China saca pecho
La m¨¢xima prioridad del pa¨ªs en este momento es que los Juegos Ol¨ªmpicos sean un ¨¦xito". La frase, pronunciada hace unos d¨ªas por el presidente chino, Hu Jintao, ante un grupo del Politbur¨® del Partido Comunista Chino (PCCh), no deja lugar a dudas. Pek¨ªn debe triunfar ante el mayor evento deportivo que se celebra en el mundo cada cuatro a?os. Porque los Juegos, con una audiencia global que algunos observadores cifran en 4.000 millones de telespectadores, son la gran ventana al mundo y tienen un efecto para la imagen del pa¨ªs organizador que va mucho m¨¢s all¨¢ de las dos semanas y media que dura la competici¨®n. Y si no, que se lo pregunten a Barcelona, cuya resonancia y popularidad se dispar¨® como consecuencia de los Juegos Ol¨ªmpicos de 1992.
China conf¨ªa en s¨ª misma, y su ambici¨®n no es imperialista, dicen sus l¨ªderes. El lema es: 'ascenso pac¨ªfico'
La tr¨¢gica historia china del siglo pasado explica por qu¨¦ la mayor¨ªa de la sociedad no pide cambios pol¨ªticos
Para los dirigentes chinos es imprescindible que el gran evento sea un ¨¦xito de organizaci¨®n, seguridad, medio ambiente y, si es posible, tambi¨¦n deportivo, porque esto les permitir¨ªa lograr su objetivo: sancionar el ascenso de China en la escena internacional y subir al podio de los pa¨ªses poderosos y respetados. Al mismo tiempo legitimar¨¢ al r¨¦gimen ante la poblaci¨®n con un ba?o de nacionalismo.
"Barcelona es una ciudad muy bonita. Me gustar¨ªa ir". No lo dice un joven universitario, instruido o viajado, de los que cada vez hay m¨¢s en China, sino un habitante del Pek¨ªn popular que en su vida ha salido del pa¨ªs, pero que, como muchos chinos, sigue con fidelidad la televisi¨®n.
Durante los ¨²ltimos meses, las cadenas oficiales han emitido numerosos reportajes relacionados con los Juegos, y Barcelona ha sido uno de los objetivos de los periodistas. De ah¨ª que cuando se pregunta a los locales qu¨¦ conocen de Espa?a, contestan que los toros (por la televisi¨®n), el f¨²tbol (preferentemente, el Real Madrid) y Barcelona (de o¨ªdas). "Y las mujeres son muy guapas", a?aden. Si tienen m¨¢s cultura, citan tres artistas: Dal¨ª, Gaud¨ª y, en menor medida, Picasso. Los tres, curiosamente, relacionados con la capital catalana.
Para el Gobierno de Pek¨ªn no se trata con los Juegos de impulsar el turismo en un pa¨ªs que ya figura entre los primeros destinos de viaje del mundo, sino de dar una nueva versi¨®n de aquella frase que Mao Zedong pronunci¨® el 1 de octubre de 1949 desde lo alto de la Puerta de la Paz Celestial, en la plaza de Tiananmen, cuando proclam¨® la fundaci¨®n de la Rep¨²blica Popular China: "El pueblo chino se ha puesto en pie".
No es que el pueblo chino no est¨¦ ahora en pie. En absoluto. Hace mucho tiempo que las potencias coloniales salieron del pa¨ªs. Y aunque a¨²n subsiste entre la poblaci¨®n y los dirigentes cierto complejo de inferioridad, incubado por las largas d¨¦cadas de invasi¨®n extranjera y debilidades pol¨ªtica, econ¨®mica y tecnol¨®gica, el complejo se est¨¢ esfumando a la misma velocidad que China asciende escalones, hasta transformarse, incluso, en altivez. "Los funcionarios chinos se comportan a veces con arrogancia en las reuniones que tenemos en el Ministerio de Exteriores. Son conscientes del poder que ha adquirido su pa¨ªs, y nos lo hacen notar", afirma un diplom¨¢tico europeo. "?Hasta cu¨¢ndo van a utilizar como excusa la humillaci¨®n colonial?"
