La otra familia de Obama
Miles de africanos desean que el triunfo del candidato negro a la presidencia de EE UU les traiga un soplo de esperanza. EL PA?S visita a su abuela y otros parientes de KeniaRezo para que Barack gane. Y si tuviera dinero, se lo dar¨ªa. Cuando sea presidente nos ayudar¨¢ a todos". Sarah Obama, de 86 a?os, la abuela negra del candidato dem¨®crata a la presidencia de Estados Unidos, es cristiana, devota y pobre. La anciana no tiene ni dinero ni estudios, pero s¨ª mucha confianza en la victoria electoral de su nieto, la celebridad de Kenia, el nuevo estandarte africano. "Musawa [?c¨®mo est¨¢?]. Pase, pase". Sarah vive en una casita de ladrillo y uralita de Kogelo, a 500 kil¨®metros al noroeste de Nairobi, cerca del lago Victoria.
"Si tuviera dinero, se lo dar¨ªa para que ganara las elecciones", dice su abuela Sarah, en la aldea de Kogelo
La figura del padre, que pas¨® de cuidar cabras a obtener una licenciatura en Harvard, obsesion¨® a Obama
"Lo primero que har¨¢ ser¨¢ darnos m¨¢s pasaportes y visados para viajar a Estados Unidos", dice Benson
"Yo me conformo con que meta en la c¨¢rcel a todos los funcionarios corruptos de este pa¨ªs", agrega Alfred
Las rivalidades entre las etnias de Kenia malograron el ascenso profesional y pol¨ªtico de Barack Hussein
El mediod¨ªa es t¨®rrido y luminoso en la aldea agr¨ªcola de la regi¨®n de Kisumo, a tono con los rojos, verdes y azules del vestido de la abuela m¨¢s famosa del mundo. Un joven muele ma¨ªz en una solana cercana a los sacos de la despensa dom¨¦stica. "En esa foto, Barack me ayuda a cargar un saco de grano. Es muy despierto y educado. Sabe escuchar. Si gana, ir¨¦ a verle, aunque estar¨¦ poco tiempo". Fotograf¨ªas de la estirpe Obama cuelgan de las paredes de una habitaci¨®n humilde y limpia, amueblada con asientos y mesas de madera forrados de amarillo lim¨®n. Varios pasquines recuerdan la campa?a electoral norteamericana, y la convenci¨®n dem¨®crata Denver, que esta semana proclamar¨¢ candidato presidencial a Barack Obama, de 47 a?os, la gran esperanza negra.
Sarah es la abuela de verdad, la de la crianza, porque la de sangre, Akumu, la madre de Barack Hussein Obama, el padre del senador de Illinois, abandon¨® el hogar y los malos tratos de su marido cuando la prole era de teta. Poco despu¨¦s matrimoni¨® con un tanzano que la hab¨ªa comprado a sus padres por seis vacas y la promesa de otras seis. "?Habla usted con su nieto por tel¨¦fono?". "No, porque ¨¦l no habla luo [el dialecto de la etnia luo, a la que pertenece la familia] y yo no hablo ingl¨¦s", admite Sarah. La octogenaria vive al d¨ªa, como la mayor¨ªa de sus 35 millones de compatriotas, que se alzan en aleluyas cuando se les pregunta por Obama. Que los blancos americanos, los descendientes de los esclavistas, votasen a un negro activ¨® una revoluci¨®n mental en ?frica, todav¨ªa hundida en el atraso, las enfermedades y el machetazo tribal. La vida no es f¨¢cil en el continente de los masais y el Serengueti.
Los ancestros del periodista afroamericano Keith Richburg, ex corresponsal en Nairobi del diario The Washington Post (1991-1994), fueron embarcados a punta de l¨¢tigo hacia los buques negreros y esclavizados en las plantaciones algodoneras del Nuevo Mundo. Richburg no tiene sino palabras de agradecimiento para la trata que engrill¨® a sus parientes en aquellas traves¨ªas oce¨¢nicas rumbo a la infamia: a ¨¦l le permiti¨® nacer en Estados Unidos y no en ?frica. "?Gracias a Dios soy americano!", escribi¨® en su libro Out of America. A black man confronts Africa. El esc¨¢ndalo fue may¨²sculo.
