La gran tentaci¨®n
La olimpiada en Pek¨ªn nos sirve de referente para un cambio global de la distribuci¨®n de poderes. Los triunfos de China y de Rusia, adem¨¢s de su significado deportivo, se?alan la definitiva emergencia de dos grandes potencias mundiales y el fin del pasajero unilateralismo de los Estados Unidos de Am¨¦rica.
La guerra fr¨ªa dur¨® medio siglo y enfrent¨® a dos naciones y a dos sistemas: Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica, el capitalismo democr¨¢tico y el socialismo autoritario. Ambos se acusaban de "imperialistas", y para la Am¨¦rica Latina, Estados Unidos lo era, como la Uni¨®n Sovi¨¦tica lo era para la Europa central. En los m¨¢rgenes, los "no alineados" -Nehru, Tito, Nasser-, y abajo, el Tercer Mundo de los pa¨ªses d¨¦biles o, con gracioso eufemismo, en desarrollo.
Estados Unidos quiere rodear a Vlad¨ªmir Putin de misiles en Polonia y de peleles en Georgia
Putin lleg¨® con la clara intenci¨®n de restaurar el poder de la gran Moscovia
Estados Unidos gan¨® la guerra fr¨ªa porque la Uni¨®n Sovi¨¦tica la perdi¨®. Gorbachov reconoci¨® que el poder armado de Mosc¨² ni reflejaba ni resolv¨ªa la pobreza de la econom¨ªa: devoraba la riqueza potencial. China, demonizada por Mao, inici¨® con Deng Xiaoping un camino de gran desarrollo. Pero el fin de la guerra fr¨ªa dej¨® un vac¨ªo pol¨ªtico global que llen¨® el Estados Unidos de George W. Bush con una arrogancia unilateralista miope, desorientada y falaz que empe?¨® el prestigio y el presupuesto del pa¨ªs en una guerra "contra el terror" que derrumb¨® a un tirano dispensable -Sadam Hussein- sin tocarle un pelo de las barbas a Osama bin Laden y los talibanes, refugiados en las fronteras de un aliado de Bush, el Pakist¨¢n de Musharraf.
Mientras, los norteamericanos violaban no s¨®lo los principios humanitarios, sino las propias leyes de Estados Unidos, creando y manteniendo campos de concentraci¨®n y de tortura en Abu Ghraib y en Guant¨¢namo y dejando que la guerra "contra el terror" fuese percibida como guerra "contra el Islam", perdiendo as¨ª no solo simpat¨ªa, sino credibilidad, y ganando enemigos de un punto al otro del mundo musulm¨¢n.
Mientras Bush se perd¨ªa en estos vericuetos del fracaso, Rusia y China se adelantaban a ocupar las posiciones de ¨¦xito que hoy resultan evidentes. China se abri¨® al mundo, pero se cerr¨® a la democracia, creando un modelo de desarrollo r¨¢pido que podemos llamar "capitalismo autoritario". El mundo capitalista occidental, que se estima democr¨¢tico, acudi¨® al llamado de la gran sirena roja, China, rega?¨¢ndola infantilmente por sus travesuras autoritarias, pero aprovechando -?c¨®mo lo iban a desaprovechar!- un mercado de m¨¢s de mil millones de clientes potenciales -la quinta parte de la humanidad-.
No desde?o los esfuerzos democratizadores que, a la larga, traiga el desarrollo econ¨®mico aChina. Hoy se ven muy lejanos. En cambio, el autoritarismo se engalana con las olimpiadas, vence cotidianamente a EE UU y propone una v¨ªa veloz, eficaz y tentadora hacia el desarrollo: el avance capitalista sin las molestias de la democracia, la rapidez de la expansi¨®n sin las demoras de la libertad. ?A cu¨¢ntos pa¨ªses en desarrollo no les resultar¨¢ tentadora -irresistible- esta f¨®rmula? Sobre todo cuando el desarrollo nacional es frenado o interrumpido por la violencia impune, hiriendo- como en el terrible caso del joven Fernando Mart¨ª en M¨¦xico- a una ciudadan¨ªa inerme rodeada de narcos, polic¨ªas que son criminales, criminales que son polic¨ªas, y un ej¨¦rcito al que con raz¨®n le repugna hacer labores polic¨ªacas. Surge entonces -no lo deseo, pero lo temo- la tentaci¨®n totalitaria. S¨®lo un estado m¨¢s fuerte que el crimen puede abatir al crimen, aunque sea cometiendo cr¨ªmenes. Indeseable realidad.
