?pera de siempre, ¨®pera de hoy
Por su car¨¢cter integrador de artes visuales y sonoras, esta disciplina puede llegar a tener en el siglo XXI m¨¢s importancia que nunca. Hay que conseguir que est¨¦ al alcance de todos, pero sin demagogias
Vive el mundo de la ¨®pera prisionero de su propia historia, con sus complejos elitistas, sus ansias de democratizaci¨®n o el peso de la tradici¨®n a sus espaldas. En el verano se siente, en cualquier caso, m¨¢s libre, y hasta echa una canita al aire al hilo de algunos festivales. Rejuvenece, por as¨ª decirlo. La separaci¨®n entre la estaci¨®n estival y el resto del a?o a la hora de afrontar aventuras est¨¦ticas no es tan acusada como hace unos a?os, donde los festivales marcaban las tendencias art¨ªsticas y las temporadas de invierno las imitaban. Ahora, las transiciones son m¨¢s suaves y la cuesti¨®n es puramente psicoanal¨ªtica o, dicho de otra manera, el problema radica en que cada protagonista se acepte como es, sin querer jugar papeles extra?os. La ¨®pera goza hoy de buena salud, y puede tener en el siglo XXI una importancia en el campo del arte y del pensamiento como nunca ha tenido. ?En qu¨¦ me baso para sostener esta afirmaci¨®n? Pues, sencillamente, en su car¨¢cter integrador de las artes visuales y sonoras, sostenido todo ello por la emoci¨®n de las voces y el testimonio de la palabra. En un mundo de destellos y mensajes fragmentados, la ¨®pera puede ofrecer otro concepto del tiempo m¨¢s liberador y, superando algunas limitaciones de la "obra de arte total" wagneriana, abrir horizontes hacia utop¨ªas art¨ªsticas y human¨ªsticas, no por inalcanzables menos deseables.
La l¨ªrica es un arte elitista, como la gran literatura, porque exige esfuerzo y conocimiento
Hoy se crea en m¨²ltiples direcciones, y un p¨²blico alerta sigue la evoluci¨®n de las innovaciones
De entrada, hay que dejarse de hipocres¨ªas y aceptar de una vez por todas que la ¨®pera es un arte elitista -como la gran literatura, sin ir m¨¢s lejos-, entre otras razones, porque exige esfuerzo y conocimientos para llegar a su sustancia. Andan teatros e instituciones p¨²blicas obsesionados con que la "¨®pera es de todos" o en que "hay que democratizar el g¨¦nero l¨ªrico" y otras variantes por el estilo, y se llenan los teatros de escolares que van sin ninguna preparaci¨®n un d¨ªa, y raramente vuelven, engordando estad¨ªsticas de supuestas acciones sociales, m¨¢s aparentes que reales. La educaci¨®n musical es imprescindible, sin duda, pero en cualquier proceso de descubrimiento y m¨¢s a¨²n de formaci¨®n se necesita preparaci¨®n previa, estudio, dedicaci¨®n. La ¨®pera tiene que estar al alcance de todos, pero sin demagogias. Hay que facilitar el acceso, pero sin desvirtuar contenidos. Informando con precisi¨®n, profundizando con humildad. La edad media del p¨²blico que suele asistir a los espect¨¢culos oper¨ªsticos es elevada y los precios de las localidades son objetivamente caros, aunque no m¨¢s que los de otros festejos cuyos costes se aceptan con naturalidad. Para la juventud, puede tener un atractivo potencial por sus dosis de misterio, fantas¨ªa e inmersi¨®n en el lado m¨¢s oculto de los sentimientos. Basta, pues, de complejos de culpa. La ¨®pera esta ah¨ª, preparada para compartir complicidades.
?Qu¨¦ ¨®pera? Todas. Las de siempre y las de hoy. Hay un hecho diferencial respecto a otras ¨¦pocas. Se tienen hoy, gracias a las grabaciones discogr¨¢ficas y audiovisuales, todos los t¨ªtulos de la historia al alcance de la mano. Ello da perspectiva y genera una sensibilidad particular para la percepci¨®n. Se escuchan, adem¨¢s, las obras l¨ªricas con o¨ªdos de hoy. Las m¨¢s antiguas y las ¨²ltimas creaciones. El repertorio se ha ampliado y la mentalidad de evaluaci¨®n ha cambiado. Trazar las l¨ªneas fundamentales de continuidad es posible. Con curiosidad y un poquito de tenacidad, es m¨¢s que factible el acceso a para¨ªsos tantas veces extraviados. Existe, adem¨¢s, una historia de la interpretaci¨®n paralela a la historia de la creaci¨®n. El mismo t¨ªtulo l¨ªrico tiene lecturas distintas seg¨²n el momento en que se ha registrado, el estilo imperante en ese momento o el tipo de instrumentos que se han utilizado. Frente a la crisis de la creaci¨®n, se ha producido un boom de la interpretaci¨®n. Los protagonismos se han ido desplazando seg¨²n las figuras, las modas y los condicionamientos sociol¨®gicos. De los divos de la voz, el punto de atenci¨®n se traslad¨® a los directores de orquesta, y de ¨¦stos, a los directores de escena. Unos acertaron, llevando al espectador a visiones m¨¢s complejas de las ¨®peras de siempre, sin desvirtuarlas. Otros se enredaron en sus propias obsesiones. En l¨ªneas generales, han ampliado las perspectivas existentes.