Estomagado por la hipocres¨ªa y la mentira, harto de ver cad¨¢veres, el periodista reaccion¨® airadamente ante sus cr¨ªticos: "Habladme de ?frica y de mis ra¨ªces negras y de mis v¨ªnculos familiares con mis hermanos africanos, y os hundir¨¦ la nariz en las im¨¢genes de carne putrefacta". Los ancestros de Barack Obama (Honolul¨², 1961) no fueron esclavos, pero debieron rendir vasallaje a la racista Administraci¨®n brit¨¢nica en Kenia (1888-1963), que el candidato dem¨®crata a la presidencia de Estados Unidos visit¨® por primera vez a los 26 a?os para confrontar ?frica, como Richburg, y acercarse a la figura del padre y al flanco negro de su identidad. Despu¨¦s de ver lo que vio, cabe pensar que el nuevo ¨ªdolo africano tambi¨¦n celebr¨® haber nacido en Estados Unidos.
Durante sus tres viajes a ?frica (en 1987, 1994 y 2006), el senador conoci¨® a su abuela Sarah, a sus parientes africanos, y se asom¨® a la realidad de los pa¨ªses atrapados por la inestabilidad y el hambre: el punto de partida de los cayucos varados en las playas de Canarias y de los braceros acuchillados por las alambradas de Ceuta y Melilla. Con el 60% de la poblaci¨®n total africana, los pa¨ªses subsaharianos apenas generan el 20% del PIB, el 46% de su poblaci¨®n tiene menos de 15 a?os y s¨®lo dos tercios est¨¢n escolarizados. Los universitarios que pudieron emigraron al extranjero como Barack Hussein Obama, el padre del aspirante dem¨®crata, que vivi¨® en EE UU pero regres¨® a Kenia, donde muri¨® en accidente de tr¨¢fico a los 46 a?os, triste y fracasado, casi alcoh¨®lico.
Otros tuvieron mejor suerte, pero Ghana, Mozambique, Kenia y Uganda perdieron hasta la mitad de sus licenciados en beneficio de los pa¨ªses ricos de la Organizaci¨®n para la Cooperaci¨®n y el Desarrollo Econ¨®mico (OCDE). "?frica necesita que Obama gane, necesita recuperar su orgullo y autoestima", dice Boniface Gakuo, de 35 a?os, profesor, gu¨ªa durante el recorrido por el asentamiento chabolista de Kibera, en Nairobi, que obliga a usar la bombona de ox¨ªgeno para no caer fulminado por la pestilencia. Obama, su esposa, Michelle, descendiente de esclavos, y sus dos hijas lo visitaron el 27 de agosto de 2006. M¨¢s de un mill¨®n de personas penan en sus callejones, sin agua corriente ni desag¨¹es, con ingresos mensuales de 30, 50 o 70 euros. Viven en ratoneras alejadas de las mansiones de la plutocracia nacional y de los diputados de la patria, que perciben sueldos de 8.000 euros cada mes, am¨¦n de dietas y canonj¨ªas. La gente se gana la vida como puede y la profesi¨®n de delincuente cotiza al alza. Una mafia habilit¨® algunas chabolas como salas de pornograf¨ªa para espectadores de siete y ocho a?os, ni?os que ped¨ªan dinero a sus padres para ir al cine, seg¨²n descubri¨® la polic¨ªa hace pocos d¨ªas.
"Todo el mundo necesita una oportunidad para prosperar, para comer, para vestir, para montar un negocio", anim¨® Barack Obama a los habitantes de la cochiquera. Pero los m¨ªseros apenas encuentran oportunidades en ?frica. El err¨¢tico crecimiento democr¨¢tico y macroecon¨®mico de sus naciones, los avances registrados en algunos derechos fundamentales apenas disimulan las huellas de las descolonizaciones a tiros, los cuartelazos, las autocracias, los genocidios, la corrupci¨®n y la desesperanza. Sobre las causas de esas plagas b¨ªblicas ley¨® mucho el senador antes de viajar a Nairobi y ser recibido como un mes¨ªas. Dos a?os despu¨¦s de su ¨²ltima visita, quienes le escucharon en Kibera le invocan magn¨¢nimo, mu?idor de negocios fabulosos entre Estados Unidos y Kenia si llega a la Casa Blanca. "Es de los nuestros y no podr¨¢ olvidar que vivimos, comidos por las ratas y el sida. Lo ha visto con sus ojos", dice David, de 24 a?os.