La "tentaci¨®n autoritaria" tambi¨¦n la ofrece la Rusia de Vlad¨ªmir Putin. Vencido y desmembrado el imperio sovi¨¦tico casi por "la fuerza de las cosas", Boris Yeltsin confundi¨® la democracia con la debilidad y el capitalismo con la cleptocracia. Las grandes empresas del Estado pasaron a manos de particulares; a veces, los gerentes de aqu¨¦llas se convirtieron en los due?os de ¨¦stas. Librada al hambre feroz de un capitalismo naciente, Rusia se libr¨® a s¨ª misma a una disminuci¨®n an¨¢rquica.
Putin lleg¨® con la clara intenci¨®n de restaurar el poder de la gran Moscovia. ?l es heredero de Iv¨¢n el Terrible, de Pedro el Grande y del terrible, aunque no grande, Stalin. Putin no se anda con cuentos. Cuando la revista Time, declar¨¢ndolo hombre del a?o, le pregunta cu¨¢les son sus deseos, Putin contesta: "Aqu¨ª no deseamos. Aqu¨ª trabajamos" -posa con torso desnudo para lucir su musculatura-, lanza a Sarkozy frente a las c¨¢maras, tartamudo, con m¨¢s vodka que el admitido por la raz¨®n de estado francesa. Ba?a de sangre a Chechenia, como ejemplo. Y si el alto dirigente georgiano, Mija¨ªl Shaakashvili, lo llama Liliputin, el mundo ve al nuevo Zar como un tremendo Ras-Putin o Zar-Putin. Estados Unidos quiere rodearlo de misiles en Polonia y de peleles en Georgia. Putin env¨ªa los tanques al sur, no porque le tema a Georgia, sino para advertirle a Europa y al mundo: por aqu¨ª pasa el petr¨®leo sin el cual sus econom¨ªas se desploman. El imperialismo del oleoducto, el poder del gasoducto, convierte al occidente europeo en cliente indispensable de Rusia. ?Sabr¨¢ Putin transformar el petropoder en econom¨ªa de consumo, productiva y diversificada hacia el exterior y hacia el interior? Todo indica que lo har¨¢, si puede, pero con un r¨¦gimen de autoritarismo creciente.
La implacable Maureen Dowd escribe en el Herald Tribune la lista de los ocho a?os de errores de Bush. La destructiva obsesi¨®n con Irak. La borrachera ideol¨®gica del neo-conservadurismo. La satanizaci¨®n de pa¨ªses con los cuales, a la postre, hay que tratar: Corea del Norte, Ir¨¢n, Siria, Cuba.
Y mientras el Gobierno de Bush iba de fracaso en fracaso, China se apoder¨® de una parte tan vasta de la econom¨ªa norteamericana que, si la retiraran, EE UU ser¨ªa "un pato a la pekinesa". Y Rusia se ha transformado de un pa¨ªs mendigo en una potencia mundial.
Hay en todo esto un claro llamado internacional para la restauraci¨®n del derecho, la negociaci¨®n y la diplomacia. Y hay algo m¨¢s. Mientras Bush jugaba golf en Texas, el antiguo imperio "de en medio", China, y el antiguo imperio de "la tercera Roma", Rusia, recobraron sus posiciones de fuerza y las adornaron con los prestigios del pasado hist¨®rico. No por nada, el fastuoso espect¨¢culo ol¨ªmpico se inaugur¨®, de manera reiterada, con la memoria de la civilizaci¨®n imperial de China, la gran "cabalgata" a la que se refiri¨® un d¨ªa Andr¨¦ Malraux: la reserva hist¨®rica de los imperios que regresan por sus fueros y le imponen al siguiente jefe de Estado norteamericano el deber de negociar con los imperios a partir de la fuerza democr¨¢tica interna de EE UU. Esto no parece entenderlo McCain, aferrado a las soluciones de fuerza. Parece entenderlo Obama, consciente de las soluciones diplom¨¢ticas. Ojal¨¢ no le cueste la vida.
Carlos Fuentes es escritor mexicano.
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