Autenticidad, carencias y levedad
El festival proyecta tres muestras irregulares del cine m¨¢s independiente
Palpando la angustia del cronista ante la nada, observando la desbandada o la resignaci¨®n de los que est¨¢n aqu¨ª con la in¨²til misi¨®n de conseguir entrevistas con directores, actores y actrices famosos o relevantes que interesen m¨ªnimamente a los peri¨®dicos, radios y televisiones para los que trabajan, viendo la frustraci¨®n de los que tienen la misi¨®n de hablar del ambiente y las an¨¦cdotas de un festival de cine y que aqu¨ª se rompen los nervios al constatar que no hay nada que merezca la pena de ser contado, me resulta demasiado sarc¨¢stico el ampuloso lema que encabeza las proyecciones. Se autodefine como Muestra Internacional del Arte Cinematogr¨¢fico. Ya resulta mosqueante que el hecho de filmar con una c¨¢mara tenga siempre la enf¨¢tica pretensi¨®n o la arrogante certidumbre de que est¨¢ creando arte. Pero en cualquier caso, ante lo que estoy viendo y escuchando en la sala oscura, me pregunto que d¨®nde diablos est¨¢ ese supuesto arte. O que la idea de estos autores y los organizadores que han seleccionado sus pel¨ªculas sobre las esencias del arte cinematogr¨¢fico no tiene nada que ver con la m¨ªa. Me conformar¨ªa con que me donaran un poco de entretenimiento, pero no hay manera.
La jornada de ayer no ha sido de las peores pero tampoco ha ofrecido nada perturbador o memorable, aunque hayan aparecido algunos bieneducados o piadosos aplausos al final de las proyecciones.
El director iran¨ª Amir Nadei utiliza los recursos del cine independiente en Las Vegas: basada en una historia verdadera para contar el desarrollo de una obsesi¨®n y sus tr¨¢gicos resultados. Rodada en v¨ªdeo, con actores no profesionales, con morosidad, estirando algo que se pod¨ªa haber contado en la mitad de tiempo. Habla de una familia que ha conseguido montar una casa con jard¨ªn en un des¨¦rtico suburbio de Las Vegas, antiguos jugadores que han logrado controlar su ludopat¨ªa y mantener una existencia tranquila. Se volver¨¢n locos con la idea que les ha vendido un cruel buscavidas de que debajo de esa casa est¨¢ enterrado el bot¨ªn de un mill¨®n de d¨®lares de un atraco al banco. La codicia y la desesperaci¨®n que engendrar¨¢ har¨¢n que la familia feliz acabe levantando el suelo y destruyendo esa casa en la que hab¨ªan depositado su estabilidad para buscar un tesoro inexistente, que pierdan el techo que les daba cobijo y que su existencia se rompa. La historia es original pero yo acabo un poco harto de ver c¨®mo se acumulan los escombros y del extenuante enloquecimiento de esos desgraciados personajes.
No est¨¢ claro si el director turco Semit Kaplanoglu pretende en Sut hacer un canto a la vida pastoril o un tratado psicol¨®gico sobre las relaciones materno-filiales, retratando la pl¨¢cida vida de una madre lechera y su adolescente y l¨ªrico hijo hasta que la primera se echa un novio y el segundo se siente abandonado. La sufro a las nueve de la ma?ana, pero aunque me acabe de levantar de la cama no puedo impedir la aparici¨®n de los bostezos ante esta nader¨ªa con ¨ªnfulas po¨¦ticas.
El tema de La tierra de los hombres rojos, dirigida por el chileno Marco Bechis, retrata la rebeli¨®n de una tribu de indios amaz¨®nicos que son explotados como atracci¨®n tur¨ªstica y mano de obra barata en la reserva en la que han sido confinados, decidiendo regresar a las selvas de sus antepasados y sobrevivir practicando los ancestrales rituales y costumbres de su raza. Pero el cabr¨®n del hombre blanco, como siempre tampoco les permitir¨¢ morir en paz. Es cine bienintencionado y militante, protagonizado por aut¨¦nticos ind¨ªgenas que no interpretan sino que son ellos mismos, presumible ganador de premios en esta des¨¦rtica Mostra, pero que tampoco invita a lanzar cohetes. Que est¨¦ realizado con medios ¨ªnfimos, voluntad reivindicativa y honradez puede despertar simpat¨ªa pero no garantiza fuerza expresiva ni gran cine.
Babelia
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