Estragada por la historia y los propios errores, ?frica necesita un triunfo que le levante el ¨¢nimo, una victoria que pueda considerar propia. Y el negro Barack Obama puede d¨¢rsela el de noviembre. Tambi¨¦n la reclaman los afroamericanos de Minnesota, Washington o Alabama, ilusionados con los vientos de cambios y el simbolismo de los nuevos comportamientos en colegios o familias. Adolescentes avergonzados por la jerga africana de sus padres reflexionan ahora sobre sus or¨ªgenes al comprobar que el pol¨ªtico negro no s¨®lo no oculta sus ra¨ªces, sino que adem¨¢s los abraz¨® sin complejos.
La sensibilidad racial del ¨ªdolo le lleg¨® de ni?o, mientras le¨ªa en la revista Life el anuncio de una crema blanqueadora de la piel. Su encuentro con la etnia luo fue tambi¨¦n temprano e impactante. El revolc¨®n ocurri¨® en la biblioteca p¨²blica de Honolul¨². "Los luo criaban cabras y viv¨ªan en chozas de barro y se alimentaban con ma¨ªz, batatas y algo que se llamaba mijo", escribi¨® Obama en Sue?os de mi padre, publicado en 1995. "Su traje tradicional era un pareo de cuero que cruzaba la entrepierna. Dej¨¦ el libro abierto encima de la mesa y sal¨ª sin despedirme siquiera del bibliotecario".
Sali¨® corriendo para procesar su parentesco con el tribalismo ribere?o del Nilo, asentado despu¨¦s en las praderas de Kisumu, en chozas de barro y paja, junto a los bamb¨²es y el avestruz. "Yo me colocaba [con alcohol y marihuana] porque quer¨ªa ahuyentar las preguntas que me atormentaban. ?Qu¨¦ significa ser mestizo? ?Por qu¨¦ los blancos me consideraban un negro y los negros me miraban con desconfianza?", se preguntaba en sus memorias. "?C¨®mo pod¨ªa ser ¨²til en una sociedad que no parec¨ªa aceptarme? Jug¨¢bamos en el terreno de los blancos, con las reglas de los blancos. Si el decano, el entrenador, el profesor quer¨ªa escupirte en la cara, pod¨ªa hacerlo". La ¨²nica opci¨®n era el enclaustramiento en el propio rencor. "Y la iron¨ªa final es que si te negabas a aceptar la derrota y te enfrentabas a ellos, ten¨ªan un nombre para ti: paranoico, extremista".
Una beca de su padre en EE UU determin¨® la epidermis caf¨¦ con leche del pol¨ªtico que esta semana ser¨¢ proclamado candidato en el Estado de Colorado, muy lejos de un continente entusiasmado con la posibilidad de que uno de los suyos gobierne la naci¨®n m¨¢s poderosa del planeta, cambie la correlaci¨®n de fuerzas y regrese al rescate de ?frica. "EE UU har¨¢ lo mismo de siempre", anticip¨® Richard Dowden, director de la Sociedad Real Africana. Puede que as¨ª sea, pero mientras tanto, bautizos, cervezas, camisetas, pegatinas, r¨®tulos y titulares vitorean en Kenia a "nuestro le¨®n". "Su victoria ser¨ªa un paso fundamental hacia la eliminaci¨®n del racismo en un pa¨ªs que lo practica tanto como es Estados Unidos", seg¨²n el analista Al¨ª Mazrui. La emergencia del fen¨®meno Obama en el firmamento pol¨ªtico estadounidense ha causado en ?frica una catarsis ¨ªntima, existencial, liberadora. El diario The Nation afirmaba que su ¨¦xito ser¨¢ la confirmaci¨®n de que un negro puede ser lo que quiera si trabaja duro, es inteligente y tiene suerte.
No es tan optimista el columnista ugand¨¦s Timothy Kayegira: el discurso de Obama dirigido al lobby proisrael¨ª de EE UU deber¨ªa abrir los ojos de quienes imaginan que el deseado compartir¨¢ estrictamente los intereses de los negros o de ?frica. "Prep¨¢rense para que Obama les desilusione mucho", ha escrito.
