Mira qui¨¦n baila
No hay que culpar a esa muchacha, Leticia, por haber querido celebrar el d¨ªa m¨¢s importante de su vida en el pazo. No hay que culparla, porque la joven, educada lejos de la ordinariez pol¨ªtica espa?ola, tiene una idea diferente del pa¨ªs que surgi¨® tras la muerte del bisabuelito. A Leticia, su abuelita le ha debido contar su versi¨®n de los hechos. Es del todo natural que cada cual cuente la feria como le va, y a los descendientes de Franquito, la democracia les ha tratado tan bien, que debemos admitir, aunque duela, que algo de cierto tiene esa versi¨®n. En v¨ªsperas de la boda, abuelita debi¨® relatarle c¨®mo, a pesar del enconado desprecio con que los pol¨ªticos han tratado la figura del General¨ªsimo, hay de fondo en Espa?a un runr¨²n de admiraci¨®n hacia su obra. ?Por qu¨¦ si no tanta pol¨¦mica con retirar los s¨ªmbolos que certifican su paso por la Tierra? Cada placa que descuelgan genera bronca, hasta las estatuas han de retirarse en lo oscuro de la noche. Todo esto despu¨¦s de 30 a?os, dice abuelita. ?No es m¨¢gico que la sombra de su figura se proyecte de tal manera sobre el presente? Incluso hay rojos, dice, que piensan que retirar una estatua es una provocaci¨®n, un remover las cosas innecesariamente. La monda. El pueblo espa?ol, asegura la abuela, nos quiere, aunque nadie lo diga (no es pol¨ªticamente correcto), ?por qu¨¦ te crees que no han tocado un duro de nuestro patrimonio?; y a nivel popularidad, ni te cuento, tu t¨ªa era una de las favoritas del Mira qui¨¦n baila. Y eso s¨ª que tiene m¨¦rito.
-Ya, abuelita -dice la novia con un gemido, mirando por la ventana a ese gent¨ªo valleinclanesco con un generalillo a la cabeza-. Pero..., es que ah¨ª hay una gente que parece que se burla.
-?Tonta, que no! No es m¨¢s que el brutal homenaje del pueblo. Ay, las novias, siempre tan agoreras.
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