Ancianos por error
No pasa d¨ªa sin que la ciencia depare nuevas sorpresas. Es verdad que, al hacerlo, cumple su papel. Pero hay ocasiones en que deber¨ªa presentar sus resultados de manera que no provoquen la perplejidad y, menos a¨²n, el rencor. Ahora resulta que envejecer es algo que, por as¨ª decir, no resulta necesario, una rareza humana de la que no cabe responsabilizar a la evoluci¨®n. Si es as¨ª, alguien tendr¨ªa que dar un paso al frente y asumir el desaguisado, porque el ser humano lleva tantos siglos como memoria existe considerando que envejecer es inexorable. Encontrar remedios para no perder pelo y dientes o hacer de cualquier movimiento cotidiano una proeza es, sin duda, urgente. Pero tan urgente como saber qui¨¦n tuvo la brillante idea de hacerle al ser humano esta faena. De la vejez es reconfortante la experiencia, el conocimiento, la desapasionada serenidad. Y justo porque todo esto es reconfortante, se entend¨ªa que la evoluci¨®n, que nunca ha dado nada gratis, pasaba al cobro la pesada factura de la decadencia.
La evoluci¨®n est¨¢ en deuda con el ser humano, porque lleva desde tiempos ancestrales apropi¨¢ndose de algo que no le pertenece. Es dif¨ªcil saber ante qu¨¦ tribunal se le podr¨¢n pedir cuentas, para qu¨¦ negarlo. Pero esto no ha hecho m¨¢s que empezar, seg¨²n dice la ciencia, y tarde o temprano la evoluci¨®n tendr¨¢ que devolverlo todo, y reponer en su vigor a todos aquellos que se han visto privados.
Por este camino cabr¨ªa exigir da?os y perjuicios, reclam¨¢ndole a la evoluci¨®n un ser humano eternamente joven e, incluso, inmortal. Pero, atenci¨®n, convendr¨ªa no precipitarse. J¨®venes por muchos a?os, ?por qu¨¦ no? Inmortales, no es tan seguro. Pensando en la inabarcable eternidad, la posibilidad de encontrarse, no ya con contempor¨¢neos poco cordiales, sino con los personajes m¨¢s detestables de la historia se convierte en una aterradora perspectiva. En esta vida equivocada en la que, seg¨²n la ciencia, se envejece y muere por error, bastar¨ªa, por ejemplo, con cambiar de acera o ignorarlos. Subsanado el error, se estar¨ªa condenado a compartir con ellos la entera eternidad.
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