"?Ese 'diplodocus' es m¨ªo!"
N o se puede decir que la rivalidad entre Cope y Marsh fuera por un asunto peque?o: se pelearon por dinosaurios.
Pero en la belicosa pugna por los huesos de los saurios gigantes que los enfrent¨® durante veinte a?os -bautizada como "Bone Wars" por la prensa de la ¨¦poca-, ambos mostraron una altura moral liliputiense, indigna de dos grandes cient¨ªficos. Cayeron en lo m¨¢s bajo: el enga?o, la burla, el insulto, la calumnia, el soborno. Intentaron robarse uno al otro, se espiaron, destruyeron restos para que no los encontrara el rival, e incluso sus cuadrillas de buscadores de f¨®siles, contagiadas de la animosidad de sus jefes, llegaron a echar mano de los rev¨®lveres, que ya es forma extrema de dirimir discusiones paleontol¨®gicas...
Marsh examin¨® un esqueleto de plesiosaurio montado por Cope y dijo, con recochineo, que estaba al rev¨¦s: la cabeza en la cola. Cope, ultrajado, se puso furioso
Es cierto que eran tiempos rudos, tiempos de frontera, de Wild West, vamos. Y es que las extraordinarias vidas y larga querella de los cazadores de dinosaurios estadounidenses Cope y Marsh parecen una mezcla extravagante entre western y Parque Jur¨¢sico, una mixtura de tiranosaurio y Colt.
En efecto, pocos son los paleont¨®logos que pueden vanagloriarse, como Marsh, de haber sido amigos de Nube Roja, l¨ªder de los sioux oglala (que llamaba al cient¨ªfico Jefe Gran Hueso), y del c¨¦lebre Buffalo Bill, que le hizo de explorador en una de sus expediciones -v¨¦ase el entretenid¨ªsimo Cazadores de dragones, de Jos¨¦ Luis Sanz (Ariel, 2007)-. En cuanto a Cope, que recorri¨® imprudentemente Montana en diligencia y mula buscando f¨®siles de mosasaurio mientras Caballo Loco masacraba cerquita a Custer y a sus hombres en Little Big Horne, se gan¨® a los indios crows asombr¨¢ndoles con su dentadura postiza.
Uno de los principales casus belli entre los dos cient¨ªficos tuvo como centro Como Bluff, en Wyoming, un excepcional yacimiento de dinosaurios -sal¨ªan enteritos- junto a una estaci¨®n del ferrocarril Union Pacific al oeste de Laramie, cerca de Medicine Bow (escenario de El Virginiano, la novela de Wister y la serie de televisi¨®n con James Drury y Doug McClure: un curioso nexo entre Trampas y los brontosaurios). La batalla de Como Bluff la gan¨® Marsh, que explot¨® el yacimiento.
Othniel Charles Marsh (Lockport, Nueva York, 1831-New Haven, Connecticut, 1899), OC para los amigos, y Edward Drinker Cope (Filadelfia, 1840-1897) fueron dos de los grandes pioneros de la paleontolog¨ªa en EE UU y sus carreras cient¨ªficas poseen entidad de sobra para haberles hecho famosos individualmente. Pero es por su enemistad por lo que son universalmente recordados.
Cope y Marsh eran ambiciosos, arrogantes y vengativos, sedientos de fama y renombre. Les corroyeron los celos, la envidia y la desconfianza. La competencia sac¨® a relucir lo peor de ambos. Cope lleg¨® a escribir que le gustar¨ªa ver a Marsh empalado en los cuernos de un Monoclonius sphenocerus -un cerat¨®psido tipo triceratops-, lo que, hay que convenir, resulta rebuscado (y doloroso). Tambi¨¦n pidi¨® que tras su muerte le extrajeran el cerebro y lo pesaran para compararlo con el de Marsh. Por su parte, Marsh calific¨® a su rival de "hist¨¦rico" y le sugiri¨® que se volase la tapa de los sesos. Es f¨¢cil imagin¨¢rselos golpe¨¢ndose con f¨¦mures gigantes al grito de "?el diplodocus es m¨ªo!".
