Cara y cruz de Fidel y el Che Guevara
En noviembre de 1953, Ernesto Guevara, nacido en Santa Fe, Argentina, el 14 de junio de 1928, acababa de llegar a Guatemala despu¨¦s de un largo viaje por Am¨¦rica Latina. Buscaba trabajo en un periodo presidencial: el de Jacobo Arbenz. ?ste, elegido en 1950, hab¨ªa promulgado, en 1952, la Reforma Agraria y hecho su famosa confrontaci¨®n con la United Fruit. Una exiliada, perseguida por la dictadura peruana porque representaba el aprismo de V¨ªctor Ra¨²l Haya de la Torre, fue encargada de encontrar soluciones para el joven m¨¦dico argentino. Ella se llamaba Hilda Gadea. Ser¨ªa, despu¨¦s, la primera esposa de Ernesto Guevara. ?l no era, todav¨ªa, el Che.
Fue evidente que la revoluci¨®n -?no era decir demasiado?- de Jacobo Arbenz impulsar¨ªa (en Estados Unidos se dec¨ªa, sin m¨¢s, que era un comunista y, con el paralelo torrente simplista de la United Fruit, se cerraba el "an¨¢lisis") y transformar¨ªa la vida de Guevara. En efecto, las tropas de Castillo Armas, bajo el concreto mando de la CIA, cruzaron la frontera el 17 de junio de 1954.
La revoluci¨®n de Arbenz en Guatemala en 1953 transform¨® la vida de Ernesto
El Bogotazo de 1948 fue el 'bautismo de fuego' de Castro
Con apoyo a¨¦reo y metralleta en mano, durante la noche del s¨¢bado 26 al domingo 27, la resistencia se hizo imposible. El derrumbe del Gobierno de Jacobo Arbenz fue la primera experiencia seria, aut¨¦ntica, del Che Guevara. Hilda dice que Ernesto Guevara escribi¨®, en esa anochecida de bombas y fusiles, su primer art¨ªculo pol¨ªtico de combate. Despu¨¦s, el texto se perdi¨®. Se titul¨® as¨ª: Yo he visto la ca¨ªda de Jacobo Arbenz. El art¨ªculo, seg¨²n Hilda Gadea, desapareci¨® en aquellas horas finales de la ca¨ªda de un presidente a balazos. Derrumbe que Ernesto Guevara no dud¨® en calificar por su origen pol¨ªtico y su dimensi¨®n, como "una intervenci¨®n imperialista".
El m¨¦dico, hijo de una familia ilustrada y de la alta clase media, entraba en la historia cotidiana. Su contextualizaci¨®n dial¨¦ctica ser¨ªa parte de su propia evoluci¨®n personal. Veinte a?os despu¨¦s hablar¨ªa yo de ello con V¨ªctor Ra¨²l Haya de la Torre. Miro la dedicatoria que me hiciera, en Lima, en su libro El Antiimperialismo y el APRA. Acierto. Debajo de su firma est¨¢ el a?o: 1974.
Le recordaba sus inicios en M¨¦xico donde, con el apoyo y protecci¨®n de Jos¨¦ Vasconcelos, se fund¨® el APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana, que despu¨¦s se entendi¨® como Alianza Antiimperialista), y el s¨®lo nombre de Vasconcelos le revivi¨® aquel exilio. Uno de tantos, entre opresiones. Recuerdo su casona de Lima. En su despacho hab¨ªa 15 o 20 personas, todas hablando al tiempo. El presidente de Per¨², el general Alvarado, gobernaba un seudosocialismo militar y su esposa (las criollas blancas casadas con los hombres de la casta militar), segura de s¨ª misma, m¨¢s que ¨¦l, bailaba
en las fiestas populares. Habl¨¦ con Haya de la Torre de esa estructura de poder y del fascinante encuentro, en Guatemala, de Ernesto Guevara con una aprista. Todo ello en un proyecto de cambio con la dura respuesta de la CIA. La cabeza m¨®vil y festiva de Haya de la Torre aceptaba la coincidencia del tiempo. Me pregunt¨®: "?Has visto al general Alvarado?". "S¨ª. Le hice una entrevista para el Canal 2 de Televisa en M¨¦xico".
Tuve claro, oyendo al general, que el proyecto militar, acuciado por necesidades imperiosas, naufragar¨ªa. As¨ª fue. De todas formas, la apasionante conversaci¨®n con Haya de la Torre sobre el aprismo y el nacimiento pol¨ªtico de Ernesto Guevara en Guatemala, bajo el Gobierno de Jacobo Arbenz, nos permiti¨® entender al joven m¨¦dico. Desde Guatemala a M¨¦xico. Aqu¨ª, en M¨¦xico, Ernesto Guevara se encontr¨® con Fidel Castro. Ninguno de ellos lo previ¨®. Tampoco, un d¨ªa, su separaci¨®n.
