Este agosto
La vida quiere acogerse al olor a jazmines, suspira porque el tiempo se apelmace en salitre, ans¨ªa detenerse ante el vuelo del flamenco y que ¨¦ste aletee, fijo, contra un fondo de nubes desliz¨¢ndose a popa. Pero todo se acaba. El verano es para m¨ª un sue?o detenido y lo dejo pasar como si se quedara. Lo pierdo, literalmente, para que en ¨¦l asome algo que no es de provecho. Y asoma, vaya que si asoma. En la parsimonia del tiempo anulado todo es pura imagen y ¨¦sta es el lugar privilegiado de un presente explosivo. En su bienestar uno recupera no lo vivido, sino lo que de ninguna manera puede vivirse, y es entonces cuando tiene lugar la epifan¨ªa de la promesa. Pero supongo que estas son cosas m¨ªas y que a otros les gustan unas vacaciones m¨¢s fren¨¦ticas. Hay que aprovecharlas, lo que significa acumular experiencias que no nos dejen aislados del resto de los mortales, que siempre est¨¢n pidi¨¦ndonos cuentas. Todos hemos visto, hecho, comido, bebido, disfrutado lo mismo que los dem¨¢s, a lo que tal vez podamos a?adir alg¨²n detalle ex¨®tico que nos redima del desencanto de una vida com¨²n, cuando quiso ser extraordinaria. Sea como sea, y hagamos lo que hagamos, el tiempo vacacional es un tiempo en exilio, por m¨¢s que est¨¦ perfectamente engrasado y dispuesto en la maquinaria de la vida ordinaria. Es un tiempo ficticio, en el que la realidad siempre nos pilla por sorpresa.
Forzada a elegir entre mundos ajenos, Europa paga por tres lustros de ineptitud y nacionalismo
No s¨¦ si voy a ser capaz de defender esta tesis, la de que la realidad necesita de hecho de las vacaciones para hacerse entender. Asoma, vaya que si asoma, pero a diferencia de lo que ocurre con las im¨¢genes de que antes les hablaba, asoma para desbaratar cualquier promesa que pudiera estar deleit¨¢ndonos. El verano se est¨¢ convirtiendo en la ¨¦poca de la revelaci¨®n. Confieso que esta circunstancia me deja indeciso ante una doble valoraci¨®n que oscila entre el fatalismo y la esperanza. Pero fij¨¦monos primero en algunos hechos antes de seguir adelante. Todav¨ªa est¨¢bamos desempaquetando, contando nuestras maravillas recientes o tratando de quitarnos de encima el s¨ªndrome post vacacional cuando un terrible acontecimiento nos hizo caer de bruces en el siglo XXI aquel 11 de setiembre. Nadie lo hab¨ªa previsto entre los aromas del jazm¨ªn y tuvimos que retrasar el inicio de un siglo que se las promet¨ªa muy felices desde 1989, fecha en que se nos anunci¨® el fin de la historia. No nos remontemos, sin embargo, tan lejos y deteng¨¢monos en el verano pasado. ?Qui¨¦n podr¨ªa creer, mientras nos pase¨¢bamos por los fiordos noruegos, que se enfriaba la econom¨ªa, se aceleraba la desaceleraci¨®n y entr¨¢bamos en una crisis? Un a?o despu¨¦s, no ya los espa?oles, tampoco los europeos en general, hemos dejado de retorcer las palabras para tragarnos el sapo. ?Y este agosto? ?En qu¨¦ verbena nos hall¨¢bamos todos mientras China sonre¨ªa y Rusia torc¨ªa el gesto? Es muy posible que el siglo XXI, o los siglos por venir, se iniciara aquel 11 de setiembre, pero a¨²n no nos ha ense?ado del todo su verdadero rostro y parece que aprovecha nuestras vacaciones para hacerlo.
Que la realidad necesite de nuestro ocioso divertimento para manifestarse me lleva a pensar que o bien somos capaces de detenerla cuando estamos en plena actividad -lo que me sit¨²a del lado de la esperanza-, o que para ella no cabe el descanso y tampoco es capaz de respetarlo, lo que me instala en el fatalismo por un doble motivo. En primer lugar, por el hecho mismo de que nuestros actos no nos necesiten para asaltarnos y no otorguen ninguna tregua a su venganza. A continuaci¨®n, por la naturaleza de esos hechos, de esa realidad que nos amenaza. Me preocupa Europa, incapaz de convertirse en sujeto hist¨®rico y rendida ya, en todos los ¨¢mbitos, a la iniciativa de terceros. Desagregada, forzada a elegir entre mundos ajenos -?nos salvar¨¢ Am¨¦rica?- paga las consecuencias de tres lustros de ineptitud y nacionalismo. O pensamos en europeo o nos hundimos. ?Necesitaremos el golpe de otro verano para convencernos? ?Y la consulta?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.