El azar y la pobreza, no el esclavismo, estableci¨® la hoja de ruta del pol¨ªtico mulato. El padre, nacido en Kogelo, recibi¨® una de las primeras ayudas para completar estudios en universidades norteamericanas. Mientras asist¨ªa a clases en Hawai, a los 23 a?os, conoci¨® a Ann Dunham, blanca como la leche, de 18 a?os, nacida en Kansas, con la que se cas¨® en 1960. Poco despu¨¦s naci¨® Barack, pero cuando el cr¨ªo apenas ten¨ªa dos a?os, su padre viaj¨® a Harvard para cursar un m¨¢ster en Econom¨ªa. A continuaci¨®n regres¨®, siempre solo, a Kenia, donde le esperaban su primera mujer, Kezia, embarazada, y otro hijo. Pocos lo sab¨ªan. El ni?o de Honolul¨² no volver¨ªa a ver a su padre hasta ocho a?os despu¨¦s, durante la fugaz vuelta a Estados Unidos del progenitor para ver a su hijo y a la chica de Kansas, y tambi¨¦n encandilar con sus historias sobre el Mau-Mau, los ancianos luo y las grandezas del ?frica profunda.
Durante el viaje inici¨¢tico de Obama de 1987, Sarah le habl¨® mucho de su padre y de su abuelo Onyango. "Mire, el hombre de las gafas en la foto es su padre", se?ala la abuela. ?Y su marido, el abuelo? Su abuelo fue un hombre autoritario, cumplidor de las tradiciones tribales, entre ellas la poligamia y las palizas. "Pag¨® la dote de varias j¨®venes, pero cuando se mostraban perezosas o romp¨ªan algo, las apaleaba sin miramiento". El patriarca se opuso al emparejamiento de su hijo con una mujer blanca, con Ann, aunque en algunos aspectos fuera un admirador de los blancos, de la organizaci¨®n brit¨¢nica colonial. "El africano es un asno", le dec¨ªa a Sarah. "Para hacer cualquier cosa necesita que lo apaleen". El abuelo fue cocinero, soldado del Ej¨¦rcito brit¨¢nico e islamista. "No podemos borrar esa conexi¨®n de la vida del candidato. Su padre tambi¨¦n fue musulm¨¢n hasta convertirse al ate¨ªsmo", explica el analista Otuma Ongalo, aludiendo a los supuestos esfuerzos del candidato por apartarse del Cor¨¢n, frecuentemente asociado al terrorismo. "Y aunque no practique el islam, tiene lazos con el islam, como los tiene con Kenia y ?frica aunque nunca haya sido keniano o africano".
La anciana, al tanto de la dinast¨ªa bajo escrutinio, dice que su nieto es cristiano, pero consagra la libertad de culto. La mujer atiende amablemente a los viajeros de buena fe interesados en sus emociones y las ra¨ªces del abanderado dem¨®crata. Desde su adolescencia, Obama ya sab¨ªa que era muy tarde para reclamar ?frica como hogar, y como confesi¨®n, dijera lo que dijera su padre. El viejo fue "bastante cabr¨®n", seg¨²n el gr¨¢fico comentario, escuchado durante un c¨®ctel de este mes en Nairobi, de una norteamericana que le conoci¨® ¨ªntimamente y no abunda sobre el insulto. Presumiblemente se refer¨ªa a las irresponsabilidades atribuidas a Barack padre, a su vida turbulenta y rebelde, vapuleada por los contratiempos y las frustraciones. Barack Hussein estudi¨® por correspondencia, animado por dos monjas americanas. Aprob¨® los ex¨¢menes, tramitados por la Embajada norteamericana, y fue aceptado en la Universidad de Hawai. "Nadie sab¨ªa d¨®nde estaba Hawai, pero no le import¨®. Dej¨® conmigo a su esposa [Kezia], de nuevo embarazada [de una ni?a, Auma], y a su hijo, y en menos de un mes se hab¨ªa marchado", relat¨® Sarah en la biograf¨ªa del senador.
Auma es su hermana m¨¢s cercana, a la que conoci¨® personalmente en Chicago hace m¨¢s de veinte a?os, poco despu¨¦s de la muerte del padre. "Fue como si nos conoci¨¦ramos de toda la vida". Auma, temperamental y directa, trabajadora social en Kenia, no quiere hablar mucho. Es consciente de que sus palabras pueden ser utilizadas para da?ar pol¨ªticamente a su hermano. "Tengo muy poco tiempo. Env¨ªeme por correo electr¨®nico el tipo de preguntas que me quiere hacer". Las preguntas no le parecieron mal, pero mencion¨® un repentino viaje de diez d¨ªas para posponer la entrevista con el reportero de EL PA?S. "La familia est¨¢ hasta las narices de los periodistas", seg¨²n un corresponsal extranjero en Nairobi. La familia es numerosa, entre hermanos, t¨ªas, cu?ados, primos y sobrinos, y la casa natal, un santuario que los ni?os se?alan con el dedo antes de que el visitante pregunte d¨®nde est¨¢. El servicio no es gratuito: "Give me a little money!" ("D¨¦me una moneda").
