Juegos peligrosos en La Rambla
Un grupo de travestis seduce de madrugada a turistas para robarles la cartera
Y, de pronto, cuatro turistas corrieron en estampida hacia el lateral de La Rambla, cerca del Centro de Arte de Santa M¨®nica, y placaron a una joven morena, con top y pantal¨®n corto blancos a la que acusaban de haberles robado. Una pareja de urbanos lleg¨® como ca¨ªda del cielo. La chica, espa?ola, proclam¨® su inocencia mientras se desnudaba, exhibiendo su condici¨®n de travesti y dando la vuelta a sus bolsillos vac¨ªos. Media docena de travestis, muchos suramericanos, la arroparon exigiendo su derecho a ocupar la calle.
"?Vete de aqu¨ª! ?A la pr¨®xima, vas para dentro!", le espet¨® resignado uno de los polic¨ªas mientras los turistas segu¨ªan presos de ira. Joe, de 25 a?os, canadiense, debi¨® de llevarse un mal recuerdo de su primera noche de vacaciones en Barcelona: le faltaba la cartera con su pasaporte. Lo de menos, eran los 70 euros. El chico se qued¨® mudo, pero quien echaba chispas era Erdem, un joven de Estambul a quien intentaron robar d¨ªas atr¨¢s tras palpar sus genitales. No conoc¨ªa a Joe pero vio el hurto y fue a ayudarle. "Mi hotel est¨¢ aqu¨ª y he visto esto cinco noches. ?De qu¨¦ sirve la polic¨ªa? ?Es rid¨ªculo!", dec¨ªa en ingl¨¦s fuera de s¨ª cuando el travesti qued¨® libre. Un barrendero aconsej¨® bajito: "Que miren en las papeleras".
Los carteristas act¨²an cuando los turistas llevan unas copas de m¨¢s
Esta historia pas¨® el 12 de agosto, pero pod¨ªa ser de cualquier d¨ªa. Vecinos y comerciantes de La Rambla est¨¢n hartos de ver episodios as¨ª. La estrategia siempre es la misma: los travestis seducen a turistas con copas de m¨¢s con el objetivo b¨¢sico de robarles. El juego es peligroso y el ¨¦xito del hurto, proporcional al alcohol tomado por sus v¨ªctimas. Los m¨¢s serenos se percatan y, los que no, acaban pelados. Rafa, de 31 a?os, un camarero de una terraza de La Rambla, tiene a¨²n en su cara una cicatriz de 20 cent¨ªmetros. Acab¨® hace tres semanas con las manos destrozadas y la camisa ensangrentada tras pelearse con cuatro travestis que quisieron robar a unos clientes ingleses cuando cruzaron el lateral para ir al ba?o. "Pasaron dos patrullas de los Mossos y no pararon. Casi les entiendo: est¨¢n m¨¢s cansados que los vecinos. Les multan por prostituci¨®n y no pasa nada. Llevo siete a?os aqu¨ª y va a peor". Al d¨ªa siguiente, los parasoles de la terraza amanecieron rasgados y las luces, rotas.
Decadente, La Rambla muestra su peor cara de noche cuando cierran 7 de sus 11 quioscos. Y, los que abren, lo hacen para evitar el engorro de guardar los souvenirs. "?No ves lo que hay?", dice un quiosquero aludiendo a que los lateros convierten las noches en interminables. El Ayuntamiento quiere ponerles coto al ser fuente de conflicto con bares y vecinos. Los lateros venden tambi¨¦n peque?os meg¨¢fonos para delicia de los turistas y tortura de los vecinos. Y cuando amanece, hasta cruasanes y bocadillos. Hay algo peor: algunos comerciantes y vecinos aseguran que venden droga y que la lata es s¨®lo una tapadera.
La Guardia Urbana recuerda que los carteristas tienen mil caras y que se disfrazan de mujeres que venden claveles; de turistas con gorra y c¨¢mara o que tiran de cebo sexual. "Cuando intervenimos ya no llevan el dinero. Y, si van al juzgado, quedan libres poco despu¨¦s", dijo un agente. Algo parecido pasa con los lateros: hay uno con coleta y bigote plantado cada noche como una estatua ante el pen¨²ltimo quiosco y que esconde las latas en las jardineras. El jueves, un agente le requis¨® un paquete. No le tom¨® el nombre. Segundos despu¨¦s, otro paquistan¨ª lleg¨® con provisiones.
Los agentes dicen que no dan abasto pese a las unidades de refuerzo. Y mientras la noche avanza, el alcohol corre, las voces suben y las latas son guardadas en las alcantarillas. Llu¨ªs, un vecino, llam¨® sin suerte a la polic¨ªa. Otros lo tienen peor: el jueves, a un chico con pinta de n¨®rdico le quitaron la cartera a las tres. Cuando se percat¨®, desanduvo el camino haciendo eses. Volvi¨® a las cinco, sereno. No la recuper¨®. Metros m¨¢s arriba, el travesti del top blanco segu¨ªa a lo suyo.
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