Deseaban los dos no s¨®lo vencer en la carrera por encontrar y describir nuevos y m¨¢s grandes dinosaurios, sino tambi¨¦n que el otro fracasara. Ambos perdieron a sus madres de ni?os, a los tres a?os, por si sirve de disculpa. Cope, impaciente y temperamental, pendenciero, era m¨¢s brillante; Marsh, m¨¢s meticuloso y fiable, y m¨¢s influyente. De familias ricas, los dos disfrutaron de situaciones acomodadas y buenas rentas, que dedicaron a conseguir f¨®siles y a labrarse una carrera cient¨ªfica.
Se conocieron en Berl¨ªn en 1864, cuando viajaban por Europa para profundizar en sus conocimientos cient¨ªficos (y de paso librarse de ser movilizados en la guerra de secesi¨®n). Pasaron un par de d¨ªas de manera bastante amistosa y luego, ya en casa, se escribieron y visitaron algunos yacimientos juntos. Hasta se dedicaron especies. No est¨¢ claro c¨®mo empezaron a odiarse. Parece que Marsh trat¨® de comprar unos f¨®siles apalabrados a Cope por el propietario de unos terrenos ricos en ellos. Por su parte, Cope invadi¨® una zona de caza de Marsh en Kansas. En 1870, Marsh examin¨® un esqueleto de elasmosaurus (un plesiosaurio) montado por Cope y dijo, con recochineo, que estaba al rev¨¦s: la cabeza en la cola. Cope, l¨®gicamente ultrajado, se puso furioso. Pero Marsh ten¨ªa raz¨®n. ?l mismo, sin embargo, patin¨® en otras ocasiones, equivocando las cabezas de dos saur¨®podos o bautizando a un mismo bicho con dos nombres diferentes.
El af¨¢n por conseguir dinosaurios y publicarlos antes, escamote¨¢ndole la gloria al otro, fue el detonante de una carrera enloquecida en la que ambos demostraron su falta de escr¨²pulos. Trataron de hacerse con los mejores yacimientos a golpe de d¨®lares, trampa o traici¨®n. Sus cuadrillas no dudaron en emplear la violencia para conseguir o retener sus predios. Marsh lleg¨® a dinamitar una cantera a fin de que Cope no pudiera recolectar f¨®siles. En ¨²ltima instancia, Cope se arruin¨® -a causa de una mala inversi¨®n en minas- y Marsh pareci¨® triunfar. Entonces, Cope mont¨® una campa?a en la prensa contra ¨¦l, denunci¨¢ndole por ignorancia, plagio y por usar negros en la redacci¨®n de sus art¨ªculos cient¨ªficos. La pol¨¦mica salpic¨® a ambos.
Marsh permaneci¨® soltero, y en la profesi¨®n corr¨ªa el chascarrillo de que manejaba muchos huesos, pero nunca consigui¨® una costilla. Cope se cas¨® y tuvo una hija. Parece haber sido un donju¨¢n, y de hecho hay quien ha atribuido su muerte a la s¨ªfilis, contra¨ªda durante sus expediciones paleontol¨®gicas ("Ninguna mujer estaba a salvo de Cope a menos de ocho millas", dijo de ¨¦l un amigo). Otros, sin embargo, atribuyen su fallecimiento a que se automedicaba los problemas gastrointestinales ingiriendo el formaldeh¨ªdo de preservar espec¨ªmenes.
La herencia de los dos paleont¨®logos es enorme. Entre ambos descubrieron y documentaron m¨¢s de 130 nuevas especies de dinosaurio, incluidos los tan populares diplodocus, stegosaurus y triceratops. Lograron esqueletos completos que montados en posiciones dram¨¢ticas en los grandes museos cautivaron la imaginaci¨®n de las multitudes. Fueron pioneros en sistemas de excavaci¨®n y conservaci¨®n. As¨ª que puede decirse que la suya fue una rivalidad muy productiva para la ciencia. Aunque, desde luego, no un gran ejemplo. -
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