Los dirigentes tienen motivos para estar orgullosos de los logros alcanzados. El pa¨ªs asi¨¢tico es ya la cuarta econom¨ªa mundial. Su producto interior bruto ascendi¨® a 24,7 billones de yuanes (2,3 billones de euros) en 2007, y este a?o podr¨ªa superar a Alemania y situarse como tercera. Adelantar a Jap¨®n y luego a Estados Unidos es s¨®lo cuesti¨®n de tiempo. Al fin y al cabo, China tiene m¨¢s de 1.300 millones de habitantes y, aunque en renta per c¨¢pita a¨²n est¨¦ muy lejos de la cabeza, el valor absoluto de una econom¨ªa cuenta, y mucho.
El Gobierno del presidente Hu Jintao quiere que sus atletas lleguen a lo m¨¢s alto en los Juegos Ol¨ªmpicos, que comenzaron el pasado viernes y concluir¨¢n el 24 de agosto. Lo cual significa, sencillamente, superar a Estados Unidos en n¨²mero de medallas de oro. En Atenas, China obtuvo 32, tres menos que su rival norteamericano, y algunos analistas calculan que en esta edici¨®n lograr¨¢ m¨¢s de 40, y batir¨¢ a Estados Unidos. Pero, sobre todo, los l¨ªderes quieren que el evento sea una celebraci¨®n de las tres d¨¦cadas de reformas econ¨®micas, y muestre la rapidez con que se ha modernizado el pa¨ªs.
La historia de China bascul¨® en diciembre de 1978, dos a?os despu¨¦s de que Mao falleciera, poniendo fin a la Revoluci¨®n Cultural (1966-1976), el movimiento radical lanzado por el Gran Timonel para reavivar el esp¨ªritu revolucionario y deshacerse de sus enemigos pol¨ªticos. Fue en diciembre de aquel 1978 cuando su sucesor, Deng Xiaoping, puso en marcha el proceso de apertura y reforma, que sustituy¨® el sistema de econom¨ªa planificada de herencia sovi¨¦tica por la llamada econom¨ªa de mercado socialista, o, lo que es lo mismo, un capitalismo del mejor corte occidental bajo el control absoluto del Partido Comunista Chino.
El Peque?o Timonel -menudo, inteligente y pragm¨¢tico como pocos- dio al traste con el mao¨ªsmo y su herencia, sac¨® el pa¨ªs del aislamiento, lo abri¨® a la inversi¨®n extranjera y lo lanz¨® al mayor y m¨¢s acelerado proceso de cambio que ha vivido una naci¨®n en la historia de la humanidad.
Hoy, el comunismo es poco m¨¢s que una palabra en el nombre del partido ¨²nico gobernante. La educaci¨®n y la sanidad son de pago, y nada tiene que ver que sean p¨²blicas o privadas. P¨²blico no significa gratuito en este pa¨ªs. As¨ª que quien no tiene dinero no se puede permitir estudiar, ni algo m¨¢s grave, caer enfermo.
Como dicen los chinos, cuando alguien sufre una enfermedad grave, no s¨®lo le afecta a ¨¦l, sino a toda su familia y su red de amigos, que son quienes tienen que prestar el dinero para hacer frente a las elevadas facturas. Esto sorprende a muchos turistas y hombres y mujeres de negocios cuando llegan a Pek¨ªn. "Pero ?no es China un pa¨ªs comunista?", exclaman.
Desde que Deng lanz¨® el proceso de cambio, China ha experimentado un desarrollo econ¨®mico y social extraordinario, que ha recibido el aplauso de organismos internacionales y Gobiernos extranjeros. Durante estas tres d¨¦cadas, la econom¨ªa ha crecido a una media anual del 9,7%, y cientos de millones de personas han salido de la pobreza, aunque siga habiendo 318 millones que viven con menos de dos d¨®lares diarios.
Quienes conocieron la China de hace 20 a?os y conocen la actual creen ver dos pa¨ªses distintos. Miles de kil¨®metros de autopistas, decenas de puertos y aeropuertos, hospitales, complejos hidroel¨¦ctricos y centrales nucleares de ¨²ltima generaci¨®n han surgido por toda la geograf¨ªa, mientras las ciudades se han transformado completamente, dando paso a bosques de rascacielos, hoteles de lujo, l¨ªneas de metro y anchas avenidas por las que pasean j¨®venes vestidos con ropa -verdadera o falsa- de las mejores marcas extranjeras. J¨®venes que poseen coches flamantes se divierten en los karaokes, beben whisky mezclado con t¨¦ y bailan hasta el amanecer en discotecas en las que suena la ¨²ltima m¨²sica occidental.
