Rusia se pasa de la raya
En los ¨²ltimos tiempos, hemos afirmado que Rusia estaba llevando a cabo una pol¨ªtica de cambiar el r¨¦gimen de Georgia y a su presidente prooccidental y democr¨¢ticamente elegido, Mija¨ªl Saakashvili. Predijimos que, a falta de una intervenci¨®n diplom¨¢tica fuerte y unida de Occidente, se avecinaba una guerra.Ahora, tr¨¢gicamente, la escalada de la violencia en Osetia del Sur ha culminado en una invasi¨®n declarada de Georgia por parte de Rusia. Occidente, especialmente Estados Unidos, podr¨ªa haber prevenido esta guerra.
No est¨¢ claro del todo qu¨¦ ocurri¨® en Osetia del Sur la semana pasada. Cada bando contar¨¢ su propia versi¨®n. Pero s¨ª sabemos, sin ninguna duda, que Georgia reaccion¨® ante las repetidas provocaciones de los separatistas de Osetia, controlados y financiados por el Kremlin. No se puede decir que Georgia deseara esta guerra; cre¨ªa que estaba ganando poco a poco terreno en Osetia del Sur mediante una estrategia de poder blando. Sean cuales sean los errores del Gobierno de Georgia, no pueden justificar las acciones de Rusia. El Kremlin ha invadido un pa¨ªs vecino, y eso es un acto de agresi¨®n ilegal que vulnera la Carta de Naciones Unidas y los principios fundamentales de cooperaci¨®n y seguridad en Europa.
Richard C. Holbrooke La conducta de Mosc¨² es un reto directo al orden europeo e internacional
Iniciar una guerra bien planificada (que incluye la guerra cibern¨¦tica) al mismo tiempo que se inauguraban los Juegos Ol¨ªmpicos infringe la antigua tradici¨®n de la tregua ol¨ªmpica. El deseo de Rusia de crear una zona de guerra a 40 kil¨®metros de la ciudad de Sochi, en el mar Negro, que acoger¨¢ los juegos de Invierno en 2014, no es precisamente prueba de su compromiso con los ideales ol¨ªmpicos. El objetivo de Rusia no es s¨®lo, como dice, restablecer el statu quo en Osetia del Sur. Busca el cambio de r¨¦gimen en Georgia. Ha abierto un segundo frente en el otro territorio georgiano en disputa, Abjazia, justo al sur de Sochi. Pero su prop¨®sito fundamental es sustituir a Saakashvili -un hombre al que Putin desprecia- por un presidente m¨¢s sujeto a la influencia del Kremlin.
Como destac¨® el s¨¢bado el ministro sueco de Exteriores, Carl Bildt, la justificaci¨®n de Mosc¨² para invadir tiene paralelismos con los cap¨ªtulos m¨¢s oscuros de la historia de Europa. Despu¨¦s de suministrar pasaportes a decenas de miles de abjazios y osetos, Mosc¨² asegura ahora que tiene que intervenir para protegerlos, una t¨¢ctica que recuerda a otra utilizada por la Alemania nazi al comenzar la II Guerra Mundial.
Rusia quiere hacer retroceder los avances democr¨¢ticos en sus fronteras, destruir cualquier oportunidad de nueva ampliaci¨®n de la OTAN y la UE, y restablecer una esfera de hegemon¨ªa sobre sus vecinos. Mosc¨² env¨ªa el mensaje de que, en esa parte del mundo, tener lazos estrechos con EE UU y Occidente no sirve de nada. Tal vez nos encontramos en Europa ante el fin de una era en la que se supon¨ªa que hab¨ªa que sustituir la realpolitik y las esferas de influencia por unas normas de cooperaci¨®n y el derecho de un pa¨ªs a escoger su propio camino. Habr¨¢ que revisar las esperanzas que hab¨ªa de que Rusia fuera m¨¢s liberal con el presidente Dmitri Medv¨¦dev. La conducta de Rusia es un reto directo al orden europeo e internacional.
?Qu¨¦ puede hacer Occidente? En primer lugar, Georgia merece nuestra solidaridad y nuestro apoyo. Occidente debe conseguir que se interrumpan los combates y conservar la integridad territorial de Georgia dentro de sus fronteras internacionales actuales. Tan pronto como terminen las hostilidades, es preciso que haya un gran esfuerzo transatl¨¢ntico coordinado para ayudar a Tbilisi en la reconstrucci¨®n y la recuperaci¨®n.
Segundo, no debemos pretender que Rusia es una fuerza neutral de pacificaci¨®n en los conflictos que se producen en sus fronteras. Rusia es parte del problema, no la soluci¨®n. Hace demasiado tiempo que Mosc¨² aprovecha los mandatos internacionales para perseguir pol¨ªticas neoimperialistas. Occidente debe renegar de esos mandatos e insistir en que haya unas fuerzas internacionales verdaderamente neutrales, a las ¨®rdenes de la ONU, para vigilar un futuro alto el fuego y servir de mediadoras.
Tercero, Occidente necesita contrarrestar las presiones de Rusia sobre sus vecinos, especialmente Ucrania, que es seguramente el pr¨®ximo objetivo de Mosc¨². EE UU y la UE deben se?alar que no se va a relegar a una zona gris a Ucrania y Georgia.
Por ¨²ltimo, EE UU y la UE deben aclarar que este tipo de agresi¨®n afectar¨¢ a las relaciones y el prestigio de Rusia en Occidente. Aunque no hay que pensar en una intervenci¨®n militar occidental en Georgia -nadie quiere una nueva guerra fr¨ªa en el siglo XXI-, no es posible ignorar las acciones rusas. Y hay que advertir al Kremlin de que su propio proyecto para adquirir prestigio -los Juegos Ol¨ªmpicos de Sochi- se ver¨¢ afectado por sus actuaciones.
La debilidad de la diplomacia occidental y la falta de unidad transatl¨¢ntica han hecho que fuera imposible prevenir una guerra evitable. S¨®lo una unidad transatl¨¢ntica fuerte puede detenerla y empezar a reparar los inmensos da?os causados. De no ser as¨ª, podremos a?adir una cosa m¨¢s a la ya larga lista de fracasos en el exterior del Gobierno de Bush.
? Project Syndicate, 2008.
Este art¨ªculo lo firman Richard C. Holbrooke, embajador de EE UU ante la ONU en el Gobierno de Clinton, y Ronald D. Asmus, director ejecutivo del Centro Transatl¨¢ntico del German Marshall Fund de EE UU. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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