Hombro con hombro frente al fango
Bilbao homenajea a los 5.000 voluntarios que ayudaron tras las inundaciones
Ayer era un buen d¨ªa para recordar algunas de las extraordinarias historias de altruismo vividas durante el mayor desastre natural del ¨²ltimo siglo en Bilbao, las inundaciones del 26 agosto de 1983. Uno de los voluntarios que particip¨® en el homenaje celebrado a las 5.000 personas que salvaron a Bilbao del fango recordaba como, con la villa a¨²n a oscuras y sin luz, un residente de la calle Askao hac¨ªa guardia en su balc¨®n con una linterna para iluminar el camino de sus vecinos. El Teatro Arriaga, que tambi¨¦n sufri¨® el zarpazo de la riada (lleg¨® a estar inundado hasta el segundo piso), sirvi¨® de escenario para este acto plagado de recuerdos e im¨¢genes de este desastre, que cost¨® la vida a 34 personas en toda Euskadi y caus¨® da?os por valor de 200.000 millones de pesetas de las de entonces (unos 1.200 millones de euros).
El alcalde, I?aki Azkuna, record¨® con emoci¨®n "aquellos aciagos d¨ªas en que llovi¨® y llovi¨® y la villa qued¨® inundada". El primer edil, quien tambi¨¦n pidi¨® un minuto de silencio por las v¨ªctimas del accidente de Barajas, no escatim¨® en elogios hacia los voluntarios. Las inundaciones fueron la puntilla a la crisis industrial que afect¨® a Vizcaya en los a?os ochenta, record¨® el primer edil. "El esfuerzo de aquella gente fue el primero que se hizo para modernizar Bilbao", a?adi¨®. Tambi¨¦n quiso homenajear la labor del entonces alcalde, Jos¨¦ Luis Robles, y del diputado general, Jos¨¦ Mar¨ªa Macua.
"No tuvimos m¨¢s remedio que iniciar el cambio. Con el esfuerzo solidario, armados de palas, baldes, ilusi¨®n y esperanza, ayudaron a poner en pie de nuevo a Bilbao", dijo. El acto, al que asistieron algo m¨¢s de un centenar de personas, permiti¨® a los diez voluntarios presentes recordar la intensidad de esos d¨ªas en los que la ciudad resurgi¨® del fango.
GREGORIO LANDA (84 A?OS) "Nunca he visto a la gente arrimar as¨ª el hombro"
A sus 84 a?os, esos enormes ojos azules se humedecen cuando recuerda esos d¨ªas. Se enter¨® de la riada, como muchos, por la radio. Este bilba¨ªno hab¨ªa elegido un pueblo en Navarra para sus vacaciones familiares. En cuanto empez¨® a escuchar por el transistor llamamientos para que la gente fuese a Bilbao para ayudar, no lo dud¨®. "Cog¨ª el coche y me fui a toda hostia", recuerda. Ninguna descripci¨®n previa pod¨ªa prepararle para lo que iba a ver al llegar a la villa.
"Fue un esfuerzo descomunal, nunca he vuelto a ver tal muestra de solidaridad. Todos arrimando el hombro as¨ª como si fu¨¦ramos uno... Solo de ver las im¨¢genes me emociono. Fue de lo m¨¢s grande que he visto". Cuando lleg¨® a la ciudad, no le dejaron coger la pala, ni realizar tareas de limpieza -por entonces ten¨ªa 59 a?os-. Le dieron un mono azul y unas botas en el Ayuntamiento y le encomendaron una misi¨®n no menos importante: salvar de una muerte segura a los libros y documentos de la biblioteca de Bidebarrieta.
BEGO?A GOROSTIZA-GOIZA (71 A?OS) "Me ped¨ªan que trajese conmigo agua y pan"
Bego?a Gorostiza-Goiza todav¨ªa vive en la misma casa, en el barrio de Matiko, que ten¨ªa cuando el agua se ensa?¨® con la villa. Bego?a estaba de vacaciones en el caser¨ªo familiar, esperando la llegada de su hija, que trabajaba en una tender¨ªa de las siete calles bilba¨ªnas. "Ella ten¨ªa previsto venir con nosotros al caser¨ªo, pero me llam¨® a las nueve de la noche. No hay autobuses ama, no puedo ir. Esto es un desastre, ven tu y trae todo el pan y el agua que puedas". Al d¨ªa siguiente lleg¨® a una ciudad irreconocible. Se calz¨® unas botas y se puso a limpiar como pod¨ªa. As¨ª estuvo durante d¨ªas. Entre la multitud de an¨¦cdotas que atesora, destaca la del hombre que vino desde Miraballes conduciendo su excavadora. Al igual que los dem¨¢s, quer¨ªa hacer algo. No pod¨ªa esperar.