Gran parte de estos j¨®venes est¨¢n orgullosos de su pa¨ªs; de logros chinos como haberse convertido en 2003 en la tercera naci¨®n del mundo, tras Estados Unidos y la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica, de colocar a un ser humano en ¨®rbita terrestre, o de la creciente influencia pol¨ªtica y econ¨®mica china. Por ello, y ayudados por la pol¨ªtica nacionalista del Gobierno, han respaldado con pasi¨®n la organizaci¨®n de los Juegos y criticado duramente los incidentes que marcaron el recorrido internacional de la antorcha ol¨ªmpica. Hasta el punto de que -como recogen numerosos blogs y foros de Internet- han interpretado estas protestas como un ataque contra el ascenso chino.
La mayor¨ªa desconoce la verdadera situaci¨®n de los derechos humanos en su pa¨ªs, no le importa, y entre los que tienen una idea, la mayor parte dice: "Ya s¨¦ que en China hay problemas, pero la situaci¨®n est¨¢ mejorando". Es decir, el discurso oficial de Pek¨ªn, que ejerce un control absoluto sobre los medios de comunicaci¨®n.
El XVI Congreso del PCCh, celebrado en oto?o de 2002, marc¨® la llegada de una nueva generaci¨®n de l¨ªderes, encabezada por Hu Jintao -hoy de 65 a?os- y el primer ministro, Wen Jiabao, de la misma edad. Llegaron enarbolando la bandera de la defensa de los m¨¢s desfavorecidos, preocupados por la tremenda brecha social, la corrupci¨®n rampante y el deterioro medioambiental que han producido las tres d¨¦cadas de desarrollo mete¨®rico.
Mientras al anterior presidente, Jiang Zemin, le gustaba codearse con ejecutivos de grandes multinacionales como el presidente de Microsoft, Bill Gates, Hu y Wen luchan por trasladar una imagen de hombres del pueblo. Cada invierno, cuando llega el A?o Nuevo chino, a finales de enero, acuden a visitar a campesinos en pueblos polvorientos, a mineros en pozos profundos, y a otros colectivos desfavorecidos, all¨¢ donde est¨¦n, para compartir, ante las c¨¢maras de televisi¨®n, unos cuantos jiaozi, unos raviolis rellenos hervidos, muy populares en esas fiestas. Para la ocasi¨®n suelen vestir cazadoras modestas y zapatillas deportivas.
China conf¨ªa en s¨ª misma, y tiene ambici¨®n. Pero no es una ambici¨®n imperialista, aseguran sus l¨ªderes, que se han esforzado en trasladar al mundo -con irregular ¨¦xito- su idea del ascenso pac¨ªfico (heping jueqi). La teor¨ªa, utilizada por primera vez a finales de 2003 en un discurso del ex subdirector de la Escuela Central del Partido, Zheng Bijian, para contrarrestar la llamada amenaza china, resume el bien aireado objetivo de tener buenas relaciones con el mundo y asumir su responsabilidad global. Ello significa, como Hu y Wen han repetido numerosas veces en sus viajes por Asia y Estados Unidos, que China nunca buscar¨¢ la hegemon¨ªa mundial, aunque no todos lo crean.
Zheng Bijian apunt¨® en su charla que, en el pasado, el ascenso de una potencia a menudo supon¨ªa un cambio dr¨¢stico del equilibrio geopol¨ªtico mundial, e incluso conflictos b¨¦licos. Asegur¨® que esto ocurr¨ªa porque los Gobiernos de estos pa¨ªses eleg¨ªan la v¨ªa de la agresi¨®n y la expansi¨®n, lo que finalmente conduc¨ªa al fracaso. La situaci¨®n, dijo, ha cambiado hoy, y la Rep¨²blica Popular China debe desarrollarse de forma pac¨ªfica, y crear un entorno de estabilidad internacional, con un mensaje muy claro: que el mundo se beneficiar¨¢ de una China estable y poderosa.
