China y Cuba: tiempo de herej¨ªas
El pa¨ªs de la Gran Muralla hoy no ambiciona desempe?ar en el de los hermanos Castro el rol de la Uni¨®n Sovi¨¦tica de anta?o; sin embargo, el gigante asi¨¢tico tiene cada d¨ªa m¨¢s peso en la isla caribe?a
Los v¨ªnculos entre China y Cuba han crecido de forma significativa en los ¨²ltimos a?os. China es ya, despu¨¦s de Venezuela, el segundo socio comercial de la isla caribe?a y el comercio bilateral aumenta a un ritmo superior al 15% anual.
Pero ?cu¨¢nto hay de ideol¨®gico en ese aumento del intercambio? ?Esa evoluci¨®n refleja una hipot¨¦tica apuesta cubana por el modelo chino de desarrollo?
Cerca del 1% de la poblaci¨®n cubana es de ascendencia china. Dicha circunstancia ha servido para mantener una relaci¨®n que, a pesar de sus altibajos, ha facilitado la presencia cultural y econ¨®mica en la isla del gigante oriental.
En los a?os sesenta del siglo pasado, la visita del Che Guevara a Pek¨ªn abri¨® una nueva etapa. Los chinos recuerdan la generosidad de aquel ministro que les dejaba explorar pr¨¢cticamente sin l¨ªmites las capacidades tecnol¨®gicas de la Cuba post-Batista, haci¨¦ndose entonces, sin ser conscientes de ello los cubanos, con muchos avances t¨¦cnicos que les resultaron de gran utilidad para superar los desaf¨ªos que encontraban, por ejemplo, para desarrollar el importante complejo petrol¨ªfero de Daqing, descubierto en 1956 en la norte?a provincia de Heilongjiang con la ayuda de los sovi¨¦ticos.
Para Pek¨ªn, a diferencia de La Habana, la ideolog¨ªa ocupa una posici¨®n secundaria
Los cubanos admiran la capacidad de las autoridades comunistas para restaurar la econom¨ªa
China no olvida esos aportes, como tampoco la visita del entonces presidente Osvaldo D. Torrado, el primer mandatario de Am¨¦rica Latina que visit¨® la Rep¨²blica de Mao.
Pero ni tan valiosas contribuciones, que tanto cuentan en el discurso oficial chino, ni el supuesto ideal com¨²n compartido pudieron con la rivalidad chino-sovi¨¦tica que se fue abriendo camino en los a?os sesenta y en la que Cuba se vio atrapada.
Resuelto ese diferendo, ?sobre qu¨¦ bases nuevas puede establecerse la recuperaci¨®n de la normalidad en las relaciones bilaterales?
Es bien sabido que el pragmatismo es una de las claves del proceso chino, no s¨®lo en el ¨¢mbito interno, sino tambi¨¦n en la conducci¨®n de su pol¨ªtica exterior y, muy esencialmente, en su diplomacia econ¨®mica. Quiere ello decir que, por principio, la ideolog¨ªa, a diferencia de Cuba, ocupa una posici¨®n secundaria a la hora de condicionar sus relaciones internacionales.
China diferencia planos de colaboraci¨®n y, aun coincidiendo en la defensa te¨®rica de unos mismos ideales, procura diferenciar las ¨¢reas y sus contenidos. Pero posici¨®n secundaria no quiere decir nula influencia.
En lo pol¨ªtico, cabe se?alar que en los ¨²ltimos a?os se han multiplicado las visitas de alto nivel de dirigentes chinos a la isla, lo que ha permitido reforzar las coincidencias y el apoyo mutuo en la escena internacional (T¨ªbet, Taiwan, los derechos humanos, el multilateralismo). El propio Fidel Castro, a¨²n convaleciente, ha agasajado personalmente a cuantos ha podido.
Hoy, ambos pa¨ªses reconocen la pluralidad de las experiencias que desarrollan, respetan su autonom¨ªa, comparten incluso la necesidad de alejarse del modelo de socialismo real, y sus planteamientos insisten en la virtualidad de alcanzar modelos propios. En suma, aunque un tanto asim¨¦tricamente por el momento, se ha pasado del canto a la ortodoxia a las loas a la herej¨ªa.
En el campo econ¨®mico es donde mejor puede apreciarse el tono de las relaciones bilaterales entre los dos pa¨ªses. El comercio bilateral ha pasado de 533,3 millones de d¨®lares (335,6 millones de euros) en el a?o 2000 a 2.562 millones (1.612,5 millones de euros) en 2007.
