Petr¨®leo vol¨¢til
El abaratamiento del crudo no es pretexto para olvidar los planes de eficiencia energ¨¦tica
La ca¨ªda del precio del petr¨®leo en las ¨²ltimas semanas ha descartado de momento las profec¨ªas que pronosticaban una escalada catastr¨®fica hasta los 200 d¨®lares por barril y, lo que es m¨¢s importante, alienta la esperanza de una pr¨®xima tregua de la inflaci¨®n, intensamente estimulada por el encarecimiento del crudo, en especial en Espa?a. El precio del barril ha ca¨ªdo desde m¨¢s de 144 d¨®lares que costaba el brent a principios de julio hasta aproximadamente los 116 d¨®lares.
El argumento de moda para explicar esta inesperada ca¨ªda del precio es la precisa intervenci¨®n de las autoridades regulatorias estadounidenses para cercenar la especulaci¨®n. En un corto espacio de tiempo, Estados Unidos ha tomado dos decisiones de indudable eficacia. Por una parte, ha prohibido vender acciones bancarias a plazo sin disponer de los t¨ªtulos, lo cual ha obligado a muchos inversores a vender activos en contratos de futuros, sobre todo petroleros, para comprar las acciones bancarias que se les exig¨ªa imperativamente por ley; por otra, se ha limitado la cantidad de operaciones financieras en petr¨®leo que pueden tener los intermediarios "no comerciales".
Pero al margen del provecho que rindan las medidas antiespeculativas, el grueso del precio del crudo viene condicionado, como no pod¨ªa ser de otra forma, por las presiones sobre la oferta y la demanda. En favor del abaratamiento del barril juegan el descenso de la demanda mundial -el consumo en Estados Unidos baj¨® a un ritmo de casi 200.000 barriles diarios en julio-, un ligero aumento de la oferta y la moderada disminuci¨®n de las tensiones pol¨ªticas con Ir¨¢n.
La volatilidad del crudo no puede ser un pretexto para relajar las pol¨ªticas de eficiencia energ¨¦tica en Espa?a, dependiente en exceso del crudo importado y con una tasa de eficiencia energ¨¦tica en la producci¨®n impropia de un pa¨ªs desarrollado. Es de temer que si el petr¨®leo cae hasta el entorno de los 100 d¨®lares, se olviden los prop¨®sitos de ahorro energ¨¦tico -servidos por un plan endeble- y desaparezcan incluso los t¨ªmidos intentos de reducir el gasto de energ¨ªa por unidad de producto. No ser¨ªa demasiado pedir que, al menos, Industria y los reguladores de la competencia vigilen que el abaratamiento del crudo y de sus derivados se trasladen r¨¢pidamente a los precios que paga el consumidor. Ser¨ªa un alivio inmediato para la inflaci¨®n.
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