El ¨²nico rey de Escocia
El actor Sean Connery presenta ma?ana en la Feria del Librode Edimburgo, su ciudad natal, su esperada autobiograf¨ªa
Su primer logro fue aprender a leer a los cinco a?os, pero tard¨® siete d¨¦cadas en darse cuenta de lo sencillo y profundo de este acontecimiento. Tuvo que abandonar la escuela a los 13 y emplearse como repartidor de leche. Para pagarse una entrada de cine recog¨ªa botellas. Todo eso, y mucho m¨¢s, lo cuenta Sean Connery en Being a scot (Ser un escoc¨¦s), su esperada autobiograf¨ªa. Connery, que ma?ana cumple 78 a?os, celebrar¨¢ tan se?alada fecha -a la que llega pimpante, olvidadas las dos operaciones de c¨¢ncer que sufri¨® tiempo atr¨¢s- en su querida Escocia y en su ciudad natal, Edimburgo, con motivo de la feria literaria que se desarrolla a la sombra del festival art¨ªstico veraniego.
"De joven no sab¨ªa lo que me faltaba, no ten¨ªa con qu¨¦ comparar"
Cuando era 007 ya llevaba peluqu¨ªn, aunque no lo luc¨ªa en privado
Lo har¨¢ por todo lo alto, presentando "el libro que a ¨¦l le habr¨ªa gustado leer cuando dej¨® la escuela", en palabras de su compatriota, amigo y coautor, el escritor Murray Grigor, al diario The Times.
No s¨¦ si es el libro que el p¨²blico espera del primer James Bond. Al contrario que su colega Michael Caine, con quien rod¨® El hombre que pudo reinar y a quien le une una buena amistad, ¨¦l no habla de ligues ni aventuras, ni siquiera recurriendo a la elegancia. Se ha puesto serio para contarse, queriendo desmentir de una vez por todas las muchas sandeces que se han escrito sobre ¨¦l, aprovechando que en pocas ocasiones replica. Y se ha puesto escoc¨¦s. Tanto, que exagera. Ha convertido a Escocia en la princesa y ¨¦l es el caballero que quiere arrancarla del drag¨®n, sin darse cuenta de que la vieja dama no puede quejarse ahora de su estatus. Su arrebato por su pa¨ªs es completamente cinematogr¨¢fico: una pasi¨®n de ficci¨®n a la que quiz¨¢ no es ajeno el hecho -que reivindica- de que la primera pel¨ªcula americana de que se tiene memoria, proyectada en 1895, fue La ejecuci¨®n de Mar¨ªa Estuardo.
La de Sean es una historia conmovedora. Un ni?o de un bloque obrero de la Edimburgo m¨¢s bien paria de 1os a?os treinta y cuarenta, de una familia peque?a y humilde -en el edificio todav¨ªa se usaba luz de gas, el retrete era com¨²n-, callejea y observa. "Cuando era joven", escribe, "no sab¨ªa lo que me faltaba, porque no ten¨ªa con qu¨¦ comparar". Entonces le llamaban Tam, por Thomas, su primer nombre, antes de Sean: por su abuelo, en cuyo personaje se inspir¨® para interpretar al viejo ladr¨®n de Negocios de familia, una encantadora pel¨ªcula de Sidney Lumet en la que trabaj¨® con Dustin Hoffman y Mathew Broderick.
Pasa el tiempo y ese chico del suburbio se convierte en un joven apuesto que se mata haciendo gimnasia, posa como modelo para estudiantes de arte, se enrola en la Marina Brit¨¢nica -m¨¢s o menos por este orden-, y es contratado por Josh Logan para trabajar en el coro masculino del musical South pacific, en el West End londinense. De aquella ¨¦poca le recuerda Caine -se conocieron en una "fiesta del botell¨®n": algunas cosas no cambian nunca-, y pens¨® que deb¨ªa ser un actor, aunque su ropa y calzado parec¨ªan necesitar un ali?o. "No, me dedico al bodybuilding". Connery destac¨® inmediatamente en el coro: los otros eran tan afeminados como endebles. Luego vino la elecci¨®n para el primer James Bond, y el resto es historia.
