Taxis con pedigr¨ª
Pek¨ªn selecciona los coches para las zonas ol¨ªmpicas, pero cada trayecto es una aventura
Unas instalaciones magn¨ªficas y una buena gesti¨®n. La organizaci¨®n de los Juegos ha sorprendido gratamente a deportistas, t¨¦cnicos, federativos y periodistas, muchos de los cuales, que no hab¨ªan estado nunca en China, llegaron probablemente con la maleta cargada de t¨®picos.
Pero, en medio de esta excelencia, los reci¨¦n llegados se han encontrado con otra sorpresa menos agradable, la que supone coger un taxi cuando no se domina un m¨ªnimo de chino mandar¨ªn. Raro es el visitante que no puede contar estos d¨ªas una an¨¦cdota sobre el popular medio de transporte: c¨®mo se ha encontrado totalmente perdido, rodeado de neones ininteligibles en medio de una calle, despu¨¦s de que el conductor fuera incapaz de encontrar la direcci¨®n a la que iba; c¨®mo se ha tenido que bajar del coche porque el taxista no pod¨ªa ver, o no sab¨ªa leer, la direcci¨®n en chino en la tarjeta de su hotel, o c¨®mo el conductor se ha negado a llevarle a la zona ol¨ªmpica a pesar de que el cliente agitara, como una bandera de socorro, su acreditaci¨®n oficial.
Los conductores temen a la polic¨ªa, van a c¨¢mara lenta y no brillan por su ingl¨¦s
Los taxistas de Pek¨ªn son un mundo aparte. Tienen terror a la polic¨ªa, conducen a c¨¢mara lenta y no brillan por su experiencia al volante ni su dominio del ingl¨¦s. Adem¨¢s, muchos trabajan tradicionalmente turnos de 24 horas seguidas, con lo que ello implica.
Como las autoridades municipales saben todo esto, tomaron medidas meses antes de que comenzaran los Juegos para pulir la imagen de la ciudad. Al fin y al cabo, los taxis representan frecuentemente la primera ventana a la cultura local cuando se llega a un pa¨ªs y los asistentes a los Juegos iban a pasar muchas horas en ellos debido a la escasez de l¨ªneas de metro y la lentitud de los autobuses.
El Gobierno ha prohibido a los conductores rasurarse la cabeza y llevar barba porque, seg¨²n cree, la falta o el exceso de pelo no dan buena impresi¨®n. Y les ha obligado a vestir de uniforme: camisa amarilla, pantal¨®n azul marino y corbata. Cuando se pregunta a los taxistas si est¨¢n de acuerdo con la nueva vestimenta, de la que han recibido dos mudas, asienten. Pero, al poco, expresan su descontento: "Nos han dicho que es de algod¨®n, pero no lo es. El tacto es distinto. El algod¨®n absorbe el sudor. Esto conserva el calor", dice Yu Benqi, de 44 a?os, que ha sustituido los pantalones oficiales por unos vaqueros, mientras se toca la manga de la camisa. Otros llevan el nudo de la corbata a la altura del estern¨®n.
Los ch¨®feres han recibido cursos de ingl¨¦s y disponen en la guantera de un libro biling¨¹e con frases est¨¢ndar. Pero pocos son capaces de desenvolverse en ese idioma. "Hay 5.000 taxistas que pueden tener acceso a las zonas ol¨ªmpicas. ?sos saben ingl¨¦s", dice, optimista, Li Shaoxun, de 40 a?os, que no es uno de ellos. "Para poder ir all¨ª es necesario un certificado y para lograrlo hay que cumplir tres condiciones: llevar m¨¢s de tres a?os conduciendo, no haber cometido ninguna infracci¨®n de tr¨¢fico en los ¨²ltimos tres y que tu coche pase la inspecci¨®n de higiene", explica; "yo no tengo el certificado porque me he saltado sem¨¢foros".
Quien s¨ª tiene el permiso es Lu Zhiqiang, de 45 a?os, que es capaz de articular algunas palabras en ingl¨¦s. Tras explicar c¨®mo consigui¨® el papel, zanja: "No puedo hablar demasiado. Tengo que concentrarme en la conducci¨®n". Est¨¢ orgulloso de ser uno de los 5.000 elegidos entre los cerca de 70.000 taxistas de Pek¨ªn.
El problema es que quienes no tienen el certificado se niegan a menudo a ir a la zona ol¨ªmpica, para desesperaci¨®n de los clientes, aunque, si se les presiona y se les ense?a la acreditaci¨®n, suelen acceder. Una vez atravesados los controles policiales, los reticentes suelen sonre¨ªr. Se sienten como si hubieran sido capaces de saltarse la ley.
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