'Emos', 'visual' o 'lolitas', elija usted mismo
Las culturas urbanas del siglo XXI nacen, crecen y se transforman a la velocidad de la Red, su instrumento fundamental - A pesar de los cambios, las tribus siguen siendo veh¨ªculos de identidad y pertenencia - Jap¨®n marca tendencias
"Mam¨¢. Pap¨¢. Soy lolita g¨®tica". A esta frase de una adolescente cualquiera, ataviada con un vestido recargado, al estilo del siglo XIX, pero con una falda m¨¢s corta, con lazos, diademas, parasol, incluso pololos, los padres pueden reaccionar de distintas formas.
Atraen durante m¨¢s tiempo, a veces hasta la treintena, asegura un soci¨®logo
"La desinformaci¨®n hace que la gente no entienda nada de sus hijos", dice una joven
La desorientaci¨®n juvenil se alarga, y familia o clase social ya no son referentes
Por ejemplo: "?Qu¨¦ disgusto! Pero, hija, ?c¨®mo ha sido? Y, sobre todo, ?eso qu¨¦ es?". No se alarmen, es una nueva subcultura urbana, incipiente todav¨ªa en Espa?a, y de est¨¦tica muy llamativa. "Pero va m¨¢s all¨¢ de la est¨¦tica; se trata de rescatar la cultura victoriana, el rococ¨®, la inocencia, el buen gusto, el respeto, valores que se han perdido y que se ven en cosas tan sencillas como ceder el asiento a una persona mayor en el autob¨²s", explica Yolanda Villajos, dise?adora de moda y lolita de 25 a?os.
Nacido en Osaka (Jap¨®n) en los a?os setenta, se extendi¨® por todo el mundo en los noventa, y en Espa?a hay lolitas entre 15 y 32 a?os, explica Villajos. Son fervientes amantes de la moda, y cuando quedan les gusta charlar, pasear, hacer pic-nic o visitar museos. Hay muchas variantes: adem¨¢s de las lolitas g¨®ticas (de negro y blanco) las hay cl¨¢sicas (m¨¢s formales), sweet (rosa y pastelitos) o punk (cuadros escoceses), y as¨ª hasta una veintena que una misma lolita puede ir alternando.
Para un profano puede ser un aut¨¦ntico l¨ªo. Como ya explicaba un estudio del Consejo de la Juventud coordinado por el antrop¨®logo Carles Feixa, si algo caracteriza a las tribus urbanas (o culturas juveniles) del siglo XXI es "la difuminaci¨®n de las fronteras entre las distintas subculturas, y los procesos de sincretismo (de mezcla y uni¨®n)". Esas subculturas, aunque tengan aspiraciones trascendentes, nacen, se transforman y fusionan tan r¨¢pido como las modas de verano e invierno. Pero Feixa cree que ya no son tan pasajeras -"Como la juventud, ha dejado de ser una etapa de paso para convertirse en una etapa de impasse"-, ni s¨®lo juveniles, sino que atraen a una nueva clase de "joven-adulto, de entre 30 y 45 a?os, que vive a caballo entre los dos mundos: trabaja a tiempo parcial, tiene relaciones familiares inestables, y busca en la moda y el ocio su propia imagen". Un recorrido por la web -instrumento fundamental de las tribus modernas que da a las que triunfan una difusi¨®n global- produce aut¨¦nticos mareos y, a la vez, da la dimensi¨®n de esa volatilidad. Es realmente curioso ver las discusiones en los foros sobre si aquel complemento o aquella actitud es fundamental para ser tal o cual, o si le convierte en un impostor.
