Por 'pubs' y callejones, tras el fantasma de Jack
Visitas guiadas y una exposici¨®n recuerdan la ¨¦poca en la que el asesino sembr¨® el terror en el East End londinense
La pen¨²ltima noche de agosto de 1888 hubo tormenta en Londres y dos incendios en los muelles ti?eron el cielo de rojo. En el East End, un mill¨®n de personas dorm¨ªan hacinadas. Cuatro peniques por un colch¨®n en el suelo de un albergue; por dos, rope money, se pod¨ªa dormir acuclillado, el cuerpo sujeto a la pared por una cuerda. Muchos prefer¨ªan calentarse en los pubs. Hab¨ªa 45 en una sola milla de Whitechapel Road, la jarra de ginebra costaba un penique. Mary Ann Nichols se hab¨ªa bebido varias veces el importe de su alojamiento. "Conseguir¨¦ el dinero pronto", le dijo al casero, "?no ves que llevo un bonito sombrero nuevo?". A las 3.40 la encontraron degollada, el vientre rajado. Por la ma?ana, los incendios estaban controlados, pero en Whitechapel, 120 a?os despu¨¦s, el fantasma de Jack el Destripador sigue suelto.
En el siglo XIX, Saint Botolph era "la iglesia de las prostitutas". All¨ª consegu¨ªan sus clientes, ya que es un milenario lugar de paso: est¨¢ situada sobre la antigua muralla, en Aldgate, la vieja puerta, hoy invadida por el tr¨¢fico. All¨ª, Adam Scott, periodista y gu¨ªa de London Walks, arranca su tour sobre Jack el Destripador explicando que en tiempos victorianos hab¨ªa dos Londres. Intramuros, la City, poderosa y borracha de dinero, y al otro lado, el East End, miserable y borracho a secas. Cada parte contaba incluso con una polic¨ªa propia, la City Police y la Metropolitan Police (Scotland Yard), que en 1888, a punto de enfrentarse a uno de los casos m¨¢s peliagudos de su historia, viv¨ªa una crisis interna. El Gobierno hab¨ªa colocado en la jefatura a un militar. Mano dura frente al grand peur: el miedo a que la revoluci¨®n profetizada por Marx explotase entre los desheredados del East End.
M¨¢s all¨¢ del extinto muro, el barrio de Whitechapel del siglo XXI es un barrio luminoso, joven y multicultural. Las antiguas casas de caridad son ahora residencias de estudiantes, los alojamientos populares proyectados por los primeros fil¨¢ntropos se han convertido en codiciados apartamentos para brokers, a una conveniente distancia del distrito financiero. "Gentrificaci¨®n (aburguesamiento) es la palabra clave", dice el gu¨ªa. "Pero todav¨ªa es un distrito con car¨¢cter, que vive de espaldas a la riqueza...". Se?ala el Gherkin, la torre apepinada de Norman Foster, en el coraz¨®n de la City: "F¨ªjate, los ricos a¨²n nos sacan el dedo".
Desde el coraz¨®n de Whitechapel, Christ Church contesta a la ofensa sacando su torre. Es una iglesia extra?a, "la m¨¢s chocante del arquitecto Hawksmoor", dice uno de los personajes de Desde el infierno, la novela gr¨¢fica de Alan Moore y Eddie Campbell: "Con la torre a punto de caer de bruces como un cad¨¢ver monstruoso". Incluso al curtido Jack London le impresion¨® "la masa de humanidad miserable y deforme" que pululaba el c¨¦sped de Spitalfields, al pie de la iglesia. "?Es este jard¨ªn un pulm¨®n de Londres?", escribi¨® en 1902. "No, m¨¢s bien un absceso, una gran herida putrefacta".
Hoy, la gente guapa pasea por Spitalfields Market entre tiendas monas y terrazas que sirven caf¨¦ org¨¢nico. En sus puestos, el mi¨¦rcoles venden vinilos; el jueves, antig¨¹edades y vintage; el viernes, arte contempor¨¢neo; el domingo, un poco de todo... En Brushfield Street, el S&M Caf¨¦ sirve comida tradicional inglesa a las nuevas generaciones, algunos lo llaman gastropub, el gu¨ªa lo define con un ir¨®nico "working class chic". "Aqu¨ª hay mercadillos maravillosos como el de flores de Columbia Road, est¨¢n los modernos, el artisteo, la Whitechapel Gallery... ??ste es el barrio m¨¢s emocionante de Londres!", dice Harvey Cabaniss, ex chef del prestigioso Saint Johns y encargado de Verde & Co., un agradable deli que emula un ultramarinos del XIX en un edificio original propiedad de la novelista Jeannette Winterson, "una de las impulsoras del renacimiento del distrito". ?Qu¨¦ opina del Destripador? "Uf, el barrio es mucho m¨¢s que eso".