Pese a la relativa contundencia de dichos datos, bueno es recordar su modesta significaci¨®n en el conjunto latinoamericano, tanto en t¨¦rminos absolutos como porcentuales (el comercio de China con Brasil, por ejemplo, creci¨® en 2007 un 46,4%). Tampoco pasemos por alto que dicha cifra supone la mitad del comercio sostenido con Panam¨¢ en el mismo ejercicio, pa¨ªs con el que China no mantiene relaciones diplom¨¢ticas.
A la escasa significaci¨®n del intercambio comercial, que ha crecido pero desde bases muy modestas, se suma la escasa diversidad de los bienes objeto de intercambio por parte cubana (az¨²car, medicinas y n¨ªquel, esencialmente) y la inexistencia de inversiones chinas significativas en la isla, ya que no encuentra, al menos por el momento, ¨¢mbitos de atracci¨®n espec¨ªficos, a excepci¨®n del petr¨®leo o del ya citado n¨ªquel, unos sectores en los que tambi¨¦n se advierte la presencia de otros inversores internacionales de peso, como son Canad¨¢, Noruega, India o Espa?a, sin ir m¨¢s lejos.
He ah¨ª un l¨ªmite pragm¨¢tico que evidencia con claridad la frontera de la identificaci¨®n china con la pol¨ªtica y el r¨¦gimen cubano, a la espera de que los anunciados "ajustes" abran perspectivas para un nuevo enfoque de la cooperaci¨®n bilateral, quiz¨¢s reproduciendo las zonas econ¨®micas especiales que en China han servido para captar inversiones extranjeras, nuevas tecnolog¨ªas y una experiencia empresarial de la que Cuba carece.
Pero ?es s¨®lo econom¨ªa o hay algo m¨¢s? China ha facilitado a Cuba numerosos cr¨¦ditos, siempre a muy bajo inter¨¦s o sin intereses, y numerosas facilidades para la liquidaci¨®n de la deuda acumulada, lo que ha permitido a La Habana desarrollar amplios programas de reanimaci¨®n de la econom¨ªa, as¨ª como proyectos sociales, especialmente en el ¨¢mbito educativo.
La formaci¨®n de empresas mixtas (un total de nueve actualmente) apunta ¨¢mbitos de colaboraci¨®n que pudieran ampliarse en los pr¨®ximos a?os, especialmente en el orden tecnol¨®gico y sanitario. Tambi¨¦n han aumentado los intercambios militares.
Por otra parte, La Habana mima a Pek¨ªn con el prop¨®sito de asegurarse el apoyo de un socio importante en el campo internacional.
En China, que celebra las palabras del vicepresidente Machado Ventura cuando admite que "no hay que temer los salarios elevados" y califica de "alentadores" los cambios impulsados por Ra¨²l Castro, con la boca peque?a se dice que la tozudez ideol¨®gica impide aprovechar y optimizar las oportunidades. De seguir ese camino, China podr¨ªa gozar de una influencia privilegiada en la transformaci¨®n del r¨¦gimen de la isla, a poco que sus autoridades pasen de los gestos simb¨®licos a lo real.
Aun as¨ª, no obstante la admiraci¨®n por el modelo chino en el frente econ¨®mico, en Cuba no pocos consideran que la sacralizaci¨®n del mercado y la exacerbaci¨®n de las desigualdades han alejado a China del ideal de justicia e igualitarismo del socialismo, si bien admiran la capacidad de las autoridades comunistas, tanto para restaurar la econom¨ªa como para programar un cambio gradual en el marco del sistema.
En resumen, la China de hoy ni mucho menos ambiciona desempe?ar en Cuba el rol de la Uni¨®n Sovi¨¦tica de anta?o, pero el avance de las relaciones bilaterales y la proximidad pol¨ªtica e ideol¨®gica les reservan un papel significativo que se sustenta en compartir una similar visi¨®n del mundo y la afirmaci¨®n de un espacio econ¨®mico com¨²n.
No es poco, pero se?ala los l¨ªmites que, ni por una parte ni por otra, interesa rebasar a la espera de una mayor definici¨®n del cambio auspiciado en La Habana.
Por su parte, Washington, al que China no osa desafiar, al menos por el momento, deber¨ªa aceptar esta aproximaci¨®n como una contribuci¨®n cualitativa y de gran valor que puede evitar una transici¨®n ca¨®tica en Cuba y no interpretarla como una mera reedici¨®n de su p¨¦rdida de influencia en la isla, a manos, esta vez, de su nuevo rival estrat¨¦gico m¨¢s importante.
Xulio R¨ªos es director del Observatorio de la Pol¨ªtica China (Casa Asia-IGADI).
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