la ¨²nica vara que recibi¨®, galop¨® con alegr¨ªa en banderillas, y embisti¨® en la muleta con entrega y recorrido, y, finalmente, con una estocada hasta las agujas, tuvo una muerte espectacular.
La gente se volvi¨® loca; Manzanares lo tore¨® todo lo bien que ¨¦l sabe y todo el mundo sali¨® encantado. Adem¨¢s, el subalterno Curro Javier puso un par de banderillas sencillamente extraordinario: aguant¨® la acometividad del toro, cuadr¨® en la misma cara y, asom¨¢ndose al balc¨®n, dej¨® los palos clavados en todo lo alto. Un par de bandera.
Domecq / El Juli, Manzanares, Perera
Toros de Santiago Domecq, desiguales de presentaci¨®n, blandos, nobles y manejables; al segundo, bravo y muy noble, se le dio la vuelta al ruedo.
El Juli: estocada baja (oreja); estocada (oreja).
Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares: estocada (dos orejas); estocada (ovaci¨®n).
Miguel Angel Perera: estocada (oreja); estocada (dos orejas).
Plaza de El Puerto de Santa Mar¨ªa. 9 de agosto. Lleno.
Para completar la ficha de este buen toro hay que a?adir que su trap¨ªo era de novillo, poco propicio para una plaza de la categor¨ªa de El Puerto; que su embestida era almibarada, y que careci¨® del poder¨ªo, la codicia y la agresividad que caracterizan al toro bravo. Dicho de otro modo: Avisp¨®n era un toro artista, un toro moderno, con los que tanto sue?an las figuras de hoy.
As¨ª, la faena de Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares, fino y elegante torero, fue bonita y gustosa, templada y sabrosa; dulce como la calidad de su oponente. Pero le falt¨® intensidad, y la emoci¨®n que surge del toreo profundo ante un toro de verdad. Avisp¨®n era m¨¢s dulce que toro. El ganadero, un gran pastelero, y el torero, el jefe del obrador. Pero ¨¦ste es el toreo que gusta hoy a los p¨²blicos y as¨ª, todos contentos.
Manzanares pase¨® las dos orejas y el toro recibi¨® una ovaci¨®n de ¨¦poca. Fue una pena, valga la insistencia, que un s¨ªmbolo del artista con cuatro patas no quedara vivo y coleando para engendrar artistitas como ¨¦l. Este p¨²blico tan ben¨¦volo y poco exigente y estos toreros de porcelana se lo pierden.
No fue esto lo ¨²nico interesante del exitoso festejo. La corrida colabor¨®, en mayor o menor medida, al triunfo de los toreros. Y ¨¦stos, ante oponentes tan almibarados se lucieron de verdad. Bueno, tambi¨¦n se lucieron los picadores, que picaron poco, pero muy bien, y los banderilleros, que cumplieron con eficacia su misi¨®n.
Manzanares no pudo redondear su tarde en el quinto, menos propicio, pero El Juli y Perera tambi¨¦n pusieron de su parte para no marcharse de vac¨ªo. Dos orejas se llev¨® el primero en el esport¨®n, pero su actuaci¨®n no result¨® especialmente brillante. Es un torero eficaz y experimentado, pero su labor careci¨® de hondura y autoexigencia. En una palabra, que supo a poco. Estuvo por debajo de su primero, sin codicia ni casta, ante el que ejerci¨® la ley del m¨ªnimo esfuerzo. M¨¢s comprometido ante el quinto, lo embebi¨® en la muleta, pero otra vez qued¨® la sensaci¨®n de que el toro estuvo por encima de las posibilidades del torero.
Muy firme, seguro y dominador se mostr¨® Perera. Asust¨® al respetable con unas ajustad¨ªsimas gaoneras en su primero, y se la jug¨® de verdad con la muleta. Comenz¨® con unos estatuarios con los pitones roz¨¢ndole la taleguilla, y toda su faena la hizo en el espacio de una moneda, ligando a la perfecci¨®n, metido siempre entre los pitones con encomiable decisi¨®n.
El sexto toro fue protestado con mucha fuerza. La verdad es que ten¨ªa cara y hechuras de cabra; pero el presidente, que lo hab¨ªa aprobado, dijo que nones y lo mantuvo en el ruedo. Perera consigui¨® apaciguar los ¨¢nimos con su toreo vertical y valent¨ªsimo por ambas manos, hasta el punto que la gente se olvid¨® de la cabra y se entusiasm¨® con el torero. Su actuaci¨®n fue muy meritoria. Tanto es as¨ª que el entusiasmo general puso en sus manos dos orejas de peso.
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