La figura del padre, pastor de cabras en sus a?os juveniles, obsesion¨® a Barack Obama, que quer¨ªa saber todo sobre el africano que le dio la vida, sobre un hombre intelectualmente brillante, generoso, mujeriego, ca¨®tico en su mundo personal y familiar. Tuvo muchas parejas, algunas a salto de mata y otras sacramentadas, como Ann y Ruth, norteamericanas. En total, seis hijos y una hija, Auma, llamada a desempe?ar funciones importantes en las relaciones de EE UU con ?frica si su hermano gana la presidencia.
Inicialmente, Barack Hussein padre prosper¨® en la plantilla de la petrolera Shell, protegida por el Gobierno. Impresionaba al volante de autom¨®viles de lujo, impecable en sus trajes de sastre. Durante ese periodo se cas¨® con Ruth, dej¨® la petrolera y entr¨® en el Ministerio de Turismo. Sus aspiraciones pol¨ªticas le mataron porque las hizo saber y choc¨® en la liza con los funcionarios m¨¢s incompetentes y peligrosos de la etnia gobernante, los kikuyo, rivales de los luo. Le sacaba de quicio la ignorancia al frente de los ministerios o las direcciones generales. Corr¨ªa la primera d¨¦cada poscolonial, y la pertenencia a uno u otro pueblo determinaba el triunfo o el fracaso.
Pero el sectarismo no explicaba todo. Durante el arranque de las independencias africanas, las burgues¨ªas nacionales que arrebataron el poder a los Gobiernos coloniales eran burgues¨ªas subdesarrolladas, sin poder econ¨®mico, en absoluto proclives a la producci¨®n y al trabajo, seg¨²n escribi¨® el ensayista Frantz Fanon. Para esas burgues¨ªas "est¨²pidas y c¨ªnicas", nacionalizar equival¨ªa a traspasar a la direcci¨®n aut¨®ctona los privilegios heredados del poder colonial. Los enormes beneficios de las exportaciones no fueron reinvertidos, sino confiados a bancos extranjeros. Buena parte sufrag¨® gastos suntuarios, los coches y las mansiones, de los padres de la independencia.
Uno de ellos, Jomo Keniatta, kikuyo, el primer presidente (1964-1978) de la Kenia libre, apart¨® a Barack Hussein Obama de la Administraci¨®n, y del chorro del dinero oficial, con el estigma de conflictivo. Nadie le dio trabajo, ni en la Administraci¨®n, ni en los consorcios extranjeros, alertados. La ruina no impidi¨® que el economista de Harvard continuara haciendo regalos que no pod¨ªa permitirse. Vendi¨® el coche, vendi¨® lo que pudo, se dio a la bebida y acab¨® deprimido, susceptible y violento. "S¨®lo a m¨ª me confes¨® lo infeliz que era", cont¨® la abuela Sarah a su nieto Barack. "?Ya le he dicho que rezo por ¨¦l?". La decepci¨®n del padre era profunda. "Yo sol¨ªa decirle que era demasiado testarudo cuando trataba con la gente del Gobierno. Me hablaba de principios, y yo le respond¨ªa que sus principios eran una pesada carga para sus hijos". El padre los perd¨ªa, pero poco pod¨ªa hacer. "Aun le gustaba beber, re¨ªr y presumir, pero su risa era vac¨ªa". Logr¨® un puesto en el Banco Africano de Desarrollo, en Addis Abeba, pero cuando preparaba el viaje para ocuparlo, el Gobierno de Kenia le retir¨® el pasaporte. Un amigo compasivo le coloc¨® en el Departamento de Aguas de Nairobi, con un sueldo de tercera. Desorientado, rabioso, llegaba tarde a casa, borracho, y exig¨ªa a gritos a su esposa Ruth que le preparara la cena. Durante el encuentro de Chicago, Auma comparti¨® con su hermano detalles sobre el progresivo deterioro del padre. So?aba con recuperar a Barack y a su madre, la chica de Kansas, abandonada en Honolul¨². Las relaciones con Auma tampoco fueron cari?osas. La joven consigui¨® una beca de estudiante en Alemania y se larg¨® sin decir adi¨®s a su padre.
