L¨¢grimas en la tele
El rito de morder la medalla de oro debi¨® nacer cuando un tipo fue premiado y no se crey¨® que el metal era precioso. Mordiendo no se sabe que el metal es precioso. Quiz¨¢, entonces, lo mordi¨® de rabia. Morder se muerde de rabia, o de desesperaci¨®n. Ayer vimos a Samuel S¨¢nchez morder el primer oro espa?ol en los Juegos. Debi¨® morderlo de emoci¨®n, porque lloraba. O de incredulidad. ?Por qu¨¦ no se lo creen los deportistas cuando ganan? ?ste lo dijo: "Me parec¨ªa incre¨ªble...", y sigui¨® el ciclista entre jadeos y l¨¢grimas. Estaba emocionado. Pues ya tendr¨¢ Llu¨ªs Bassat (experto en imagen que ayer coment¨® aqu¨ª la ceremonia inaugural) la emoci¨®n que ¨¦l echaba a faltar en el espect¨¢culo que abri¨® el certamen. He ido al diccionario de la RAE: "Emoci¨®n: alteraci¨®n del ¨¢nimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompa?ada de cierta conmoci¨®n pasajera". A m¨ª me pareci¨® que la pel¨ªcula de Yimou cumpl¨ªa con todas esas reglas. Pero quiz¨¢ falt¨® "cierta conmoci¨®n pasajera". Es la que sufri¨® Samuel S¨¢nchez. Mordi¨® la medalla y pareci¨® pas¨¢rsele la llantina.
Hubo una sombra, de todos modos, en esa ceremonia impoluta. Esa sombra fue Putin. Despu¨¦s de que Samuel mordiera la medalla aparecieron en el telediario de TVE las im¨¢genes de Osetia, y ah¨ª s¨ª que hab¨ªa emoci¨®n, y no hab¨ªa medallas, sino metrallas. Y el responsable de ese bombardeo que ya ha causado 1.500 muertos estaba en la ceremonia, aplaudiendo. Ahora que me acuerdo, se sosten¨ªa en las rodillas, tenso. A lo mejor en ese esfuerzo del cuerpo estaba mostrando la tensi¨®n acumulada dando ¨®rdenes: "?Pulsen el bot¨®n!". Mientras se desarrollaba la inolvidable sesi¨®n de Zhang Yimou, este hombre, Putin, sab¨ªa que unos georgianos olvidados del mundo iban a sufrir el dolor de la metralla. Y qu¨¦ dolor. Salieron algunos en la tele, agarrados a sus muertos, como si ¨¦sa fuera la medalla terrible que les dejaba el esfuerzo de existir. La verdad es que cuando se muere un ciudadano se mutila el universo, como dec¨ªa Jos¨¦ Hierro; pero cuando la muerte violenta se ejecuta mientras rutilantes se alzan los aplausos y las luces veloces, uno se queda, como ciudadano y como animal, a la altura de lo peor de las peores sombras.
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