?D¨®nde? Los teatros de ¨®pera tradicionales de herradura est¨¢n resultando cada vez m¨¢s limitados para las exigencias de la ¨®pera de nuestros d¨ªas. Se tiende hoy a arquitecturas modulares, capaces de adaptarse a las caracter¨ªsticas de cada espect¨¢culo. As¨ª se est¨¢ construyendo, pongamos por caso, el nuevo teatro de ¨®pera de Lucerna, predestinado a ser una referencia en la pr¨®xima d¨¦cada. En paralelo, se han potenciado en los ¨²ltimos a?os los espacios naturales e hist¨®ricos como marco de representaciones oper¨ªsticas. En ellos, el espacio juega como elemento escenogr¨¢fico e impulsor de atm¨®sferas. Es el caso del teatro romano de M¨¦rida, las imponentes naves de arqueolog¨ªa industrial de la Jahrhunderthalle de Bochum en la Cuenca del Ruhr o las antiguas centrales el¨¦ctricas reconvertidas en recintos culturales de las afueras de Amsterdam. Quedan, como objetos de culto de escasa utilizaci¨®n, teatritos hist¨®ricos como el Ol¨ªmpico de Palladio en Vicenza o el Farnese de Parma, y resalta siempre el teatro de la verde colina de Bayreuth, que Wagner so?¨® para representar sus obras, y se mantiene como lugar de peregrinaci¨®n y marco de los festivales de verano a ¨¦l dedicados. Los espacios tienen una importancia cada vez mayor en el mundo de la ¨®pera. Es un signo de los tiempos. Enriquecedor, desde luego. Y tambi¨¦n liberador de modos rutinarios de comportamiento. La condici¨®n imprescindible es que se respeten las condiciones ac¨²sticas exigibles.
La ¨®pera de creaci¨®n actual utiliza tambi¨¦n las nuevas posibilidades espaciales. Incluso necesita a veces salirse del tiesto y buscar soluciones ac¨²sticas y pl¨¢sticas novedosas. As¨ª lo sinti¨® un director teatral como Marthaler encerrando a los espectadores en un cuadrado azul, con los m¨²sicos fuera del mismo, para crear un ambiente envolvente id¨®neo para Fama, de Beat Furrer. O Carlos Padrissa, de La Fura dels Baus, que se sirvi¨® de un manicomio en las afueras de Viena para poner en escena uno de los actos de Licht, de Stockhausen. La utilizaci¨®n de las nuevas tecnolog¨ªas es otra historia que tiene su aplicaci¨®n natural en las creaciones m¨¢s recientes, lo que no ha impedido a un artista como Bill Viola utilizar su experiencia videogr¨¢fica al servicio de Tristan and Isolde. El espacio es clave en obras de Nono, Lachenmann o Sotelo. Pero los herederos de Debussy y Berg recurren a veces a la tradici¨®n como fuente de inspiraci¨®n textual, tal vez para liberarse de ella, qui¨¦n sabe. Y, as¨ª, E?tv?s, Boesmans o Halffter se sumergen en Ch¨¦jov, Stringberg o Cervantes para explorar la modernidad m¨¢s radical. Los caminos de la contemporaneidad son de lo m¨¢s variado. Desde la b¨²squeda rabiosa de la actualidad m¨¢s inmediata -John Adams plante¨® una ¨®pera sobre Nixon en China- hasta la fusi¨®n de lenguajes o el misticismo m¨¢s revelador. Se crea, que es lo que importa. En m¨²ltiples direcciones. Y con un p¨²blico que sigue las innovaciones. En los circuitos tradicionales o en otros. ?Optimismo? No crean. Este sector es muy vitalista.
?Es el p¨²blico soberano y tiene siempre la raz¨®n? Espinosa cuesti¨®n, y m¨¢s a¨²n en una actividad art¨ªstica con fuertes dosis de participaci¨®n econ¨®mica p¨²blica. El actual director de la ?pera Nacional de Par¨ªs, G¨¦rard Mortier, ha dicho en alguna ocasi¨®n que lo que habr¨ªa que subvencionar preferentemente son los nuevos p¨²blicos, posicion¨¢ndose claramente en contra de los espectadores tradicionales poco predispuestos a cualquier tipo de innovaci¨®n. Sus afirmaciones causaron un gran revuelo, pero no son tan disparatadas. Lo que es una realidad es que el p¨²blico oper¨ªstico tradicional no acaba de asumir que ciertas renovaciones pueden ser estimulantes. Algo falla. Se tocan los puntos de partida y de llegada. ?Qu¨¦ es la ¨®pera? ?Cu¨¢les son sus l¨ªmites y fronteras? ?Vale todo en el teatro musical de siempre y de hoy? ?Supone la tradici¨®n un freno o un impulso? La ¨®pera est¨¢, evidentemente, condicionada por su historia, pero no anquilosada. Tiene multitud de ventanas abiertas. Y hace en muchas ocasiones posible lo imposible en su b¨²squeda de utop¨ªas aplicando el sentido com¨²n. A veces sobrevive en la necesidad del riesgo, otras se reafirma como veh¨ªculo id¨®neo en el camino hacia una felicidad posible. La ¨®pera transmite emociones. No hay que darle m¨¢s vueltas. Mientras haya una gota de emoci¨®n, la ¨®pera va a seguir palpitando.
J. A. Vela del Campo es cr¨ªtico musical.
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