Algunos pa¨ªses recelan. Pek¨ªn quiere paz y estabilidad para crecer, pero ?qu¨¦ ocurrir¨¢ despu¨¦s?, se preguntan. Estados Unidos es consciente de que la m¨¢quina asi¨¢tica es muy potente y, sobre todo, paciente. En definitiva, ?qu¨¦ son unas cuantas d¨¦cadas frente a los 5.000 a?os de historia que reivindican para su pa¨ªs?, piensan los dirigentes chinos. Washington teme perder su hegemon¨ªa global, el liderazgo en el oc¨¦ano Pac¨ªfico, y ve con malos ojos el continuo incremento del presupuesto militar chino -muy inferior, en cualquier caso, al suyo- y, sobre todo, la falta de transparencia respecto a en qu¨¦ lo gasta.
Pero la econom¨ªa estadounidense est¨¢ cada vez m¨¢s entrelazada con la china, y el presidente George W. Bush hace tiempo que dej¨® de hablar de China como rival estrat¨¦gico, como hizo en su primera legislatura, y se ha acercado a la visi¨®n europea de considerarla un socio. Miles de empresas norteamericanas est¨¢n instaladas en el pa¨ªs asi¨¢tico, donde producen desde coches hasta las deportivas que calzan sus ciudadanos. Y qu¨¦ decir de la lencer¨ªa, las camisas y los art¨ªculos de electr¨®nica, que importan a bajos precios de China para alimentar las pr¨¢cticas consumistas de su poblaci¨®n, desde Oreg¨®n hasta Alabama.
Para vecinos como Jap¨®n e India, el despertar del drag¨®n chino supone tambi¨¦n un desaf¨ªo, por la b¨²squeda de recursos energ¨¦ticos y porque en el pasado se enfrentaron militarmente, y para Europa representa un gran reto para sus empresas, que han visto c¨®mo la competencia asi¨¢tica ha forzado el cierre de f¨¢bricas y el despido de miles de trabajadores.
Los Gobiernos europeos y estadounidense critican que la moneda china est¨¢ infravalorada, lo que favorece la actividad exportadora de las compa?¨ªas asi¨¢ticas, aunque desde que en julio de 2005 Pek¨ªn lig¨® el yuan -o renminbi- a una cesta de monedas -incluidos el d¨®lar, el euro y el yen-, en lugar de estar unido s¨®lo al billete verde estadounidense, no ha dejado de apreciarse. Las autoridades monetarias dijeron desde un principio que flexibilizar¨ªan la tasa de cambio progresivamente, lo repitieron y as¨ª lo est¨¢n haciendo, en buena parte debido a la presi¨®n occidental.
Los Gobiernos extranjeros critican tambi¨¦n que la naci¨®n asi¨¢tica no ha respetado algunos de los compromisos adquiridos cuando accedi¨® a la Organizaci¨®n Mundial de Comercio (OMC) en 2001, y que el crecimiento de la pirater¨ªa y la infracci¨®n de derechos de propiedad intelectual es rampante. Los sindicatos extranjeros argumentan que las condiciones laborales en China son deplorables, pero lo mismo ocurre en otros pa¨ªses en desarrollo, como India, Vietnam o Camboya, y as¨ª sucedi¨® en Europa o EE UU.
El ascenso pac¨ªfico, una de las primeras iniciativas puestas en marcha por la cuarta generaci¨®n de l¨ªderes chinos -las tres precedentes fueron las de Mao Zedong, Deng Xiaoping y Jiang Zemin-, encabezada por Hu Jintao, es uno de los principales ejes de la pol¨ªtica exterior china. Otro es la conocida como diplomacia del petr¨®leo, seg¨²n la cual Pek¨ªn basa sus relaciones con otros Gobiernos, en buena medida, en sus prioridades econ¨®micas, lo que explica los frecuentes viajes de los dirigentes a ?frica o Suram¨¦rica.