A Sean Connery se le cay¨® el pelo a los veintitantos. Cuando era 007 ya llevaba peluqu¨ªn, pero no lo luc¨ªa en privado, para asombro de sus contempor¨¢neos. Los a?os, que tantas cabelleras de cine se han cobrado, le rindieron justicia y as¨ª fue convirti¨¦ndose en un hombre maduro y confiable, alguien a quien val¨ªa y sigue valiendo la pena ver en pantalla. No porque sea un extraordinario actor -aunque bastante: recu¨¦rdense La colina y La ofensa-, sino porque es lo que es y nos gusta que siga si¨¦ndolo. Yo me enamoro de ¨¦l cada vez que le veo en: El viento y el le¨®n, El hombre que pudo reinar y, desde luego, Indiana Jones y la ¨²ltima cruzada.
Por su peregrina y muy sentimental defensa de Escocia, as¨ª como por su inclinaci¨®n a la misantrop¨ªa y su desprecio absoluto de la mediocridad medi¨¢tica, Sean Connery no recibe precisamente flores de la prensa inglesa. Resulta f¨¢cil atacarle, porque el padre de Indiana Jones vive casi todo el a?o en Bahamas -antes lo hizo en Marbella, y hasta se hizo fotos con Gil y Gil; se larg¨® antes de que aquello estallara-, y su recuerdo de la realidad escocesa est¨¢ irremediablemente ligado al ayer. Sus enemigos son tanto los pol¨ªticos ingleses como los escoceses, que no est¨¢n a la altura del partido nacionalista para el que milita activa y econ¨®micamente. Es de suponer que ajuste cuentas con ellos en este Being a scot. Detesta a Tony Blair y a los laboristas en general. Es conservador, aunque desconf¨ªa de todo el mundo. Tiene opiniones pintorescas. Piensa, por ejemplo, que en Catalu?a habr¨ªa habido guerra si los espa?oles hubieran hecho con ella lo que los ingleses han hecho con Escocia (birlarles petr¨®leo del mar del Norte, con la ayuda de un pol¨ªtico aut¨®ctono).
De Escocia destaca en su relato -ayudado por Grigor, que es tambi¨¦n arquitecto- las construcciones g¨®ticas, el ayer absolutamente mariaestuardesco que se respira en las ciudades. Y rinde un homenaje impresionante y admirable a cineastas de origen escoc¨¦s que, habiendo sido grandes, hoy yacen en el olvido: Frank Lloyd, que brill¨® en Hollywood en los a?os treinta, y, sobre todo, el sublime Alexander Mackendrick, un escoc¨¦s que hizo unas cuantas pel¨ªculas enormes y malditas: El quinteto de la muerte, El hombre del traje blanco, Viento en las velas y Sweet Smell of Succes, esta ¨²ltima con Burt Lancaster en el papel de un perverso columnista de Broadway, y con Tony Curtis como un agente art¨ªstico corrupto que le sirve carnaza.
Mackendrick so?¨® con hacer una Mar¨ªa Estuardo realista, que mostrara la miseria en que viv¨ªan los escoceses por entonces. No pudo. Es tambi¨¦n un sue?o que Connery no ha podido realizar.
Dice que, en California, si los peri¨®dicos se vaciaran de la palabra "¨¦xito", quedar¨ªan vac¨ªos. Por el contrario, el t¨¦rmino predilecto de los peri¨®dicos escoceses es "fracaso". Dice que a sus compatriotas les gusta tirar de la alfombra roja, para que el encumbrado se caiga al desfilar.
Tambi¨¦n cuenta que hacer cine es como empujar mierda monta?a arriba. Algo te acaba salpicando. Pero ah¨ª le tendr¨¢n ma?ana. Delante de todos. Un hombre, un actor, una estrella indiscutible. Sir Sean Connery. Oscar al mejor actor secundario por Los intocables de Elliot Ness. Que lee por s¨ª mismo y discrepa de quien sea desde los cinco a?os.
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