Phelps domina el miedo
El nadador vence al rival que m¨¢s problemas le hab¨ªa creado, Lochte, y consigue su sexto oro con otro r¨¦cord en 200 metros estilos
Algo se revuelve en el alma de Michael Phelps. Algo le preocupaba mientras esperaba, sentado en la sala de llamadas de la piscina. Tal vez, el temblor nervioso en una de sus rodillas era el primer s¨ªntoma de que su organismo comenzaba a entrar en la zona de las carencias. Todos los campeones buscan desesperadamente un l¨ªmite. Phelps tem¨ªa encontrarlo en su 15? carrera: la final de los 200 metros estilos. Ten¨ªa nombre de espaldista: Ryan Lochte.
En la antigua Grecia, los atletas acud¨ªan a los altares y hac¨ªan libaciones para honrar a los dioses. En Pek¨ªn, los hijos de la modernidad conjuran el miedo con obsesiones que suelen acompa?ar de rutinas. Phelps tiene unas cuantas. Primero, se pone un gorro de l¨¢tex. Luego, se ajusta las gafas y encima de la tira de goma de las gafas se pone otro gorro. Luego, coge el iPod y se incrusta los pinganillos en los o¨ªdos. Pulsa la pantalla y, antes de las carreras m¨¢s inciertas, cuando le asaltan las dudas, pone Go Getta, un tema del rapero-traficante Young Jeezy que habla de clubes, pandilleros y mujeres sin escr¨²pulos. Todo esto, para sentirse m¨¢s armado de coraje ante la inminencia de la prueba que le medir¨¢ a Lochte.
Lochte gan¨® los 200 espalda y 20 minutos despu¨¦s intent¨® derrotar a Phelps
El chico de Daytona Beach (Florida) es un alma c¨¢ndida. Hijo de un t¨¦cnico de nataci¨®n, educado en el seno de una familia de clase media que practica el amor a los perros, lleg¨® a Pek¨ªn persiguiendo un objetivo descomunal. Primero, derrotar a Aaron Peirsol en los 200 metros espalda. Despu¨¦s, arrebatar el oro a Phelps en los 200 estilos. Si hay un nadador capaz de cumplir con ese prop¨®sito, ¨¦se es Lochte. Pero las cosas le empezaron a ir mal. El programa determin¨® que ambas carreras se disputar¨ªan el mismo d¨ªa. La primera, a las 10.20. La segunda, a las 10.45. Los fisi¨®logos aseguran que un nadador de ¨¦lite es capaz de recuperarse en una hora. Nunca en 20 minutos. Lochte tuvo que nadar los 200 estilos con los m¨²sculos contaminados por el ¨¢cido l¨¢ctico. Una final que demostr¨® que Phelps tiene razones para temerle. En los 200 espalda, Lochte arrebat¨® el t¨ªtulo ol¨ªmpico al hombre que rein¨® sobre la disciplina durante a?os. En el intento por defender su cetro, Peirsol se aproxim¨® a su r¨¦cord. Pero Lochte no le dio tregua y estableci¨® uno nuevo convirti¨¦ndose en el primer hombre en bajar de 1m 54s. Sin poder celebrar, sali¨® de la piscina y se fue a beber un reconstituyente. Se puso las gafas de nuevo y all¨ª, en los 200 estilos, le esperaba Phelps.
Phelps teme a Lochte por dos razones. Primero, porque en la historia de la nataci¨®n el ¨²nico hombre que ha nadado los cuatro estilos tan bien como ¨¦l ha sido Lochte. Segundo, porque durante la prueba de clasificaci¨®n ol¨ªmpica, en Omaha, Lochte hab¨ªa conseguido bajar de 1m 56s a pesar de haber estado un mes sin poder mover un tobillo por lesi¨®n. Nadie, adem¨¢s de Phelps, ha hecho algo semejante. Para quedar primero, con 1m 54,23s, Phelps se vio obligado a batir su octavo r¨¦cord mundial. Lochte, al contrario que Phelps, que apret¨® en la braza, se empez¨® a hundir a partir de los 100 metros. Pag¨® su esfuerzo contra Peirsol. "Intent¨¦ concentrarme en el 200 estilos, pero el dolor que se me qued¨® en el cuerpo tras la espalda fue insuperable", dijo. Lochte tambi¨¦n pag¨® ciertos excesos culinarios en la Villa. En los corrillos circul¨® la versi¨®n de que, el s¨¢bado pasado, sufri¨® una gastroenteritis. Se presume que la contrajo en el McDonalds, patrocinador oficial de los Juegos.
"La nutrici¨®n es lo ¨²ltimo que me preocupa", confirm¨® el nadador; "posiblemente sea mi perdici¨®n, pero he almorzado y he cenado en el McDonalds todos los d¨ªas desde que llegu¨¦". Considerando que Lochte nad¨® con el cuerpo atestado de ¨¢cido l¨¢ctico, aceites hidrogenados y grasas saturadas, su obra fue colosal. Se inmol¨® gloriosamente y se colg¨® la medalla de bronce. A su lado, Phelps, liberado de la presi¨®n, caz¨® su sexto oro en Pek¨ªn. Lo consigui¨® como los otros cinco. Con un r¨¦cord y un apabullante sentido del dominio de s¨ª mismo.
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