Las reflexiones de Barack Obama sobre su padre son tolerantes y amargas, ir¨®nicas a veces, siempre respetuosas. "?No trabajas lo bastante duro! Tienes que ayudar a los dem¨¢s en su lucha. ?Despierta, hombre negro!", le dec¨ªa el viejo. Tras escuchar a Auma y a su abuela, ?qu¨¦ pod¨ªa pensar? ?Fue una v¨ªctima del destino? ?Un borracho amargado? ?Un marido maltratador? ?Un bur¨®crata derrotado y solitario? Fuera lo que fuera, era su padre. "Tenemos que volver a casa", le pidi¨® Auma. Su hermano no lo dud¨®.
Barack Obama volvi¨® a ?frica hace veinte a?os, a Kogelo, a la casita de acacias y mangos donde le esperaba su abuela. Llor¨® hasta la sequedad lacrimal junto a la tumba del padre, y percibi¨® entonces que el c¨ªrculo se cerraba. Comprendi¨®, seg¨²n propia confesi¨®n, que su vida en Am¨¦rica, la sensaci¨®n de abandono sentida de joven, las frustraciones y esperanzas estaban ligadas a la parcela africana con los restos de sus mayores.
Dos decenios despu¨¦s, junto a la casa de la abuela, tres j¨®venes que se dicen primos suyos comunican al periodista que todo el pueblo, toda Kenia, toda ?frica, y la gente de progreso, los 350.000 kenianos afincados en EE UU, esperan su triunfo como agua de mayo. "Pero f¨ªjese usted c¨®mo son las cosas: por aqu¨ª han venido a pedir entrevistas con Sarah periodistas que apoyan a McCain. ?Qu¨¦ desverg¨¹enza!". Por unas razones u otras, la mayor¨ªa de los africanos jalean al senador de Illinois, incluido el musulm¨¢n Salim, de 22 a?os, camarero, convencido de que la actual alianza pol¨ªtica entre EE UU y Kenia "destruir¨¢ nuestro pa¨ªs". Igualmente convencido de que Barack Obama toma "alguna p¨ªldora o inyecci¨®n" para blanquearse la cara, Salim quiere que gane porque, "aunque se lleva bien con los jud¨ªos, al menos sacar¨¢ a las tropas de Irak y los musulmanes seremos menos perseguidos en todo el mundo". Las investigaciones policiales para capturar a los sicarios de Al Qaeda que hace diez a?os destruyeron la Embajada de EE UU en Nairobi, causando 226 muertos y m¨¢s de 1.000 heridos, fueron intensas. La comunidad musulmana se sinti¨® maltratada, bajo permanente e injusta sospecha. El secretario del Consejo de Imanes de Kenia, Mohamed Kalifa, conf¨ªa en un cambio de enfoque de Obama y en la finalizaci¨®n de las "pol¨ªticas de confrontaci¨®n de Bush".
Todos esperan algo del compatriota de raza en Chicago; todos sue?an con transformaciones profundas en sus vidas si la Casa Blanca aloja, por fin, a un presidente negro. Organizar un debate p¨²blico sobre cu¨¢les pueden ser sus intenciones es f¨¢cil: una cerveza, o dos, en el centro de Nairobi o en sus arrabales. La coalici¨®n de fuerzas, la admiraci¨®n por Obama y el fermento vegetal sueltan las lenguas y la imaginaci¨®n de los tertulianos en un bar pr¨®ximo al mercado central:
-Lo primero que har¨¢ ser¨¢ darnos pasaportes a todos los kenianos que lo necesitemos -dice Benson.
-Y m¨¢s visados. Pero que tambi¨¦n mande algo de dinero para viajar. El viaje es caro -replica Biko.
-Yo me conformo con que meta en la c¨¢rcel a todos los funcionarios corruptos de nuestro pa¨ªs. Entonces s¨ª que tendr¨ªamos m¨¢s dinero. Pero creo que quienes m¨¢s se van a beneficiar son sus familiares -remacha Alfred.
-Yo le voy a escribir pidi¨¦ndole una beca y me quedar¨¦ a vivir en Am¨¦rica. Creo que ahora los blancos ya no son tan racistas -tercia Amos.
-Obama va a ganar porque hay muchos negros en Am¨¦rica y porque una nueva generaci¨®n de blancos est¨¢ por el cambio -sentencia Mike.
