La flor de la paranoia
El espect¨¢culo de las Torres Gemelas derrumb¨¢ndose ante el mundo entero envueltas en llamas se ha incorporado a la sustancia visual de nuestra era. Forma parte ya del cat¨¢logo de las hogueras m¨¢s famosas de la historia junto con la quema del templo de Artemisa, del incendio de la biblioteca de Alejandr¨ªa, de las cenizas de Constantinopla, del fuego del Reichstag, de las calabazas de Hiroshima y de Nagasaki y del napalm de Vietnam.
Como el virus crea el antivirus, un arma genera tambi¨¦n la contraria. En el inicio de la historia el garrote del primate engendr¨® la pedrada; la pedrada engendr¨® el parapeto; el parapeto engendr¨® la flecha incendiaria; la flecha engendr¨® el escudo; el escudo engendr¨® la lanza; la lanza engendr¨® la muralla; la muralla engendr¨® la catapulta, y as¨ª, sucesivamente, lleg¨® el arcabuz, el fusil, la ametralladora, la trinchera, el mortero, el carro de combate, el bazuca, el ca?¨®n, el bombardero, el misil antia¨¦reo, el b¨²nker y la bomba at¨®mica. M¨¢s all¨¢ de la bomba at¨®mica ha surgido ahora una nueva arma espont¨¢nea, imaginativa, adaptable a cada circunstancia, absolutamente diab¨®lica y sin defensa posible. El ataque a las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001, fue la presentaci¨®n ante el mundo de esta ¨²ltima creaci¨®n de la dial¨¦ctica b¨¦lica: el suicida humano, cebado con dinamita, dispuesto a inmolarse por un ideal.
La fragilidad de la sociedad contempor¨¢nea va a la misma velocidad que su desarrollo
El Pent¨¢gono derruido y las Torres Gemelas ardiendo fueron visiones escatol¨®gicas que durante mucho tiempo hab¨ªan alimentado la imaginaci¨®n de novelistas y cineastas, pero tambi¨¦n el coraz¨®n de miles de terroristas. Norteam¨¦rica, que no concibe la vida sin espect¨¢culo, aquel 11 de septiembre pudo comprobar hasta qu¨¦ punto eran rid¨ªculas las pel¨ªculas de hecatombes. Hollywood hab¨ªa sido humillado. La ficci¨®n atrajo a la realidad y a partir de ese momento se produjo en el mundo una s¨ªntesis nueva de la maldad humana. Al parecer la alta tecnolog¨ªa hab¨ªa acudido por fin en ayuda de los desesperados.
El Pent¨¢gono es el lugar emblem¨¢tico donde el Gran Gallo de Occidente asoma la cresta de acero y las Torres Gemelas eran los dos ventr¨ªculos del capitalismo que desde una esquina de Manhattan bombeaban dinero a todo el planeta. Los s¨ªmbolos de Norteam¨¦rica hab¨ªan saltado por los aires y, con ellos, el orgullo de una naci¨®n y la alta seguridad que lo amparaba. Adem¨¢s de la cat¨¢strofe f¨ªsica, la herida hab¨ªa sido profundamente espiritual. Una parte del alma de nuestra civilizaci¨®n qued¨® tambi¨¦n bajo los cascotes y en la zona cero comenz¨® a crecer una enredadera que ha terminado por cubrir todo el planeta. La flor que echa esa planta es muy venenosa. Se llama paranoia.
Seg¨²n la biolog¨ªa, un organismo es m¨¢s vulnerable a medida que se hace m¨¢s complejo. Esta regla es aplicable a la sociedad contempor¨¢nea cuya fragilidad va a la misma velocidad que su desarrollo, de modo que est¨¢ a punto de llegar el d¨ªa en que el mundo occidental dependa de un solo fusible a merced de la mano de un fundamentalista que apague la luz y nos mande a la Edad Media a comer higos chumbos. Cada vez va a ser m¨¢s dif¨ªcil llevar una vida dulce cerca de la gente humillada y mucho m¨¢s ahora en que han hecho s¨ªntesis el odio y la qu¨ªmica, la miseria y la electr¨®nica, la pobreza y la crueldad, el fanatismo y la inform¨¢tica, la injusticia y la dinamita. En el subconsciente colectivo comienza a germinar como una pesadilla la cabeza nuclear de fabricaci¨®n casera o el barril repleto de virus terror¨ªficos que pueden ser arrojados sobre cualquier ciudad por un iluminado al que han prometido el reino de los cielos.
Ahora en los aeropuertos ordenan que te quites el calzado como si fueras a entrar en una mezquita. Te pasan el esc¨¢ner por los genitales. Cualquier agente armado tiene poder para ponerte desnudo boca abajo sin que se atreva nadie a rechistar. En cualquier aduana o puesto fronterizo uno es juzgado de forma perentoria y sumar¨ªsima s¨®lo por el rostro. Bastar¨¢ con que seas moreno, con bigot¨®n y de pelo rizado, o desaf¨ªes con la mirada al guardia o sonr¨ªas ir¨®nicamente al ser palpado para que te veas sentenciado. Pero no s¨®lo se erigen en jueces los guardias jurados. Tambi¨¦n los propios vecinos de escalera o de barrio analizan a simple vista tu cala?a envenenados por la paranoia que sigui¨® a la hecatombe de las Torres Gemelas y desde el 11 de septiembre de 2001 existe adem¨¢s la obligaci¨®n de mirarse en el espejo cada ma?ana en el cuarto de ba?o y juzgarse uno tambi¨¦n a s¨ª mismo antes de salir a la calle.
Mientras tanto, la dial¨¦ctica b¨¦lica contin¨²a su marcha. Frente al suicida concreto, adornado con un cintur¨®n de dinamita, se ha creado la figura del terrorismo abstracto, universal, que est¨¢ en todas partes y en ninguna. Sobre ese fantasma caen ahora a ciegas las bombas de racimo.
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