La patra?a nuclear
A los ciudadanos europeos se nos est¨¢ induciendo a creer que la alternativa nuclear es la ¨²nica v¨ªa para solucionar las necesidades energ¨¦ticas actuales. Partiendo de esta falsa premisa, se minimizan los riesgos y se pasa de puntillas sobre los "incidentes" con el ¨²nico objetivo de imponer esta pol¨¦mica pol¨ªtica energ¨¦tica.
Pero lo cierto es que las alarmas procedentes de estas centrales se multiplican como hongos. En Espa?a nos enteramos, tarde y mal, de las innumerables fugas, fallos de reactores, grietas, cortocircuitos y otras lindezas que han sucedido en Asc¨®, Cofrentes, Vandell¨°s, etc¨¦tera.
La liberalizaci¨®n de los mercados el¨¦ctricos (los aut¨¦nticos se?ores de la energ¨ªa nuclear) ha propiciado que se redujeran las inversiones en seguridad y se han recortado plantillas. Nuestras centrales tienen una media de 25 a?os, y los reactores est¨¢n al final de su vida ¨²til. Y adem¨¢s nos enfrentamos a los efectos que el cambio clim¨¢tico va a producir sobre estas instalaciones: inundaciones, sequ¨ªas, etc¨¦tera. En la central de Santa Mar¨ªa de Garo?a tuvieron que parar el a?o pasado debido a las elevadas temperaturas del r¨ªo Ebro.
Y no podemos minusvalorar el problema de los residuos que genera esta actividad. Sigue siendo una cuesti¨®n sin soluci¨®n a la vista. Los cementerios nucleares provocan el rechazo social. Nadie, por muy partidario que sea de este tipo de energ¨ªa, quiere tener cerca de casa un peligro que tardar¨¢ miles de a?os en desaparecer.
Debemos ser conscientes de que la inversi¨®n en energ¨ªas alternativas se debe convertir en una prioridad inaplazable. Existen otros caminos por explorar que, combinados entre s¨ª, pueden abastecer nuestras necesidades. Energ¨ªas limpias que no comprometan nuestras posibilidades de supervivencia.
Pero eso ser¨¢ si las grandes multinacionales el¨¦ctricas nos lo permiten. Porque, claro, poderoso caballero es don dinero, y al final, ?qu¨¦ aburrimiento!, todo se reduce a eso.
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