La eventual investidura presidencial de Barack Obama adquiere dimensiones ¨¦picas, fant¨¢sticas, con la ingesta cervecera. Todos le recuerdan sencillo, magn¨¦tico, magn¨ªfico, convincente durante la visita a Kenia de 2006, acompa?ado por multitudes que le aclamaban y compart¨ªan con ¨¦l sus proyectos. Obama y su mujer, Michelle, se hicieron la prueba del sida en una naci¨®n con 1,5 millones de muertos por la enfermedad y otros 2 millones infectados. El senador aport¨® 13.000 euros de su bolsillo para la lucha contra la pandemia, y convocaron al optimismo y a la probidad en el cargo, una virtud escasa en los Gobiernos del continente.
Cameron Doudu, columnista de la revista New Africa, sostiene que el nieto de Sarah ha conseguido liberar el pensamiento de los negros, acogotados por la dominaci¨®n blanca, y resignados "a desempe?ar un papel secundario respecto a los blancos en el trabajo, en el colegio, en la vida pol¨ªtica o en las relaciones sociales". Barack es el hombre a emular, la fuerza inspiradora. Y aunque Doudu no descarta que pueda resultar un mal presidente, su fuerza mental, su coherencia y determinaci¨®n ya hicieron historia. "Mi hija ya no podr¨¢ decirme que no prospera porque es negra", le escribi¨® una madre.
El primer ministro de Kenia, Raila Odinga, de la etnia luo, prosper¨® y se dej¨® querer cuando alguien filtr¨® la especie de su parentesco con el pol¨ªtico norteamericano. "El ¨¦xito de Barack Obama nos ayudar¨¢ a romper las cadenas de los prejuicios raciales en las elecciones de los l¨ªderes", dijo Odinga, frecuente interlocutor de Obama durante su ¨²ltimo viaje a Kenia, antes de que prendieran los choques de este a?o entre etnias, con m¨¢s de 1.500 muertos y 400.000 desplazados. Odinga denunci¨® que las elecciones del 27 de diciembre hab¨ªan sido un fraude y corri¨® la sangre. Oficialmente las gan¨® el presidente, Mwai Kibaki, kikuyo. Un Gobierno de coalici¨®n y la multiplicaci¨®n de ministerios para los nuevos socios cerraron la crisis.
Los Gobiernos de Kenia y de otros pa¨ªses se encomiendan a Obama para contrarrestar la presi¨®n de los grupos que controlan bastante la pol¨ªtica exterior de EE UU a los que apenas les interesa ?frica. Si gana, le pedir¨¢n que gestione las preocupaciones y expectativas africanas: que ampl¨ªe las facilidades comerciales y migratorias y los pr¨¦stamos, o intervenga en la controversia sobre la presencia militar estadounidense en la zona para combatir el terrorismo.
"Debido a la historia del personalismo en ?frica, los africanos piensan que los presidentes son omniscientes y omnipresentes", se?ala el analista Makau Mutua. "En cambio, la presidencia estadounidense es un puesto muy limitado". El pliego petitorio negro es mucho m¨¢s amplio y dif¨ªcil de rechazar en algunos casos, pues EE UU calcula que pronto recibir¨¢ de sus explotaciones en ?frica el 25% del petr¨®leo que necesita. El suministro obliga a una excelente relaci¨®n con los propietarios de los pozos.
A la espera de acontecimientos y de que las elecciones del 4 de noviembre refrenden los pron¨®sticos africanos, la mayor¨ªa adora a Barack Obama, como los irlandeses idolatraron en los a?os sesenta al asesinado presidente John F. Kennedy. Un grupo de adoradores kenianos fue m¨¢s all¨¢ y se constituy¨® en frente contra las "manipulaciones" del rival, John McCain. "Con tantas herramientas informativas, salir al paso de las mentiras es muy f¨¢cil", seg¨²n el portavoz del grupo de apoyo, Peter Mbae.
A partir de ma?ana, Kenia se agolpar¨¢ frente al televisor y las radios para escuchar las palabras del campe¨®n ungido por la fortuna y brindar por sus ancestros africanos. "Le ha escogido Dios para que los negros podamos prosperar un poco", cree Alice, de 45 a?os, vendedora de alubias rojas en un mercado de Kisumo. Necesita creer que el triunfo de Obama y sus planes para Kenia le permitir¨¢n ganar, al menos, 150 euros al mes. "No es mucho, ?no cree?"
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