Hait¨ª, la misi¨®n olvidada

Mar¨ªa desayun¨® ayer en el autoservicio de un prefabricado en un cuartel de Naciones Unidas en Puerto Pr¨ªncipe. Es un recinto, el de la Misi¨®n de Estabilizaci¨®n de las Naciones Unidas para Hait¨ª (MINUSTAH), cerrado a las empinadas calles que enmarca la basura y las velas que alumbran unos pocos v¨ªveres que se venden a cualquier hora. Estamos en el pa¨ªs m¨¢s pobre de Am¨¦rica, en el que tres de cada cuatro personas viven con menos de dos d¨®lares al d¨ªa.

A la izquierda de Mar¨ªa, agente de la Guardia Civil, ayer se sent¨® otra mujer. No era ninguna de las otras dos de la misi¨®n de 42 guardias civiles y agentes del Cuerpo Nacional de Polic¨ªa que educan a sus colegas haitianos y que pelean por rebajar los 200 secuestros y las 15.000 violaciones anuales que encaran los ocho millones de ciudadanos de un pa¨ªs inseguro, extremadamente fr¨¢gil pol¨ªticamente.

La mujer no llevaba uniforme y s¨®lo mordisque¨® un cruas¨¢n. Era la vicepresidenta, Mar¨ªa Teresa Fern¨¢ndez de la Vega, en medio de la mesa corrida de la cantina, junto a H¨¦di Annabi, el director de la segunda misi¨®n m¨¢s importante de la ONU, que moviliza a 7.000 militares y 1.800 polic¨ªas en su trabajo por la estabilidad y el desarrollo democr¨¢tico en Hait¨ª. Pero luego cogi¨® el micr¨®fono, les dijo que ellos eran los mejores embajadores y que Espa?a secunda esta misi¨®n "que apoya la participaci¨®n civil en misiones de paz".

Hait¨ª es un pa¨ªs prioritario para la cooperaci¨®n espa?ola (ayer la vicepresidenta le anunci¨® al presidente, Ren¨¦ Preval, 66 millones de euros en proyectos hasta 2012), pero retir¨® su participaci¨®n militar en 2006, hecho que entonces molest¨® a la ONU.

"A veces te duchas, a veces no tienes luz, pero te compensa, te compensa la gente", contaba Ana, una joven polic¨ªa que trabaja en igualdad, poco antes de que llegara la delegaci¨®n espa?ola, "te tienes que ganar su confianza, porque es gente que tiene hambre, que lucha por comer. Pero esto para m¨ª va a ser inolvidable. He aprendido mucho". Otro polic¨ªa asent¨ªa a su lado.

Pero tras sus peque?as gafas, Mar¨ªa, la guardia civil asturiana, 35 a?os, parec¨ªa preocupada por tener que dejar Hait¨ª. Trabaja con mujeres violadas y educando ni?os de la calle que no conocen el colegio porque no hay educaci¨®n gratuita. Quiz¨¢ son algunos de los miles de hu¨¦rfanos que ha dejado el sida. "Es muy duro, pero te reconforta Ese trabajo lo tiene que hacer alguien y yo quiero hacerlo". Su compa?ero de casa, Francisco, otro guardia civil, se enfrenta a los secuestros. Ambos tipos de cr¨ªmenes han bajado. Ayer, muy serios, quiz¨¢ demasiado, confesaban su humilde contribuci¨®n.