Como ejemplo de fusi¨®n resultan paradigm¨¢ticos los emos. Con est¨¦tica que ha cogido de aqu¨ª y all¨¢ -los pantalones pitillo de los punkis, el pelo cardado de los g¨®ticos, las mu?equeras de pinchos...-, llevan zapatillas marca Vans o Converse, piercing en la boca y la nariz y el flequillo les debe tapar al menos un ojo. Su nombre viene de una corriente musical, el emotional hardcore -uno de los grupos que m¨¢s se citan es My Chemical Romance-, y desde que naci¨® en Estados Unidos a mediados de los ochenta se ha extendido como la p¨®lvora por todo el mundo. En cuanto al pensamiento, ser¨ªa algo as¨ª como la adolescencia hecha tribu a trav¨¦s de una est¨¦tica, es decir, la exaltaci¨®n de los sentimientos, el aislamiento, la incomprensi¨®n, la tristeza y la melancol¨ªa como se?as de identidad. La mitolog¨ªa popular les ha acusado de gusto por las tendencias suicidas y la autolesi¨®n, y en general el resto de tribus les tienen una man¨ªa feroz: en M¨¦xico y Chile ha habido agresiones organizadas a emos.
Pero todo esto, en cualquier caso, se trata de la teor¨ªa, creada por la gente que se toma m¨¢s en serio la tendencia, la cultura y la pertenencia. Pero no todos, ni mucho menos, se lo toman as¨ª. "Hay tantos tipos de emos como emos", dice Pau (Pablo Corrales, 18 a?os), escondido tras un flequillo que le tapa toda la cara hasta debajo de la nariz. Su nombre de batalla es Emo Raper, algo que probablemente provocar¨ªa escalofr¨ªos en alg¨²n purista de la cosa. Junto a sus amigos, en la plaza de Espa?a de Madrid un viernes a las siete de la tarde, admite que el emo es una mezcla de estilos.
Se trata de una tendencia que est¨¢ teniendo mucho ¨¦xito entre los m¨¢s peque?os, que son muy conscientes de las etiquetas que se cuelgan. En otro grupo, tambi¨¦n en la plaza de Espa?a, est¨¢ Andrea, de 15 a?os: "Nos llaman emos. Los emos son como los g¨®ticos, pero mezclando colores. Nos tienen man¨ªa porque somos suicidas. Y somos todos bisexuales", repite mec¨¢nicamente mientras el resto (incluidas dos chicas que se definen como neog¨®ticas) protesta a lo de la bisexualidad.
Para quien a estas alturas del texto tenga la tentaci¨®n de re¨ªrse de estos chavales por vestirse de una determinada manera y juntarse para compartir afinidades, vayan estas palabras del soci¨®logo de la Universidad de Alicante Antonio Alaminos: "Igual se podr¨ªa considerar tribu urbana a los ejecutivos con corbata, a los taxistas, a los mec¨¢nicos u otras formas institucionalizadas de vestir en el ¨¢mbito de la producci¨®n. Tienen formas de vestir parecidas, los mismos h¨¢bitos, etc¨¦tera. '?Usted qu¨¦ es?'. 'Taxista". Pero es cierto que los j¨®venes buscan diferenciarse del mundo adulto y "los usos m¨¢s habituales del d¨ªa a d¨ªa". "Ocho de cada 10 j¨®venes se identifica con grupos de amigos, estilos de vida, formas de consumo. La identidad ya no la da una clase social, sino la adscripci¨®n a un grupo alternativo. No es familia, escuela, trabajo: es grupo de amigos en el tiempo de ocio y consumo", asegura Alaminos, y a?ade que las tribus actuales tienen poco de original: "Reproducen esquemas importados de otras culturas".
De hecho, sin contar a los emos, la cultura que impera es la japonesa, como en las lolitas, pero tambi¨¦n los visuals o los otakus (que as¨ª se autodenominan, aunque les pese a los que saben que en japon¨¦s ¨¦sa es una palabra despectiva que viene a significar freak). Curiosamente, se trata de que los japoneses hacen su propia revisi¨®n de las tendencias occidentales, y ¨¦stas son las que triunfan de vuelta en Europa y Am¨¦rica. Los visual kei son gente a la que gusta un tipo de m¨²sica rock japonesa que se completa con un vestuario y estilismo muy cuidados. Corpi?os, ligueros y mucho maquillaje dentro de una est¨¦tica muy andr¨®gina. Un grupo de culto para ellos es Malice Mizer.
