El futuro
Aqu¨ª estamos. Septiembre. Regreso. Inicio de curso, de temporada. Un paso simb¨®lico hacia un umbral. Hoy, m¨¢s que nunca, nos parece que enmarca el inicio de un camino cuyo desarrollo nos resulta precario, cuyo desenlace tememos. Es por la crisis econ¨®mica. Porque intuimos que se trata del principio del fin. El modelo de desarrollo con el que nos hemos dotado ha resultado, en efecto, insostenible. La cuerda se rompe, el saco se llena de agujeros, nos disponemos a entrar, nosotros, miembros de sociedades saciadas en pa¨ªses desarrollados, en una etapa de recesi¨®n. ?De retroceso social y moral?
No deber¨ªa ser as¨ª. Inaugurar un tiempo en el que no estirar m¨¢s el brazo que la manga fuera uno de los mandamientos principales quiz¨¢ nos ayudar¨ªa a apreciar mejor las cosas que desde?amos por ser gratuitas, sin darnos cuenta de que no ten¨ªan precio.
La factura del desempleo empieza a presentar cifras desapacibles. Los rostros de la calle, en las v¨ªsperas de este oto?o, ofrecen muestras de preocupaci¨®n; en algunos casos, de desconcierto, de extrav¨ªo. Taxis y tiendas y bares sin clientela, o con clientes que cuentan su dinero con cuidado evidente. ?Cambios? M¨¢s bien sacudidas. Esto es s¨®lo el comienzo. Deber¨ªamos impedir -y qu¨¦ falta hace, para ello, reforzar las humanidades desde la escuela- que lo que aguarda se convierta en la carretera de Mad Max y que, en su tramo final, nos espere Blade Runner. Nosotros podemos conseguirlo. Hemos tenido la suerte de que la crisis nos encuentre en nuestro pa¨ªs, en este continente, no en un cayuco maltratado por las aguas. Muchos de los elementos que componen nuestra vida cotidiana quedar¨¢n irreconocibles. Las transformaciones nos afectar¨¢n a todos, y eso incluye el periodismo. Ignoramos ad¨®nde nos dirigimos.
Pero hay algo muy cierto. Y es que s¨ª sabemos lo que se ha hecho mal.
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