"Vamos a recorrer 120 a?os en 120 segundos", dice el gu¨ªa en la cercana Artillery Lane. A primera vista, el callej¨®n es, efectivamente, un viaje en el tiempo. En las antiguas sastrer¨ªas, dise?adores como Alexander Boyd y Salts Tailoring conservan los escaparates enmarcados en madera; en Hair and Jerome, decorada como el atelier de un exc¨¦ntrico victoriano, Jerome, premio de Peluquer¨ªa Avant Gard 2005, corta el pelo por 89 libras (112 euros). Pero el callej¨®n es un pulcro espejismo de lo que fue: "En 1888 no hab¨ªa cielo", dice el gu¨ªa recordando los humos de la industrializaci¨®n. "Y apestaba; el hedor de las f¨¢bricas de cerveza y de los curtidores, que herv¨ªan el cuero en or¨ªn, lo inundaba todo".
Las v¨ªctimas
El primer tour sobre Jack el Destripador tuvo lugar en 1889, con los cad¨¢veres a¨²n calientes. Desde entonces, el morbo y la curiosidad alimentan hordas de turistas. "Viene todo tipo de gente", explica Scott, "de adolescentes que creen que Jack fue un personaje de ficci¨®n a ripper¨®logos [expertos en Jack The Ripper] que quieren resolver el misterio; pasando por despedidas de soltero". El inter¨¦s crece en los aniversarios de los cr¨ªmenes (que empiezan hoy) y en fechas como Halloween, subrayando el tono ficticio que ha tomado la historia. Los gu¨ªas de London Walks han sido educados en una exquisita adhesi¨®n a los hechos por Donald Rumbelow, una instituci¨®n en ripperolog¨ªa. "Lo importante es lo que pas¨® y c¨®mo lo que pas¨® cambi¨® la situaci¨®n del East End", dice Scott desde?ando a los gu¨ªas que se disfrazan y se regodean en los detalles morbosos.
Un crimen sin resolver es un acertijo fascinante. El asesino que se sale con la suya se convierte en mito, haciendo sombra a las v¨ªctimas. "La interminable obsesi¨®n con Jack el Destripador glamouriza los asesinatos en serie y trivializa la violencia contra las mujeres", se justifica al final del folleto de la exposici¨®n sobre el caso en el cercano Museum in Docklands. Desde hace tiempo, la correcci¨®n pol¨ªtica y las protestas de grupos feministas (que criticaron duramente la celebraci¨®n del centenario en 1988) han puesto el acento sobre la desesperada situaci¨®n de las mujeres de clase baja en el siglo XIX.
"No eran prostitutas, trabajaban como prostitutas", matiza Scott en Mitre Square, donde fue hallado el cuerpo de Catherine Eddowes, cuarta v¨ªctima can¨®nica del Destripador (hay cinco v¨ªctimas universalmente reconocidas del asesino, al que algunas teor¨ªas atribuyen, adem¨¢s, otras seis). "Estas mujeres eran las hijas de alguien, eran madres, amigas, esposas... que se vieron abocadas a la calle por este lugar salvaje". Cuesta imaginar la jungla que fue Mitre Square: a un lado hab¨ªa un doss (dormitorio com¨²n); al otro, una f¨¢brica de cigarrillos. El suelo era de tierra, las aguas fecales flu¨ªan por el alcantarillado descubierto... Hoy, la plazoleta s¨®lo conserva el nombre: es un peque?o parque de cemento donde los oficinistas comen sushi para llevar. Se entra por un callej¨®n, Saint James Passage, donde las mujeres ofrec¨ªan el two penny knee trembler, dos peniques por un polvo de pie que hac¨ªa temblar las rodillas. A Eddowes la vieron all¨ª por ¨²ltima vez con un hombre que llevaba el sombrero de Sherlock Holmes ("Que es tan buena pista como decir hoy que iba en vaqueros", apunta Scott). El nauseabundo informe que detalla sus mutilaciones tiene 2.000 palabras. El asesino se ensa?¨® porque esa misma noche fue interrumpido mientras mataba a Elizabeth Stride. En el callej¨®n, alguien ha grafiteado una esquela. "?Un ripper¨®logo? ?Una feminista rindi¨¦ndole homenaje?", se pregunta el gu¨ªa.
Aunque las bombas de la II Guerra Mundial causaron estragos, la documentaci¨®n es ingente, por lo que se pueden visitar decenas de lugares relacionados con el caso. Annie Chapman (segunda v¨ªctima) fue encontrada en un patio de Hanbury Street. Nada queda del edificio original, sustituido por la Old Truman Brewery, uno de los focos culturales de Whitechapel, galer¨ªa, mercadillo, pasarela y sala de fiestas de la modernidad. Mary Ann Nichols se bebi¨® el jornal en el pub Frying Pan, que sobrevive en Brick Lane como uno de los muchos restaurantes indios de la calle, meca del curry en Gran Breta?a.
