Los ojos misteriosos de la ciudad
El intrigante fot¨®grafo JR estampa calles y fachadas de una favela de R¨ªo de Janeiro con su arte urbano
Unos ojos gigantescos observan desde lo alto de una favela de R¨ªo de Janeiro. Morro da Provid¨ºncia es uno de esos lugares cuyo nombre asusta a los cariocas. El 14 de junio, los militares que hab¨ªan ocupado con carros blindados esta violenta favela de la zona portuaria detuvieron a tres adolescentes y los entregaron miserablemente a narcotraficantes de otra favela como supuestos miembros de una facci¨®n rival. Resultado: tres cad¨¢veres m¨¢s.
Ahora, en las fachadas y calles de Provid¨ºncia han aparecido pancartas gigantes con fotograf¨ªas de ojos con las m¨¢s variadas expresiones. Nadie sabe de d¨®nde han salido. La ciudad se pregunta qui¨¦n est¨¢ detr¨¢s de esta inusual intervenci¨®n art¨ªstica. Bien: el responsable se llama JR. "Acabo de dejar un momento la brocha y el balde de pegamento", explica. El franc¨¦s ha interrumpido su agotador trabajo para hablar con EL PA?S. "En televisi¨®n han puesto im¨¢genes filmadas desde un helic¨®ptero y han dado un n¨²mero de tel¨¦fono para que la gente llame si sabe qu¨¦ est¨¢ pasando. Algunos periodistas han intentado acercarse, pero ninguno ha podido ver c¨®mo trabajamos".
Nadie sabe de d¨®nde han salido las im¨¢genes de la favela de R¨ªo
Los narcotraficantes dejan filmar si no se enfoca donde se vende la droga
Ha intervenido en el muro que separa Israel de Palestina y expone en la Tate
"Mi trabajo habla sobre compromiso, belleza, libertad y l¨ªmites", explica JR
JR contact¨® con los l¨ªderes de la comunidad ayudado por el fot¨®grafo Mauricio Hora. "Cuando el proyecto comenz¨® a tomar forma, hablamos con los traficantes para explicarles que necesit¨¢bamos filmar, ya que lo documentamos todo. La regla es no tomar im¨¢genes suyas o de los puntos de venta de droga. Somos muy prudentes. Nos cruzamos a menudo y suelen esperar a que hayamos terminado para sacar las armas", cuenta. "Ya nos hemos encontrado en medio de tiroteos entre la polic¨ªa y ellos".
"Lo de JR es una forma de guardar mi anonimato, porque en muchos lugares lo que hago no est¨¢ permitido. Y tambi¨¦n una manera de que la atenci¨®n se centre en mi trabajo y no en m¨ª", dice el franc¨¦s, que se esconde tras unas gafas de sol y un sombrerito. Cuando estuvo en julio en Cartagena, para la edici¨®n de La Mar de M¨²sicas dedicada a Francia, burl¨® la vigilancia de la refiner¨ªa de Escombreras, una zona de alta seguridad. Entr¨® por la puerta principal con una furgoneta y peg¨® el retrato de un anciano en uno de los enormes tanques de combustible.
Tiene 25 a?os y, aunque acostumbrado a trabajar al margen de la ley, una de sus fotograf¨ªas de formato descomunal se despliega hasta finales de mes en la fachada de la Tate Modern de Londres con todas las bendiciones oficiales. Jos¨¦ Luis Cegarra, comisario del proyecto de Cartagena, lo present¨® con estas palabras: "Antes lo persegu¨ªa la polic¨ªa y ahora lo siguen los museos". Su obra se ha presentado ya en la Bienal de Venecia, el Artforum de Berl¨ªn o Les Rencontres de la Photographie de Arl¨¦s.
Una de sus acciones m¨¢s espectaculares -en su web (jr-art.net) se refiere a ella como la mayor exposici¨®n ilegal de fotograf¨ªas de la historia- la realiz¨® en marzo de 2007 en el muro construido por Israel. Le hab¨ªan amenazado con un posible secuestro de Ham¨¢s o con que la polic¨ªa palestina o el ej¨¦rcito hebreo lo expulsar¨ªan. S¨®lo lo echaron 15 d¨ªas de Hebr¨®n. "Nada comparado con todo lo que pegamos a ambos lados del muro", asegura riendo. Tambi¨¦n le avisaron de que nadie querr¨ªa colaborar: "Se trataba de fotografiar a israel¨ªes y palestinos con un mismo oficio y preguntarse c¨®mo se ven el uno al otro. Ped¨ªamos permiso en las casas y peg¨¢bamos juntas la foto del taxista israel¨ª y el palestino. Sin problemas. Es importante mostrar que los l¨ªmites no est¨¢n donde creemos".