En una visita realizada por Wen Jiabao a Estados Unidos en diciembre de 2003, el primer ministro afirm¨® que la pol¨ªtica extranjera de un pa¨ªs est¨¢ cada vez m¨¢s ligada a lo que percibe que son sus intereses nacionales y a su propio desarrollo, y para China, asegurarse el suministro de recursos energ¨¦ticos y materias primas -petr¨®leo, cobre, gas o uranio, entre otros-, de las que tanto carece, es clave para seguir creciendo. El pa¨ªs asi¨¢tico es el segundo mayor consumidor de crudo del mundo despu¨¦s de Estados Unidos
Dos ejemplos de esta t¨¢ctica se han producido recientemente. En junio pasado, Pek¨ªn y Tokio alcanzaron un compromiso para desarrollar conjuntamente campos de gas natural en el mar de China oriental, en una zona que ambos consideran que est¨¢ dentro de sus fronteras y ha sido durante a?os fuente de fricciones. El acuerdo ha sido facilitado por la suavizaci¨®n que han experimentado las relaciones entre ambos rivales hist¨®ricos. Y el mes pasado, China y Rusia firmaron un acuerdo que fij¨® definitivamente los 4.300 kil¨®metros de frontera com¨²n y puso fin a cuatro d¨¦cadas de disputas sobre la demarcaci¨®n de sus territorios. Los intercambios entre los dos Gobiernos han mejorado considerablemente los ¨²ltimos a?os, en buena medida por el af¨¢n compartido de contrarrestar el peso pol¨ªtico y econ¨®mico de Estados Unidos, pero tambi¨¦n por la sed china de gas y petr¨®leo ruso.
En paralelo, el Ejecutivo de Hu Jintao ha multiplicado los esfuerzos para pulir su imagen diplom¨¢tica internacional y responder a su posici¨®n como uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU. Para ello, ha dejado, poco a poco, de actuar discretamente en la sombra, como era su tradici¨®n, para asumir responsabilidades y un papel bajo los focos, como demuestran su actuaci¨®n en las negociaciones para resolver la crisis nuclear de Corea del Norte y el env¨ªo de soldados en misiones de paz.
Para la diplomacia china, las claves son la "no injerencia en los asuntos internos de otros pa¨ªses", y la construcci¨®n de unas relaciones basadas en el beneficio mutuo (win-win, en ingl¨¦s). Esto lleva emparejado mirar en ocasiones hacia otro lado, y hacer negocios con algunos Gobiernos que violan sistem¨¢ticamente los derechos humanos, lo que le ha valido las cr¨ªticas de Occidente.
Si de puertas afuera el objetivo es mostrar un pa¨ªs pac¨ªfico y colaborador, de puertas adentro la prioridad de los dirigentes es lograr para 2020 una "sociedad moderadamente acomodada", o de clase media (xiaokang, t¨¦rmino registrado por primera vez en El cl¨¢sico de los ritos, uno de los cinco libros cl¨¢sicos chinos asociados a Confucio). Como siempre, los l¨ªderes miraron hacia el pasado para construir el futuro.
Al xiaokang se suma el otro objetivo socioecon¨®mico del Ejecutivo de Hu Jintao, la creaci¨®n de una sociedad armoniosa (hexie shehui, una idea propuesta por el partido comunista en 2005 para bascular del desarrollo a cualquier precio a una econom¨ªa m¨¢s equilibrada. Las desigualdades sociales -entre las mayores del mundo-, las diferencias entre las provincias ricas de la costa y las pobres del interior y entre las ciudades y los pueblos han llegado a tal nivel que el Gobierno ha reconocido que suponen un peligro para la supervivencia del PCCh, un partido al que muchos de quienes se afilian lo hacen ¨²nicamente para conseguir un puesto en la Administraci¨®n. La renta per c¨¢pita mensual en las zonas urbanas ascendi¨® a 1.148 yuanes (108 euros) en 2007, un 79% m¨¢s que en 2002, mientras en el campo fue de 345 yuanes (32 euros), un 67% m¨¢s que cinco a?os antes.
A la fractura social se suma una larga lista de desaf¨ªos: mantener un crecimiento de la econom¨ªa superior al 7% para proporcionar empleos a la poblaci¨®n; atajar la corrupci¨®n, que le cuesta el 3% del PIB al a?o; controlar la inflaci¨®n y disminuir la poluci¨®n. El 70% de los r¨ªos chinos est¨¢ contaminado y la lluvia ¨¢cida afecta a un tercio del territorio.
