Seremos invisibles
Volverse uno invisible ha sido, a trav¨¦s de la historia de la humanidad, la ambici¨®n de no pocos. Cuento de primeros en esta lista a quienes lo desear¨ªan por necesidad de su profesi¨®n, como los magos y prestidigitadores, que hasta ahora deben valerse de trucos de espejos, cajas de doble fondo y otras falsedades para crear ante los espectadores la ilusi¨®n de que desaparecen y se vuelven transparentes como el aire. En la misma categor¨ªa profesional pondr¨ªa a los esp¨ªas que quisieran entrar en los despachos privados para revisar a gusto la correspondencia secreta del enemigo, o los ordenadores; y a los detectives que buscan sorprender por encargo a las parejas de infieles, y podr¨ªan as¨ª colarse en el mismo lugar de los hechos, es decir, las alcobas clandestinas.
Un metamaterial ser¨¢ capaz de desviar la luz que cae sobre la materia. El ojo no podr¨¢ percibir el objeto
Est¨¢n tambi¨¦n, no podemos decir que faltos de razones profesionales, los ladrones que sue?an con penetrar las cajas blindadas de los bancos y de las joyer¨ªas; y ?por qu¨¦ no?, los novelistas, que siempre queremos escuchar las conversaciones ajenas con toda impunidad, y as¨ª mismo ser testigos de las escenas ¨ªntimas que nos est¨¢n vedadas. Y no olvidemos a los t¨ªmidos, que prefieren pasar siempre desapercibidos.
El asunto ha sido resuelto. Un equipo cient¨ªfico de la Universidad de Berkeley, encabezado por el doctor Xiang Zhang, bajo financiamiento del Ej¨¦rcito de Estados Unidos y la Fundaci¨®n Nacional de Ciencias, ha dado con la clave para ocultar a las personas de la luz visible, y, por supuesto, tambi¨¦n a los objetos. Est¨¢n pensando, por supuesto, en soldados, comandos o batallones enteros, con sus armas e impedimentas, pero, como los inventos militares nunca tardan en pasar a los usos civiles, seguro que un amante podr¨¢ llegar pronto sin que nadie lo vea hasta el lecho de la amada.
Un metamaterial -mezcla de metal y placas con circuitos impresos- ser¨¢ capaz de desviar la luz que cae sobre la materia, igual que ocurre con el agua que gira alrededor de una piedra en medio de una corriente. As¨ª, el poder del ojo de percibir el reflejo de la luz quedar¨ªa anulado. Volverse invisible significa que alrededor de uno no se creen ni reflexiones ni sombras, y es lo que los cient¨ªficos de Berkeley han logrado. ?D¨®nde se hab¨ªa anunciado ya ese procedimiento cient¨ªfico? Por supuesto, en una novela, El hombre invisible, de H. G. Wells, publicada en Inglaterra en 1897, en plena ¨¦poca victoriana, la ¨¦poca de los inventos fantasiosos.
El cient¨ªfico de la novela, Jack Griffin, descubre que si el ¨ªndice refractivo de una persona es reducido a la exacta proporci¨®n que tiene el del aire, y, por tanto, su cuerpo no absorbe ni refleja la luz, entonces esa persona se volver¨¢ invisible a los ojos de los dem¨¢s. No me cabe duda de que el doctor Xiang Zhang y los miembros de su equipo son devotos lectores de H. G. Wells, en el que han encontrado su fuente de inspiraci¨®n imaginativa, porque la ciencia necesita de imaginaci¨®n. Todo un siglo de espera para hacer posible lo que la invenci¨®n literaria ya hab¨ªa concebido. Desaparecer de la vista, no a consecuencia de un acto de magia bajo la carpa de un circo ambulante, sino de la manipulaci¨®n cient¨ªfica, alterando las leyes de la materia.
Las novelas son las que crean primero la realidad y son capaces de predecir el futuro. Por lo menos, podemos decir eso respecto a los novelistas del XIX, que ten¨ªan todo el lejano futuro por delante, y la conciencia de vivir en un presente que se deslizaba lentamente hacia el pasado, sin aspavientos ni premuras. Los grandes inventos eran pocos, aunque trascendentales: la fotograf¨ªa, la m¨¢quina de vapor, el ferrocarril, el cable transatl¨¢ntico, y los primeros atisbos del cine y la aviaci¨®n.
Hoy, el concepto de futuro ha cambiado, e invade de manera vertiginosa el presente, que se deshace en nuestras manos. No es posible contar los inventos que transforman a diario la vida pr¨¢ctica porque se suceden en multitud, y sustituyen a otros reci¨¦n inventados, volvi¨¦ndolos obsoletos. Todo es provisional en nuestras vidas y, por tanto, nadie puede imaginar portentos, pues ser¨¢n desmentidos de inmediato, o rebasados, por los due?os de la nueva imaginaci¨®n, que en lugar de escribir novelas sobre artilugios e invenciones del futuro, los ponen en pr¨¢ctica, dejando desnuda, o al menos en harapos, a la vieja ciencia ficci¨®n.
Por eso es que escritores como Julio Verne o H. G. Wells pod¨ªan adelantarse al futuro con alguna ventaja, porque viv¨ªan en un presente m¨¢s despejado, en el que las novelas ten¨ªan a¨²n m¨¢s peso que la realidad, en ese g¨¦nero que entonces se llam¨® futurismo. Verne concibi¨® en el lejano siglo XIX las exploraciones submarinas, los descensos al centro de la tierra, los cohetes espaciales, los viajes alrededor del mundo. Wells, al primer hombre en la Luna, la m¨¢quina del tiempo, los h¨ªbridos entre hombres y animales, gracias a la manipulaci¨®n gen¨¦tica, en La isla del doctor Moreau, las invasiones extraterrestres en La guerra de los mundos; y al hombre invisible. Algunas de sus profec¨ªas faltan por cumplirse.
Lo ¨²nico malo es que el pobre Griffith, el personaje de Wells que se vuelve invisible, no goza de los beneficios de su invento, que se convierte m¨¢s bien en una fuente de continuas desgracias, persecuci¨®n, desesperaci¨®n y locura, atormentado por el hecho de que ya nunca m¨¢s podr¨¢ regresar a su estado original. De all¨ª las ventajas incomparables de poder mirarse uno al espejo, en lugar de deshacerse en el aire.
Sergio Ram¨ªrez, escritor, fue vicepresidente del Gobierno de Nicaragua en los a?os ochenta.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.