La c¨®lera de Isinbayeva
La pertiguista rusa gana su segundo oro ol¨ªmpico con otro r¨¦cord del mundo: 5,05 metros
Jennifer Stuczynski, la amenaza, lo contempl¨® sentada con su dorada diadema en el pelo, la plata en el cuello y todo lo dem¨¢s perdido. Yelena Isinbayeva dej¨® atr¨¢s su colchoneta, la sombrilla plegada y la toalla bajo la que se hab¨ªa escondido. Enfil¨® el pasillo la rusa, cogi¨® su p¨¦rtiga m¨¢s dura y observ¨® sonriendo el list¨®n, el enemigo. Al fondo, frente a sus ojos, el fuego poderoso, ¨²nico y crepitante de la llama ol¨ªmpica. Una inspiraci¨®n. Un s¨ªmbolo ardiente de lo que ven¨ªa. Quince segundos despu¨¦s bat¨ªa su r¨¦cord del mundo con un salto de 5,05 metros y lograba su segundo oro ol¨ªmpico. Isinbayeva, en estado puro.
"Me encanta sentirme sola en la cumbre", dijo; "por eso espero mantener esta posici¨®n el m¨¢ximo tiempo posible. Intento demostrar que nadie me puede ganar. Mis rivales me empujan y me encolerizan, como Jennifer, pero ya hemos visto lo que ha pasado. A m¨ª no me gusta hablar. Me gusta hacer. He vuelto a demostrar quien soy".
"No me gusta hablar. Me gusta hacer. He vuelto a demostrar quien soy"
Isinbayeva siente las cr¨ªticas como el clavar de una espuela. "Stuczynski ha puesto la barra un cent¨ªmetro por encima de su r¨¦cord del mundo, pero ha fallado", le dijeron en julio. La rusa lo interpret¨® como una ofensa. Ya se o¨ªa el murmullo. Cambio de guardia. Nueva reina en el atletismo. Y Stuczynski diciendo que el t¨ªtulo de Pek¨ªn ser¨ªa suyo. Unas semanas despu¨¦s, Isinbayeva lograba su primer r¨¦cord al aire libre en tres a?os. Desde entonces, en poco m¨¢s de un mes, lo ha batido en dos ocasiones y, al hacerlo, ha extendido la marca de su dominio. Un ejemplo. La rusa gan¨® el oro en Atenas 2004 saltando 4,91 metros. La conclusi¨®n aterroriza. En cuatro a?os, ha subido el r¨¦cord sola, cheque a cheque y palmo a palmo, en 14 cent¨ªmetros.
Un pu?al clavado en la alegr¨ªa de Stuczynski, la estadounidense de nariz ganchuda, que se qued¨® en 4,80 metros. "No puedo pedir m¨¢s", dijo entre sonrisas; "y no miro a lo que hace Isinbayeva. Acab¨® como una campeona, pero me lleva una d¨¦cada de ventaja. Necesito m¨¢s experiencia. Cuesti¨®n de tiempo".
?Cuesti¨®n de tiempo! Como si la rusa se hubiera rendido. Hace mucho que debi¨® ser una saltadora entregada a la molicie, falta como est¨¢ de retos y rivales. Su apuesta, sin embargo, le ha dirigido hacia un nuevo entrenador, el viejo Petrov, y a un constante af¨¢n de mejora que conecta con el gent¨ªo. "En el ¨²ltimo salto", reconoci¨®, "sent¨ª la tensi¨®n del p¨²blico. Me encant¨®".
"?Incre¨ªble!". "?Fant¨¢stico!". "?Genial!". La explosi¨®n de alegr¨ªa, m¨¢gica corriente uniendo 91.000 corazones, celebr¨® el r¨¦cord con palabras de ne¨®n en las pantallas del estadio. Isinbayeva, de 26 a?os, lo aplaudi¨® corriendo con su bandera. Ya ha roto 24 r¨¦cords, 14 al aire libre. Para ella, ¨¢vida lectora de filosof¨ªa, es algo parecido a la rutina. Hubo, sin embargo, razones de sobra para que se distrajera. A Stuczynsky tuvieron que darle una oportunidad extra porque, entre salto y salto, s¨®lo la dejaron descansar dos minutos frente a los tres reglamentarios. La brasile?a Fabiana Murer detuvo la final casi un cuarto de hora porque le hab¨ªan perdido una p¨¦rtiga. Y, de repente, tron¨® el estadio y tembl¨® el tart¨¢n con el terremoto Jelimo.
La keniana pas¨® a unos metros con la velocidad y el peso de un suspiro. Sus ojos desped¨ªan fuego y su aliento volaba con la frescura de los campeones que no se sienten perseguidos. Jelimo, de 18 a?os, oli¨® la p¨®lvora de la pistola y sali¨® como un tiro (1m 54,87s, r¨¦cord mundial junior). Eligi¨® triunfar o reventar y convirti¨® una prueba t¨¢ctica, de ritmo, posici¨®n e inteligencia, en un sprint de 800 metros. Firm¨® la marca m¨¢s r¨¢pida desde 1997, entre rugidos de leona.
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