Wojtyla en concierto
El papa Juan XXIII suprimi¨® la silla gestatoria porque estaba muy gordo y cre¨ªa que su peso no se correspond¨ªa con el exiguo estipendio que cobraban sus costaleros. Pudo haberles subido el sueldo, pero prefiri¨® bajarse ¨¦l de la peana. Juan XXIII fue el primer Papa que camin¨® con las manos en la espalda entre las hortensias y los rododendros del jard¨ªn del Vaticano con la misma actitud del campesino que observa las alcachofas de la huerta. Ten¨ªa 77 a?os cuando en 1958 accedi¨® al papado. Los cardenales pensaron que ser¨ªa un hombre de transici¨®n, pero Juan XXIII ten¨ªa una rareza: era un papa que cre¨ªa en Dios. Y a causa de esta gracia estuvo a punto de hundir a la Iglesia. Con el Concilio Vaticano II los templos se llenaron de guitarras, el lat¨ªn fue descabalgado de la liturgia, con lo cual los fieles comenzaron a entender lo que se mascullaba en el altar. En la mayor¨ªa de los casos se trataba de preces muy vulgares, sin aliento m¨ªstico ni siquiera po¨¦tico. Juan XXIII muri¨® en 1963 despu¨¦s de desmontar el caparaz¨®n de oro de la Iglesia y dejar las sacrist¨ªas infiltradas de marxistas.
Cumpli¨® la doble misi¨®n que le encargaron a medias el Pent¨¢gono y el Esp¨ªritu Santo
Vino a poner orden un intelectual dubitativo, Pablo VI, que ten¨ªa el don de angustiarse en p¨²blico. Mediante distinciones escol¨¢sticas muy sutiles logr¨® que el di¨¢logo entre cristianos y marxistas se estabilizara en el sexo de los ¨¢ngeles. Despu¨¦s lleg¨® el papa Luciani, en 1978, a quien le cost¨® muy caro no haber sabido disimular su espanto al descubrir las cuentas e inversiones del Vaticano. Pocos d¨ªas despu¨¦s de su elecci¨®n se encontr¨® de repente en presencia de Dios, gracias a un t¨¦ con leche muy cargado.
Vistas las cosas que pasaban, esta vez a la hora de elegir a su sucesor, el Esp¨ªritu Santo consult¨® con la CIA y con el Pent¨¢gono antes de inspirar a los cardenales. En Washington le susurraron al o¨ªdo que ten¨ªan preparado a un polaco, anticomunista visceral, para un alto destino. Era el Papa que necesitaba el Occidente. El 16 de octubre de 1978 fue elegido Wojtyla en la segunda votaci¨®n, un hombre fuerte, de 57 a?os, que hab¨ªa sido actor en su juventud, trabajador en una f¨¢brica, con una novia gaseada en un campo de concentraci¨®n nazi. En ese momento los obreros de Polonia estaban a un punto de la rebeli¨®n. Las manifestaciones de protesta iban presididas por enormes im¨¢genes de Wojtyla y de la Virgen Mar¨ªa, que se reflejaban en las gafas negras del general Jaruzelski. La alta misi¨®n espiritual a la que fue llamado este Papa consist¨ªa en dar con un martillo de plata obsesivamente a un tabique deteriorado del imperio sovi¨¦tico cuya grieta pasaba por Cracovia. Si lograba partirlo, todo el tinglado se vendr¨ªa abajo. Wojtyla comenz¨® a darle con el martillo y, de pronto, se acab¨® la historia, seg¨²n Fukuyama.
Que la jugada era arriesgada se supo poco despu¨¦s cuando el KGB le mand¨® unas cartas credenciales al pont¨ªfice. El turco Mehmet Ali Agca en plena plaza de San Pedro lo bale¨® directamente en el est¨®mago en medio de un revuelto de seglares y monjas que rodeaba su coche descapotado. Fue el 13 de mayo de 1981. La conexi¨®n b¨²lgara ten¨ªa ramificaciones lejanas, muy misteriosas, puesto que el mismo d¨ªa, un a?o despu¨¦s, en el santuario de F¨¢tima, en lugar de aparec¨¦rsele la Virgen, se le acerc¨® un sacerdote dispuesto a asestarle en el costado un cuchillo de cortar jam¨®n.
A partir de entonces la fe dio un salto cualitativo: Dios tambi¨¦n necesitaba guardaespaldas. La imagen de Wojtyla impartiendo amor divino a todo mundo dentro de una urna de cristal antibalas fue un arquetipo del final del siglo XX. El proyectil de Ali Agca le complic¨® el organismo, pero Wojtyla nunca olvidar¨ªa que de joven quiso ser actor. El encuentro con su frustrado asesino en la c¨¢rcel de Regina Coeli no lo hubiera mejorado Bertold Brecht. Ten¨ªa adem¨¢s a su disposici¨®n todo el boato de la liturgia con 2.000 a?os de experiencia. La sacrist¨ªa de la bas¨ªlica de Roma estaba llena de vestiduras de oro, terciopelos, sedas y damascos, a los que ahora hab¨ªa que a?adir chalecos antibalas de Armani, muy flexibles. Ning¨²n espect¨¢culo mundial dispon¨ªa de un atrezo semejante. Para que la Iglesia recuperara su antiguo esplendor se requer¨ªa que entraran en acci¨®n las masas. Wojtyla se encarg¨® de darles un aire de grandes conciertos de rock a las manifestaciones religiosas donde ¨¦l oficiaba de Gran Mono Blanco de la tribu. Al final, con el cuerpo maltrecho, envuelto en un caparaz¨®n de oro, este actor represent¨® su propia agon¨ªa ante el mundo y a su muerte dej¨® al catolicismo recargado con la electricidad est¨¢tica que generan siempre las concentraciones fanatizadas, inocul¨¢ndole el car¨¢cter de una gran secta planetaria. Wojtyla hab¨ªa cumplido la doble misi¨®n que le hab¨ªan encargado a medias el Pent¨¢gono y el Esp¨ªritu Santo.
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