JULIO PASTOR (49 A?OS) "Lo inhumano habr¨ªa sido no hacer nada"
Julio Pastor vio con sus propios ojos como el agua enfurecida lo arrastraba todo por debajo del puente de Portugalete. Tambi¨¦n recuerda el f¨¦tido olor del fango que este dejaba a su paso en algunas zonas. El maldito fango, prosigue Julio, era muy dif¨ªcil de quitar, y por mucho que uno lo arrastrase con la pala, este terminaba surgiendo por otro lado. Era dif¨ªcil darle duro a un enemigo tan poco tangible.
Se conmueve al mirar las fotos y los v¨ªdeos de aquellos d¨ªas, Ah¨ª estaba, inmortalizado en im¨¢genes, el desastre vivido, tal y como lo recordaba ?Qu¨¦ fue lo peor de esos d¨ªas? "Ver a unos se?ores mayores sentados en la puerta de su casa, desolados, despu¨¦s de haberlo perdido todo". ?Lo mejor? El sentimiento ese que ten¨ªa en las tripas, esas ganas de querer ayudar que comparti¨® con miles de voluntarios: "Lo inhu
mano habr¨ªa sido no hacer nada".
JON ALDEITURRIAGA (54 A?OS) "No se salv¨® ni un comercio del Casco Viejo"
El gerente de la Asociaci¨®n de Comerciantes del Casco Viejo recuerda con memoria prodigiosa aquel d¨ªa: "El concejal de obras me avis¨® de que la r¨ªa se iba a desbordar. A media tarde ya hab¨ªa un mal presagio, porque el agua que sal¨ªa de las alcantarillas ya creaba una capa de agua que llegaba hasta los tobillos frente al Arriaga. A la ocho de la tarde me llam¨® un vecino zapatero de la calle Somera para que le ayudara a poner la mercanc¨ªa en las baldas m¨¢s altas. Cuando salimos de la tienda, el agua ya ten¨ªa tanta presi¨®n y caudal que costaba cruzarla. Los que est¨¢bamos all¨ª entramos en mi casa a refugiarnos. Ya no pudimos salir hasta el d¨ªa siguiente. El agua no solo llegaba bastante alto, sino que cruzaba con una violencia impresionante. Nuestra preocupaci¨®n en todo momento era si las casas aguantar¨ªan".
Hacia mediod¨ªa, el todav¨ªa gerente de la asociaci¨®n consigui¨®, junto a sus amigos, desatascar la puerta del edificio, bloqueada por el barro. "Lo que vimos al salir era la m¨¢s absoluta desolaci¨®n. El 100% de los comercios estaban destrozados. No se salv¨® ni uno". Lo primero que hicieron al salir fue marcar con tablones los huecos dejados por las alcantarillas que se llev¨® el agua, para que ning¨²n vecino se partiese una pierna al pisarlos. "Tambi¨¦n recuerdo como un amigo casi se desmaya cuando vio que sacaban a un maniqu¨ª del arenal. Pensaba que era un cad¨¢ver", explica.
El primer negocio que volvi¨® a abrir fue una agencia de viajes Ecuador (hoy en manos de Viajes Halc¨®n), recuerda Aldeiturriaga. "Ese a?o pusimos luces de navidad en todas las calles. Quer¨ªamos llegar a las fiestas funcionando con cierta normalidad". Y as¨ª fue. Lograron tener hasta un 70% de las tiendas abiertas para las fiestas de fin de a?o. "Otro apunte curioso fue que muchos locales, que llevaban varios a?os cerrados, se abrieron despu¨¦s de las inundaciones. Supongo que algunos vieron posibilidades despu¨¦s de aquello", concluye.
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