D?A 29
Estoy empollando por empollar, en plan zen, cuando me parece escuchar el gemido de un gato. Pongo el o¨ªdo y el gato se calla. Vuelvo al zen y comienza a gemir. Se escucha lejos y cerca al mismo tiempo. El hombre invisible, que est¨¢ ah¨ª, con su puto cuaderno de vacaciones, sigue los movimientos de mi cabeza. Yo le miro como si no le viera, pero me doy cuenta por su expresi¨®n de que tambi¨¦n ¨¦l escucha al gato. Total, que me levanto, abro con cuidado la puerta, y me adentro en el pasillo seguido de cerca por el cr¨ªo. Caminamos en estado de alerta, por si el felino estuviera dentro de la casa. Los gemidos nos llevan hasta la puerta del cuarto de ba?o, donde pego el o¨ªdo y lo que escucho ahora es un llanto. Empujo la puerta, que no ofrece resistencia, y me encuentro a mi vieja sentada sobre el borde de la ba?era, llorando.
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?Qu¨¦ pasa? Pues que se ha mirado en el espejo y se encuentra mayor. Se trata de un fen¨®meno que s¨®lo le ocurre con el espejo del pueblo, que le pone la edad de golpe, en vez de pon¨¦rsela d¨ªa a d¨ªa. Es por la luz, le digo yo, el cuarto de ba?o de Madrid no tiene ventana y ¨¦ste, s¨ª. Lo que pasa es que me hago vieja, dice ella, y todo es un desastre. T¨² nos odias, tu hermana se separa (lo sabe todo la t¨ªa), tu padre est¨¢ completamente ausente y yo, sin fuerzas ya para luchar, para seguir adelante. Te juro que me pone un nudo en la garganta. Estoy intentando deshacerlo cuando oigo detr¨¢s de m¨ª el gemido de otro gato. Me vuelvo y el llor¨®n ahora es el hombre invisible, o sea, que tengo dos nudos. Estoy a punto de explotar cuando me viene a la cabeza, como un mantra, la frase de que para triunfar en la vida es preciso estar profundamente equivocado. Lo creas o no, me tranquilizo y resuelvo el drama familiar con tal maestr¨ªa que al rato la abuela y el nieto est¨¢n en la cocina gast¨¢ndose bromas mientras yo lloro a moco tendido, como un agon¨ªas de mierda, delante del ordenata. Me cago en mis viejos.
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