Sangre y amor ol¨ªmpicos
Sangre en la piscina, amor en la pista. Las dos caras de la guerra fr¨ªa se vieron en los Juegos de la XVI Olimpiada. El COI concedi¨® en 1949 la sede a Melbourne por un solo voto sobre Buenos Aires. El gui?o del olimpismo a la supuesta tranquilidad del quinto continente tampoco funcion¨®. Los Juegos no fueron a Roma de milagro a causa de los enfrentamientos entre los dos principales partidos pol¨ªticos de Australia y la rigidez australiana en cuestiones de animales y plantas oblig¨® a trasladar, de forma ins¨®lita, las pruebas de h¨ªpica a Estocolmo.
Apenas un mes antes de los Juegos, los tanques sovi¨¦ticos aplastaron a sangre y fuego en Budapest las reformas h¨²ngaras de Imre Nagy, que le costar¨ªan su ejecuci¨®n dos a?os despu¨¦s. Todo estaba demasiado reciente. El ¨²nico enfrentamiento directo entre Hungr¨ªa y la URSS fue significativo. La semifinal de waterpolo empez¨® con gestos amistosos, pero acab¨® en batalla campal. Cuando los h¨²ngaros ganaban por 4-0 en uno de sus mejores deportes, un jugador sufri¨® un profundo corte cerca de un ojo por un cabezazo. Ya antes, los agarrones habituales hab¨ªan sido ara?azos y golpes en los test¨ªculos. Los h¨²ngaros parecieron vengarse con sa?a. La pelea se generaliz¨® y la piscina se ti?¨® de rojo. El partido se dio por terminado. La polic¨ªa tuvo que intervenir incluso conteniendo a muchos espectadores que quer¨ªan agredir a los sovi¨¦ticos. Hungr¨ªa gan¨® despu¨¦s la final a Yugoslavia y la URSS, por primera vez delante de EE UU en el medallero, logr¨® el bronce ante Italia.
El contrapunto fue el flechazo entre dos medallistas de oro, la lanzadora de disco checa Olga Fikotova y el de martillo estadounidense, Harold Connolly. Se casaron a los tres meses en Praga y vivieron en EE UU, pero el amor termin¨® en divorcio en 1973.
El reverendo Bob Richards, profesor de teolog¨ªa en California, bronce ya en 1948, repiti¨® en p¨¦rtiga el oro de 1952. Ha sido el ¨²nico en la historia que lo ha conseguido. El pastor volador, a¨²n con p¨¦rtigas de bamb¨², dej¨® tambi¨¦n en evidencia los recelos pol¨ªticos, y su carisma llev¨® a que en Helsinki dos rivales sovi¨¦ticos rompieran todas las envidias y le alzaran en hombros tras su victoria.
En disco, un jovencito Alfred Oerter gan¨® el primer oro de su monumental serie que se alargar¨ªa cuatro ediciones. Zatopek s¨®lo pudo ser sexto en marat¨®n. El franc¨¦s de origen argelino Alain Mimoun, plata tras ¨¦l en los 5.000 y 10.000 de 1952, gran amigo y admirador suyo, le esper¨® tras ganar y le dijo: "?No me felicitas? Ahora yo soy el campe¨®n..." El checo, agotado, lo hizo cuando pudo. Mimoun declarar¨ªa despu¨¦s: "Ese gesto me vali¨® m¨¢s que el oro".
Otro militar sovi¨¦tico, Vladimir Kuts, sucedi¨® a Zatopek en las dos pruebas de fondo y Bobby Morrow fue el ¨²ltimo blanco estadounidense que gan¨® las dos de velocidad y el relevo. En baloncesto, Bill Russell y K.C. Jones adelantaron su etapa dorada en los Celtics de Boston y lideraron un Dream Team de los a?os cincuenta que arroll¨® en los ocho partidos jugados por m¨¢s de 30 puntos. En la final, 89-55 a la URSS.
La intervenci¨®n sovi¨¦tica en Hungr¨ªa provoc¨® el boicoteo pionero de la Espa?a de Franco, que no fue a Melbourne por la presencia de la URSS. Tampoco estuvieron Suiza y Holanda. S¨®lo hubo jinetes espa?oles en Estocolmo, porque la equitaci¨®n se disput¨® antes. Joaqu¨ªn Blume, ya en su plenitud, se qued¨® as¨ª sin la oportunidad de quitarle medallas a Viktor Chukarin, que sum¨® cinco m¨¢s, tres de oro. El accidente de avi¨®n de 1959 dejar¨ªa al primer gran gimnasta de la historia espa?ola sin mucho m¨¢s que los siguientes Juegos de Roma: la vida.
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