La implantaci¨®n de una pol¨ªtica m¨¢s igualitaria y respetuosa con el medio ambiente fue refrendada en el XVII congreso del partido, celebrado el pasado octubre
[el c¨®nclave tiene lugar cada cinco a?os]. La Constituci¨®n del PCCh fue modificada para incluir el concepto de desarrollo cient¨ªfico impulsado por Hu Jintao, que impone la necesidad de que los avances econ¨®micos no se produzcan a cualquier precio.
Por otro lado, China tiene que gestionar con tiento sus relaciones con Taiwan y hacer frente a las tensiones separatistas en las regiones aut¨®nomas de Xinjiang -donde supuestos terroristas musulmanes uigures mataron el lunes pasado a 16 polic¨ªas de frontera-, y T¨ªbet, donde en marzo la poblaci¨®n local se levant¨® contra lo que considera la falta de libertad religiosa y el aplastamiento de su cultura por parte del Gobierno central. Las manifestaciones, inicialmente pac¨ªficas, degeneraron en violentas, y fueron reprimidas con dureza por las fuerzas de seguridad, lo cual hizo planear la sombra del boicoteo sobre los Juegos Ol¨ªmpicos.
Los dirigentes han tomado contundentes medidas para reducir las brechas: han eliminado impuestos milenarios a los campesinos, han invertido miles de millones de euros en construir infraestructuras en las provincias del interior, y est¨¢n extendiendo la gratuidad de los nueve a?os de educaci¨®n obligatoria e implantando un sistema de seguros m¨¦dicos. Tareas ingentes, y con resultados desiguales, en un pa¨ªs de 1.300 millones de habitantes.
El mantenimiento de la estabilidad y la construcci¨®n de una sociedad armoniosa entran a menudo en conflicto con los intereses individuales. Pero en China, lo que el Gobierno considera el bien colectivo pasa por delante del particular. Adem¨¢s, estabilidad significa para el PCCh impedir cualquier disidencia, crisis o levantamientos como los que en el pasado han sacudido el pa¨ªs derribando dinast¨ªas o haciendo peligrar la continuidad del partido. Es el caso de las manifestaciones a favor de la democracia de Tiananmen, en 1989, que acabaron en una matanza. Algo que los dirigentes quieren evitar a toda costa en su acelerada marcha para convertir China en una superpotencia. Pek¨ªn argumenta tambi¨¦n que hay fuerzas que quieren derrocar al Gobierno y acabar con el partido comunista, y liga a algunas organizaciones no gubernamentales, pol¨ªticos e intelectuales extranjeros con estos intereses.
Las voces que se alzan desde fuera de sus fronteras en contra de las continuas violaciones de los derechos humanos son numerosas: Amnist¨ªa Internacional, Human Rights Watch, Human Rights in China, Reporteros Sin Fronteras, defensores de Darfur, organizaciones religiosas, el movimiento de inspiraci¨®n budista Falun Gong y grupos contrarios a la pena de muerte o defensores de los derechos nacionales de T¨ªbet, entre otros.
Tambi¨¦n hay voces disidentes dentro de China, ya sean pol¨ªticas o de peticionarios que exigen compensaciones justas por las expropiaciones, aunque el Gobierno las reprime con dureza. Uno de los casos m¨¢s prominentes es el de Hu Jia (activista medioambiental, defensor de los afectados por el sida y altavoz de los disidentes en las c¨¢rceles chinas) y su esposa Zeng Jinyan. Hu, de 35 a?os, fue detenido en diciembre pasado y condenado en abril a tres a?os y medio de c¨¢rcel en un juicio que dur¨® un d¨ªa, por "incitar a la subversi¨®n del poder del Estado". El arresto de Hu ha sido interpretado como una forma de silenciar a uno de los disidentes m¨¢s cr¨ªticos con el Gobierno, adem¨¢s de como castigo ejemplificante. Zeng, su mujer, est¨¢ sometida a vigilancia domiciliaria.
La semana pasada, Amnist¨ªa Internacional (AI) acus¨® a las autoridades chinas de incumplir la promesa que hicieron cuando lograron los Juegos en 2001 de que mejorar¨ªa el estado de los derechos humanos en el pa¨ªs. Otras organizaciones se han pronunciado en las ¨²ltimas semanas en el mismo sentido. Seg¨²n aseguran, la situaci¨®n no s¨®lo no ha mejorado ante el evento deportivo, sino todo lo contrario. Desde hace meses, Pek¨ªn ha aumentado los controles sobre activistas, que han sido puestos bajo vigilancia, o, directamente, detenidos y acusados de querer "subvertir el poder del Estado" o de "revelar secretos de Estado".