Mary Kelly fue literalmente destrozada en lo que ahora es el parking de Whites Row. Ten¨ªa 25 a?os; en su ¨²nica foto, la de la morgue, est¨¢ irreconocible. Uno casi se averg¨¹enza al asomarse a estos dolorosos rincones convertidos hoy en anodinos recodos urbanos. Quiz¨¢ el rastro de estas mujeres no deba buscarse en las escenas del crimen. Sus vidas arrojan luz a lo que fue una realidad brutal: alcoholizadas, enfermas, desdentadas, sin techo, portaban todas sus pertenencias a cuestas. En los bolsillos de Nichols, Polly para los amigos, hab¨ªa un peine, un pa?uelo y un trocito de espejo.
A ra¨ªz de los cr¨ªmenes, los peri¨®dicos denunciaron el arrabal en el que se hab¨ªa permitido que se convirtiese el East End. La toma de conciencia de las clases privilegiadas dispar¨® la entonces floreciente caridad brit¨¢nica. En septiembre de 1888, George Bernard Shaw, en un art¨ªculo en The Star, describ¨ªa con sorna el proceso: "Mientras nosotros los socialdem¨®cratas convencionales perd¨ªamos el tiempo en educar, agitar y organizar, un genio independiente ha tomado cartas en el asunto, y tan s¨®lo con asesinar y destripar a cuatro mujeres pobres, ha convertido a la prensa conservadora a una variedad inepta del comunismo". Menos filantrop¨ªa y mejor distribuci¨®n de los impuestos, ven¨ªa a decir.
Los sospechosos
En Parliament Court siempre ha habido un graffiti con la silueta de Jack. En vez de un cuchillo lleva un bote de spray en la mano, pero sabemos que es ¨¦l por la capa y la chistera. Error. La imagen grabada a fuego por la cultura pop no se corresponde con lo que contaron los testigos. La capa y el sombrero eran, de hecho, el disfraz de Hyde en El extra?o caso del doctor Jekyll y mister Hyde, que se acababa de estrenar en un teatro del West End cuando se cometieron los cr¨ªmenes. La prensa culp¨® a la obra de haber inspirado los cr¨ªmenes (hoy ser¨ªa Tarantino o la Playstation) y dibuj¨® una y otra vez al asesino como el personaje de Stevenson.
Hab¨ªa que responder a la pregunta interminable: ?qui¨¦n fue Jack? El pintor Walter Sickert, el pr¨ªncipe Albert, un carnicero, una mujer, un mas¨®n, un jud¨ªo... Hay teor¨ªas para todos los gustos. En la prensa del XIX, cada d¨ªa aparec¨ªa un sospechoso, y era com¨²nmente aceptado que un ingl¨¦s no pod¨ªa ser el autor de tan brutales actos. El pueblo ped¨ªa un culpable y miraba a los jud¨ªos, la mayor poblaci¨®n inmigrante del East End. En Goulston Street, al final de Petticoat Market, donde los jud¨ªos vend¨ªan enaguas, Scotland Yard encontr¨® una pintada. Su significado y autor¨ªa siguen siendo pol¨¦micos. Lo ¨²nico seguro es que hablaba de los jud¨ªos y que el jefe de Scotland Yard orden¨® borrarla al verla por miedo a que el antisemitismo del barrio explotase.
La pintada desapareci¨®, pero la pared permanece dentro de uno de los muchos decomisos de la zona. Las enaguas de Petticoat Market, sustituidas por tel¨¦fonos m¨®viles; los jud¨ªos son ahora musulmanes de Bangladesh. El East End siempre alberg¨® inmigrantes, y tensiones xen¨®fobas. En el siglo XVIII llegaron los hugonotes (en uno de sus talleres de seda de la calle Fournier se instalaron en los sesenta Gilbert & George, unos de los primeros artistas en mudarse al barrio). Luego fue el turno de los irlandeses, y en el XIX, el de los jud¨ªos del este de Europa. En el XX, el barrio se convirti¨® en la mayor comunidad bengal¨ª de Gran Breta?a.
Las pruebas
Si los CSI hubiesen existido, Jack no habr¨ªa durado dos minutos impune. Pero en 1888 la polic¨ªa no pod¨ªa distinguir la sangre animal de la humana, no hab¨ªa huellas dactilares y se cre¨ªa que la ¨²ltima imagen vista permanec¨ªa impregnada en los ojos del muerto. Para recogerla estaba el retinoscopio de Thorington, un cachivache expuesto en el Museum in Docklands como parte de la exposici¨®n Jack The Ripper and the East End. La muestra, alojada en los almacenes del antiguo muelle, har¨¢ las delicias de los mit¨®manos; est¨¢n las cartas firmadas por el Destripador, el bast¨®n del detective Abberline, las pertenencias de las v¨ªctimas, los escalofriantes informes forenses, y al final, tras un biombo advirtiendo a los menores y a los sensibles, las terribles fotograf¨ªas de las mujeres mutiladas.