Los otakus son, simplemente, gente a la que le vuelve loca todo lo japon¨¦s; el c¨®mic manga, el anime o los videojuegos, en particular, y les va disfrazarse de vez en cuando de alg¨²n personaje de manga (esto se llama cosplay). Un ejemplo de su heterogeneidad es un grupo que se re¨²ne en la plaza de Espa?a de Madrid y queda por Internet, a trav¨¦s del foro El Consejo Friki. Su punto en com¨²n es que les gustan "distintos aspectos de la cultura japonesa", dicen Pachi, un joven de 18 a?os y de aspecto heavy, y Knu, de 17 y aspecto, tal vez, visual, mientras Laura (16) explica que a sus padres les da igual que ella sea una mezcla entre emo y visual porque ellos fueron en su d¨ªa heavies: "Mientras no vaya en pelotas", dice.
Para algunas personas ser lolita "implica incluso enfadarse con su familia por llevar esas pintas, pero eso pasa en cualquier tribu. El otro d¨ªa hablaba con una chica que llevaba los pelos estilo emo pero no era emo. Su padre no le hablaba porque pensaba que se cortaba las venas. O una chica g¨®tica, que su madre pensaba que hac¨ªa rituales sat¨¢nicos. La desinformaci¨®n y los medios de comunicaci¨®n que tergiversan la realidad para hacer de una persona que viste y vive diferente un reality show hace que la gente no entienda nada de sus hijos", se queja Yolanda Villajos, la lolita de 25 a?os. Alessandra, una emo de 14, cuenta que en su colegio "de monjas" la sientan en misa en la ¨²ltima fila.
Lo ¨²nico que comparten las tribus "es la manera en que son percibidas por la sociedad: como un estereotipo que asusta y al mismo tiempo atrae", explica el antrop¨®logo Carles Feixa. Ante ellos, la sociedad pasa del miedo, en ¨¦pocas de crisis, a la fascinaci¨®n, en las de bienestar: "En el fondo, las culturas juveniles nos hablan de nosotros, de nuestros propios demonios familiares. Ya dec¨ªa Jos¨¦ Luis Aranguren que la juventud retrata siempre, con trazos fuertes, a la sociedad, quien no acostumbra a sentirse c¨®moda ante este retrato", a?ade.
"Tienen prejuicios, por no haber reflexionado sobre el tema. Se dice, por ejemplo, que los j¨®venes siempre bebieron alcohol, pero hoy est¨¢n bebiendo cantidades mucho m¨¢s peligrosas, seg¨²n la Organizaci¨®n Mundial de la Salud", asegura Fernando Gil, profesor de Sociolog¨ªa de la Universidad de Salamanca que acaba de publicar el libro Juventud a la deriva. Gil insiste en que los j¨®venes han perdido las referencias cl¨¢sicas (familia, politica y religi¨®n): "Ya nadie sabe d¨®nde comienza y d¨®nde acaba la juventud".
"Hay culturas de toda clase y condici¨®n, tanta fragmentaci¨®n que es dudoso establecer un mapa coherente de las subculturas juveniles", a?ade Gil. Los raperos est¨¢n bajo la etiqueta de la cultura hip-hop, se les distinguir¨¢ por su ropa ancha y sus pantalones ca¨ªdos. Pero los que bailan son b-boys; los que pintan, grafiteros, y los que cantan, MC. Las bandas latinas usan esta est¨¦tica. Los raperos m¨¢s j¨®venes han renegado del rap estadounidense. Muchos skaters (los del monopat¨ªn) han tenido tambi¨¦n este aspecto, pero ahora son m¨¢s punk. Tambi¨¦n hay muchos emos que andan en skate. Pokeros es como se llama ahora a los bakaladeros (les gusta el chunta, chunta y les pirran los ch¨¢ndal y los coches tuneados). Se pueden confundir con lo que en Cantabria llaman canis, que en el sur tambi¨¦n les gusta Camar¨®n...
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