Cuando los Gobiernos extranjeros critican esta situaci¨®n o la gesti¨®n de T¨ªbet, Pek¨ªn replica que son asuntos internos y que ning¨²n pa¨ªs tiene derecho a inmiscuirse en ellos. Un embajador occidental disiente: "Ya no vale decir 'Esto es una cuesti¨®n interna'; vivimos en una aldea global, y las acciones hay que justificarlas y argumentarlas".
Pek¨ªn asegura que Occidente es injusto, y que la situaci¨®n de los derechos humanos -el primero de los cuales, seg¨²n dice, es que la poblaci¨®n pueda comer- ha mejorado. Pero, falto ante Occidente de la legitimidad que otorga haber ganado el derecho a gobernar en las urnas, la batalla de las relaciones p¨²blicas la tiene perdida de momento.
La gran pregunta que se hacen tanto quienes visitan China por primera vez como quienes llevan a?os viviendo en ella es si alg¨²n d¨ªa llegar¨¢ la democracia al Imperio del Centro. Hu Jintao ha prometido reformas controladas y una mayor participaci¨®n de los ciudadanos en los asuntos pol¨ªticos del pa¨ªs para 2020, el a?o que ha fijado para lograr la "sociedad moderadamente acomodada", pero ha advertido que cualquier avance en este sentido ser¨¢ realizado bajo el gobierno absoluto del partido.
Analistas y observadores pol¨ªticos extranjeros consideran que es imprescindible que China mejore sus estructuras de gobierno para poder seguir avanzando. "La inseguridad judicial y la corrupci¨®n son un gran problema. Un pa¨ªs moderno y desarrollado no puede existir sin un Estado de derecho. ?sta es la clave del futuro", afirma el diplom¨¢tico europeo antes citado.
Los dirigentes chinos han asegurado repetidas veces que nunca adoptar¨¢n un modelo de democracia de estilo occidental. Al mismo tiempo caminan hacia una direcci¨®n m¨¢s olig¨¢rquica, con un liderazgo basado en la b¨²squeda de acuerdos y el consenso. Porque los tiempos de grandes figuras hist¨®ricas como Mao o Deng se acabaron, Se tratar¨ªa de un sistema de consenso que a partir de 2012 est¨¢ previsto que sea gestionado por el actual vicepresidente, Xi Jinping, de 55 a?os, y el viceprimer ministro Li Keqiang, de 53, que deben suceder a Hu y Wen en sus cargos, respectivamente. Xi es el m¨¢ximo responsable de la organizaci¨®n de los Juegos.
La historia china del ¨²ltimo siglo -marcada por la guerra civil, hambrunas, caos pol¨ªtico y aislamiento- explica en buena medida por qu¨¦ la mayor¨ªa de la sociedad no reclama cambios pol¨ªticos y por qu¨¦ los Juegos Ol¨ªmpicos son un motivo de celebraci¨®n para muchos ciudadanos, a pesar de las voces disidentes, debidamente silenciadas. El pa¨ªs es estable y cada vez m¨¢s rico.
Es imposible entender China sin mirar al pasado. Una an¨¦cdota ilustra muy bien este proceder. Preguntada, hace unos a?os, una profesora de mandar¨ªn por su alumno: "?Por qu¨¦ los chinos dicen Este-Oeste, Norte-Sur cuando hablan de los puntos cardinales, y no al rev¨¦s?" ?sta respondi¨®: "La forma de pensar china y la occidental son distintas. ?D¨®nde crees t¨² que est¨¢n el futuro y el pasado?". El alumno contest¨® de inmediato: "El futuro est¨¢ delante, y el pasado, detr¨¢s". "No", respondi¨®, ella. "En China, el pasado est¨¢ delante y el futuro est¨¢ detr¨¢s, porque para ir hacia el futuro debes mirar siempre al pasado". Esto es lo que marca profundamente las decisiones de sus l¨ªderes, y explica por qu¨¦ quieren que los Juegos Ol¨ªmpicos sean un gran ¨¦xito.
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