El silencio de los h¨¦roes de Paracuellos
Un padre y su hijo, vecinos del pueblo y trabajadores del aeropuerto, fueron de los primeros en auxiliar a las v¨ªctimas del accidente - Uno de cada cinco residentes trabaja en el aer¨®dromo
En el mirador que todos en Paracuellos de Jarama (8.500 habitantes) conocen como el Pic¨®n del Cura una estatua de hierro muestra unas manos que sujetan una bola. Dentro hay un hombre encadenado. Cuando uno la mira detenidamente le inunda una sensaci¨®n de fragilidad.
En un d¨ªa despejado y caluroso pueden verse desde all¨ª las pistas de despegue del aeropuerto de Barajas. Ayer, junto a esas pistas se distingu¨ªa perfectamente una franja ennegrecida. El rastro del accidente del avi¨®n de Spanair en el que el mi¨¦rcoles murieron 153 personas.
Decenas de vecinos del pueblo se acercaron ayer al mirador. Sonia, junto a sus tres hijas peque?as, se?ala al horizonte. "A¨²n puede verse la cola del avi¨®n", dice mientras varias aeronaves despegan en intervalos de pocos minutos. Ella fue una de las cerca de 200 personas que acudieron a observar el rastro del suceso. "Apenas si se ve¨ªa nada, s¨®lo humo y helic¨®pteros echando agua", recuerda.
"Toda la tarde llam¨® gente para anular consultas por si ten¨ªamos trabajo"
Quienes no acudir¨¢n al Pic¨®n del Cura, al menos durante algunos d¨ªas, ser¨¢n Antonio y su hijo Jos¨¦ Antonio. Ambos viven a muy pocos metros de all¨ª. Ambos trabajan en el mantenimiento del aeropuerto y fueron de los primeros en llegar al lugar del accidente. Lo que all¨ª vieron no se les olvidar¨¢ nunca.
"Est¨¢n los dos muy mal. Han visto muchas cosas los pobrecitos", explica Ferm¨ªn Ramos, de 83 a?os, mientras se cala la boina que cubre los pocos pelos que quedan en su cabeza. Es el t¨ªo de Juliana, la mujer de Antonio y madre de Jos¨¦ Antonio. "Les ha atendido el psic¨®logo y les ha dicho que es mejor que no hablen en la televisi¨®n", insiste desde el quicio de la puerta. Ninguno de los dos quiere decir nada m¨¢s de lo vivido.
Ambos estaban ayer en boca de todos en el peque?o pueblo de calles estrechas y casas bajas. El guarda, como se conoce a Antonio en Paracuellos por su anterior trabajo como vigilante del coto de caza, y su hijo, son dos h¨¦roes para sus vecinos. "Antonio es muy echado para adelante y, en cuanto su jefe les dijo que fueran para all¨¢, no lo dud¨® un momento", contin¨²a Ferm¨ªn.
En la cervecer¨ªa La Galer¨ªa, situada a pocos metros del Ayuntamiento, Jos¨¦ apura un caf¨¦ con leche. Mientras, Alfredo gobierna la barra. "Vienen aqu¨ª de vez en cuando a tomar algo, pero ni ayer ni hoy les he visto", explica el camarero. "Le echaron un par", apostilla Jos¨¦.
Tan an¨®nimos como Antonio y su hijo, otros vecinos del pueblo estuvieron tambi¨¦n el mi¨¦rcoles por la tarde en Barajas. Es el caso de Jorge, de 38 a?os. Se ocupa del mantenimiento de las pistas de despegue del aeropuerto. Ayer volvi¨® a trabajar. "Me ha dicho que llegar¨ªa tarde, que ten¨ªan mucho trabajo", explica Margarita, su madre, en el primer piso de una vivienda ubicada junto a la iglesia. "Jorge es muy aprensivo, no estuvo directamente all¨ª, pero lo ha pasado mal, casi ni ha dormido", a?ade.
Julio, el camarero del bar Plaza, estuvo con ¨¦l cuando, ya bien entrada la tarde, volvi¨® de trabajar. "Ni siquiera le saqu¨¦ el tema. Mejor no hablarle mucho de ello", apunta mientras va y viene tras la barra atendiendo a media docena de clientes.
El accidente ha impactado a todos en el pueblo. "Ha sido un mazazo", repiten la mayor parte de los vecinos a los que se puede encontrar por la calle.
Junto al estupor, tambi¨¦n se vivieron claras muestras de solidaridad en cuanto se supo del accidente. Un ejemplo lo vivieron los trabajadores del centro de salud de Paracuellos. "Nosotros estuvimos en alerta desde el principio, aunque finalmente no trajeron a nadie. Pero durante toda la tarde recibimos muchas llamadas de gente que quer¨ªa anular sus consultas por si ten¨ªamos mucho trabajo", se?ala una de las empleadas del centro, que prefiere no dar su nombre. "Soy interina", se excusa.
Con la moral baja y pensativa estaba tambi¨¦n ayer por la tarde el alcalde de Paracuellos, Pedro Antonio Mesa, de la agrupaci¨®n independiente de la localidad. Encontrar a un alcalde en un municipio peque?o es una labor curiosa: igual se le puede buscar supervisando unas peque?as obras, que en un funeral. Ayer, a las puertas del cementerio del pueblo -al que hab¨ªa acudido para presenciar el entierro de un trabajador del Ayuntamiento- recordaba el accidente ocurrido en Barajas en el a?o 1983. Entonces tambi¨¦n era el regidor de Paracuellos del Jarama. "Fui alcalde entonces y ahora vuelvo a serlo, y las dos veces me ha tocado algo as¨ª", reflexiona escondido tras unas gafas oscuras.
Nada m¨¢s enterarse de lo sucedido moviliz¨® a la polic¨ªa municipal y se march¨® junto a sus vecinos al Pic¨®n del Cura. Desde all¨ª sigui¨® los acontecimientos. "Aqu¨ª hay mucha gente afectada. Cerca de un 20% de la gente del pueblo trabaja en el aeropuerto. Son auxiliares de vuelo, t¨¦cnicos de mantenimiento e incluso pilotos. Esto nos pilla muy cerca", a?ade.
"A¨²n se me ponen los pelos de punta cuando lo pienso", exclama desde el Pic¨®n del Cura, Cipriano Mateo. De su antebrazo derecho cuelgan unos prism¨¢ticos. Mateo mira el rastro negro del suceso como quien no puede dejar de mirarse una peque?a herida. No lo pierde de vista junto a su compa?era, Mar¨ªa Paz Estefan¨ªa. Parece tan cercana que Cipriano y Mar¨ªa pueden ver las huellas de la tragedia sin necesidad de sus prism¨¢ticos. "Si lo piensas da miedo. Ese avi¨®n pod¨ªa haber ca¨ªdo aqu¨ª mismo", dicen antes de despedirse. Hoy es d¨ªa de funeral en el pueblo.
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