"Un trabajo como ¨¦ste s¨®lo se puede hacer con la confianza de la comunidad. En la favela, todo el mundo nos ayuda. Los ni?os llevan los carteles de una casa a otra. Y, a pesar de la escasez, la gente est¨¢ siempre dispuesta a darnos agua para pegarlos", explica. JR y un equipo de ocho personas trabajan desde las siete de la ma?ana hasta las ocho o nueve de la noche. "Es muy complicado, porque estamos en una colina, las calles est¨¢n en pendiente y muchas casas dif¨ªcilmente se sostienen. Y tenemos que pegar entre cables el¨¦ctricos que pasan por todas partes. Ya nos hemos llevado todos unas cuantas descargas. Al ser 110 vatios, s¨®lo te paraliza la mano unos minutos. Luego se pasa el efecto".
"Estas fotos no van a durar mucho tiempo con el viento y la lluvia. Nuestras exposiciones son ef¨ªmeras y no damos respuestas; provocamos preguntas", explica. "Desde abajo se ven peque?as barracas sobre la colina, pero no se ve toda la vida que hay dentro de la favela. Estos retratos miran a la ciudad asfaltada. En lugar de ser nosotros quienes les observamos a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n, son ellos los que nos observan".
Las mujeres que fotograf¨ªa en R¨ªo de Janeiro son conscientes de que su rostro acabar¨¢ sobre una fachada. El trabajo forma parte de Las mujeres son h¨¦roes, tercera etapa de su Proyecto 28 mil¨ªmetros que le ha llevado antes a Sierra Leona o Sud¨¢n. Las dos primeras etapas fueron Retrato de una generaci¨®n -con personajes extra?os de los suburbios de Par¨ªs de los que coloc¨® carteles en barrios burgueses- y Cara a cara. "Ahora mismo tengo frente a m¨ª una gran foto pegada en una casa con cuatro ventanas abiertas. Veo a la gente dentro haciendo su vida. La instant¨¢nea empieza a quedar un poco tapada por la ropa tendida. Y toda esa vida me parece m¨¢s interesante a¨²n que la propia imagen".
"La venta de fotograf¨ªas me permite financiar estos proyectos", dice. Por una de JR se pagan hasta 25.000 euros. Tambi¨¦n acepta encargos institucionales: en marzo viaj¨® a Cartagena y se pas¨® dos d¨ªas pate¨¢ndose las calles. Para Los surcos de la ciudad se inspir¨® en las arrugas de rostros an¨®nimos y las grietas de edificios en ruina en los que est¨¢ impresa la historia de la ciudad murciana. "Le impactaron los refugios de la Guerra Civil. Y quer¨ªa llegar a esos personajes con una posguerra muy dura, criados en prost¨ªbulos, con los padres fusilados", cuenta Cegarra, impresionado por c¨®mo JR consegu¨ªa que los octogenarios hicieran todos los gestos que les ped¨ªa. En octubre se editar¨¢ el cat¨¢logo: "Poseo la mayor galer¨ªa de arte del mundo. Expongo gratuitamente en las calles, atrayendo la atenci¨®n de las personas que no visitan los museos. Mi trabajo mezcla arte y acci¨®n; habla sobre compromiso, belleza, libertad, identidad y l¨ªmites. Soy un artivista".
?ste es el final de un camino que comenz¨® hace ocho a?os, cuando se encontr¨® una c¨¢mara en el metro de Par¨ªs. En la estaci¨®n de Charles de Gaulle-?toile. "No era gran cosa, pero ten¨ªa pel¨ªcula. Empec¨¦ con el fin de sacarme el bachillerato, porque la optativa de fotograf¨ªa me pod¨ªa dar puntos y me hab¨ªan dicho que era f¨¢cil. A m¨ª me daba igual, pero al final me enganch¨®".
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