La exposici¨®n es, sin embargo, mucho m¨¢s. Ahonda en la pobreza con documentos como el mapa de Londres de Booth de 1886 donde el East End aparece marcado en negro. Explica el nacimiento del sindicalismo a trav¨¦s de la huelga de las cerilleras de Bryant & May que tuvo lugar ese mismo verano. Analiza la prensa de la ¨¦poca. Profundiza en el alcoholismo y en las enfermedades que padec¨ªan las clases bajas. Muestra incluso una piedra del ri?¨®n victoriana: tiene el tama?o de un Zippo.
Puede que m¨¢s all¨¢ del escalofr¨ªo, Jack el Destripador sirviese de catalizador para cambiar un mundo en el que s¨®lo uno de cada cinco beb¨¦s sobreviv¨ªa, pero entonces, como hoy, Whitechapel y el East End son mucho m¨¢s que el crimen al que est¨¢n unidos. A la sombra de Christ Church, el pub The Ten Bells permanece casi igual que en 1888, cuando lo frecuentaban las prostitutas asesinadas. Id¨¦ntico salvo por la clientela, joven, tur¨ªstica y con todos los dientes. Scott no se deja invitar a una cerveza de despedida: "Los gu¨ªas somos persona non grata aqu¨ª", dice, "el nuevo due?o no quiere saber nada de Jack el Destripador, est¨¢ harto de toda la historia".
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Pistas
En el ep¨ªlogo de la novela gr¨¢fica Desde el infierno, los ripper¨®logos van armados con cazamariposas, tropezando unos con otros, pisoteando las pruebas, a codazos. Persiguen un ejemplar esquivo, una rara avis creada a partir de la superposici¨®n de miles de teor¨ªas. "Temblad, ripper¨®logos", avisa el guionista Alan Moore, que pas¨® 10 a?os investigando el caso para escribir su c¨®mic. No le falta raz¨®n, la documentaci¨®n sobre el caso es abrumadora. Un buen lugar para empezar es la web www.casebook.org, donde pueden encontrarse desde art¨ªculos de la prensa de la ¨¦poca hasta crucigramas, desde informes forenses hasta calendarios lunares de las fechas.
Entre los cientos de libros sobre el caso, los m¨¢s prestigiosos son: The complete Jack the Ripper (Jack el Destripador al completo), de Donald Rumbelow; Jack the Ripper: the definitive history (Jack el Destripador, la historia definitiva), de Paul Begg, y la obra de Stephen Knight, Martin Fido o Dennis Skinner. Entre los m¨¢s pol¨¦micos, Retrato de un asesino: Jack el Destripador, caso cerrado, de Patricia Cornwell.
Gu¨ªa
Informaci¨®n
? Oficina de turismo de Gran Breta?a (902 171 181; www.visitbritain.es).
? Oficina de turismo de Londres (www.visitlondon.es).
Paseos guiados
? Original London Walks (00 44 20 76 24 39 78; www.jacktheripperwalk.com; 9 euros). Creado por el ripper¨®logo Donald Rombelow (que a veces hace de gu¨ªa), autor de varios libros y gu¨ªa del actor Johnny Depp para la pel¨ªcula Desde el infierno.
? London Mystery Walks (00 44 20 85 26 77 55; www.tourguides.org.uk; 9 euros). Con un gu¨ªa experto que ha colaborado con varios documentales sobre el caso.
? Podcast. Paseo autoguiado. El History Channel ha producido un v¨ªdeo que se puede descargar en www.museumindocklands.co.uk y en YouTube, buscando por "Jack The Ripper Podcast Tour". En ingl¨¦s, gratis.
Visitas
? Museum in Docklands (www.museumindocklands.org.uk; 00 44 87 04 44 38 56). West India Quay. Adem¨¢s de la exposici¨®n sobre el Destripador, el museo tiene un apretado programa de eventos relacionados con el caso (seminarios, talleres, proyecciones). Hasta noviembre.
? Whitechapel Art Gallery (www.whitechapel.org). 80-82 Whitechapel High St.
? The Old Truman Brewery (www.trumanbrewery.com; 0044 20 77 70 61 00). 15, Hanbury Street.
? Spitalfields Market (www.visitspitalfields.com).
? Christ Church (www.christchurchspitalfields.org.uk; 00 44 20 73 77 67 93).
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