Se lo recordaba yo al padre de Ernesto Guevara cuando viv¨ªa, me parece recordar que era en el ¨²ltimo piso del hotel Habana Libre. Fueron conversaciones apretadas, calientes. Pensaba hacer, y le anim¨¦ para ello, un libro sobre su hijo, el Che. Despu¨¦s lo hizo. Nuestras palabras se encend¨ªan en la terraza que miraba el esplender del cielo del Caribe. Me dijo: "Voy a ense?arte algo prodigioso". Entr¨® en la habitaci¨®n y me trajo dos fotograf¨ªas. Una era la de Ernesto Guevara, hijo que tuvo en su primer matrimonio; la segunda era la de sus tres hijos habidos en el segundo enlace. Vi y entend¨ª lo que me quer¨ªa mostrar: el parecido portentoso de sus tres ¨²ltimos hijos peque?os con Ernesto Guevara. Qued¨¦ sobrecogido: como si los genes quisieran perpetuar, en las vidas humanas, el juego misterioso de la sangre y la historia.
Lo que fue Guatemala para Ernesto Guevara, lo fue Bogot¨¢ para el hijo del soldado espa?ol (?ngel Castro) que en 1898 fuera conducido desde Galicia a los campos de guerra de Cuba para combatir a Jos¨¦ Mart¨ª, el libertador, hijo de un sargento valenciano. ?ngel Castro, terminado su periodo militar, regres¨® a Espa?a. Pronto, fascinado, retorn¨® a Cuba. Fue arrastrado por un im¨¢n m¨¢gico que le transform¨® en un grande y rico hacendado con dos familias paralelas. De la segunda descienden Fidel, Ra¨²l y Ram¨®n. El padre deb¨ªa ser hombre consciente. Sus hijos pasaron los a?os en los mejores colegios de jesuitas. No s¨¦ qu¨¦ les ense?ar¨ªan. Ignacio de Loyola y el duque de Gand¨ªa, que fueron generales de la orden, lo pasaron mal con la Inquisici¨®n. Lo digo, obviamente, en su honor.
Lo cierto es que el universitario Fidel Castro tuvo, como Ernesto Guevara de la Serna (el ¨²ltimo virrey De la Serna fue derrotado en la batalla de Ayacucho y hecho prisionero por el joven mariscal Sucre, que firm¨® con los vencidos una paz de hombre con alma grande) un bautismo de fuego especial. Aqu¨¦l, en Guatemala; Fidel, en Bogot¨¢. En efecto, en 1948, particip¨®, con otros universitarios cubanos, en la Conferencia Estudiantil a celebrar en Bogot¨¢, a la vez que all¨ª se desarrollaba la Conferencia de los Estados Americanos.
Hubo parada, en el camino a Bogot¨¢, en Venezuela, donde, por vez primera desde la Independencia, el pa¨ªs eligi¨® en 1948 a un presidente en las urnas: R¨®mulo Gallegos, el autor de Do?a B¨¢rbara. Estuvieron Fidel y los cubanos en su casa, en La Guaira. Fidel se asombr¨®: "No hab¨ªa un guardia". Dur¨® don R¨®mulo 11 meses en el poder. Hasta que mi amigo, Pablo P¨¦rez Alfonzo, el futuro cofundador de la OPEP, oblig¨® el fifty-fifty a las compa?¨ªas petroleras estadounidenses. Una dictadura militar se impuso hasta el levantamiento popular, en Caracas, de 1958. Duro es vivir. Eso no lo sab¨ªan a¨²n los estudiantes de La Habana.
En Bogot¨¢ los cubanos visitaron a un famoso dirigente colombiano: el liberal de izquierda Jorge Eli¨¦cer Gait¨¢n. Su noble verbo transformaba la pol¨ªtica. El 7 de abril estuvieron a verle en su despacho. Le entreg¨® a Fidel Castro un texto suyo conmovedor: El discurso en favor de la paz. Quedaron en verse, de nuevo, el d¨ªa 9. La cita fue para las once de la ma?ana. Cuando llegaron, la ciudad lloraba. Se acababa de asesinar a sangre fr¨ªa a Gait¨¢n. Bogot¨¢ la Noble entr¨® en una furia inclemente -el Bogotazo- y, por vez primera, Fidel Castro, entre el oscuro r¨ªo de la revuelta, tom¨® un fusil despu¨¦s de querer apropiarse de las botas de un militar que le grit¨®: "No; son las m¨ªas". El incendio de Bogot¨¢ fue terrible. Nadie sabe lo que pasar¨ªa en el coraz¨®n de un joven universitario ante la infamia. Colombia iba a universalizar e institucionalizar, entre la agon¨ªa, la violencia que tendr¨ªa para los colombianos un sentido terrible.
Crecieron las guerrillas que ahora cuentan sus muertos. Pero el epicentro de Jacobo Arbenz y el Bogotazo cambiaron la vida a dos hombres. El joven Fidel dir¨ªa: "Durante esos d¨ªas tuve [en Bogot¨¢] un m¨¢user y 16 balas en mis manos. Emple¨¦, entonces, cuatro". ?Cu¨¢ntas se han disparado en el edificio de la intransigencia? Tirofijo, ahora, estrena su muerte. Volvieron a Cuba aquellos del Bogotazo en un avi¨®n de ganado.
La violencia ganar¨ªa en Colombia su batalla a la concordia. Ni shalom ni salam.
Juan Mar¨ªa Alponte es profesor titular de la Facultad de Ciencias Pol¨ªticas y Sociales de la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico.
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